Sociedad sin codicia
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El ideal es tener todos los servicios en su más alta calidad para todos.
Y que todo quede cubierto con un sólo pago global de contado o en abonos.
En algunos hoteles y parques de diversiones se pone una pulsera. Indica que todo está pagado. Que se tiene derecho a todo sin hacer nuevos pagos. Todo incluido.
Un país en que baste el pago de un impuesto, al contado o en abonos, para que ya no haya nada que cobrar. Estudios, diversiones, salud, transporte, internet, telefonía y mucho más.
La sola ciudadanía contribuyente baste para que no haya nuevos desembolsos.
Ya hubo una diócesis también que sólo daba una credencial a quienes aportaban su apoyo anual. Eso daba ya derecho a recibir todos los sacramentos y a recibir los servicios pastorales. Se superaba así el régimen arancelario que da la impresión de compra-venta de lo sagrado. En caso de carecer de credencial la ofrenda en cada caso era voluntaria.
La dignidad ciudadana y bautismal unidas a una corresponsabilidad razonable o voluntaria tendría el disfrute de satisfactores múltiples para necesidades materiales y espirituales. En lo eclesial ha de predominar la ofrenda voluntaria y la gratuidad.
El propósito cumplido de una corrupción no tolerada y una impunidad no practicada completaría plenamente el panorama en una ética de ciudadanía renovada y revalorada.
La desaparición de feria y billetiza se atisba para un plazo no muy largo. Se multiplicarán los pagos automáticos, las terminales móviles para pagos con tarjeta, los cargos sin ir a caja. Las cuentas cibernéticas facilitan ya las operaciones inmediatas en movimientos bancarios. Cada vez más lejos del trueque ancestral y el intercambio directo de mercancía y numerario aún vigente, se pretende una liberación de portamonedas y carteras.
El “todo pagado” irá abriendo el abanico de todas las posibilidades para lograr un ambiente en que se viva el disfrute de todo lo que ofrece un prepago que se olvida. Seguirá teniendo un gran atractivo todo lo que se presenta como “gratuito”. Crecerá la confianza y la generosidad de aportación si desaparecen los agujeros del barril por ausencia total de corrupción.
Una motivación para la austeridad, para el minimalismo, para la privación de excedentes, para evitar acumulaciones compulsivas da más inteligencia al consumo. Se podrán evitar las propagandas seductoras frente a consumidores que ya no se alimentan con atole en dedo. Los productores pondrán en la calidad mejorada la base para su merecida prosperidad...
Una sociedad sin avaricia sacralizada podría abrir la puerta a valores humanos éticos y espirituales, arraigados en fe auténtica y esperanza cierta de bienes trascendentes y definitivos.
Entonces se humanizarían las relaciones de confianza recíproca, de veracidad subrayada, de justicia y libertad para evitar violencias y vivir en paz...