Soliloquio en do mayor (parte 1)
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Sólo el que no quiera ver, no ve, ni verá lo que nos viene. La avalancha es inminente, México va que vuela a sumarse al “ideal” de los modelos de país que la izquierda se ha empeñado en distribuir a lo largo y ancho de América Latina… ¿Qué no? Vuelva la vista a lo que ha estado ocurriendo con nuestros hermanos en el cono sur. Revise los resultados de las elecciones de hace unos días en Colombia, en Bolivia, en Argentina. El Foro de San Pablo va alcanzando sus objetivos. México, el hermano mayor, ya está bajo su égida. Era el más complicado de enganchar, pero lo consiguieron. ¿Por cuánto tiempo?...
Los socialistas siempre han necesitado pobres para vender su discurso, de tal suerte que deben proveerse de clientela, por eso la vetusta técnica de la pauperización es elemento sine qua non para seguir vivos y coleando. En México no batallan por eso, el priato los institucionalizó, de modo que ya hay “fabrica” instalada. Si la gente no empobrece y puede sobrevivir por sus propios medios, no les sirve a sus propósitos, se vuelven incontrolables. El Estado Socialista reparte pobreza a cambio de apoyo incondicional e irracional. Con las políticas implementadas por el actual Presidente de la República, el número de pobres está garantizado. La clase media está ya bajando a los niveles de los “clientes cautivos”. El socialismo aborrece a la clase media. En los países con bienestar generalizado la clase media es la de mayor número, es indicador de prosperidad.
La fórmula la manejan de maravilla. El ciclo no tiene ciencia. Llegan al poder incendiando los ánimos y aprovechando la debacle generada por gobiernos que destacaron por las raterías consentidas a sus propios funcionarios, empezando por el presidente de la república, y “diay pa’ delante”, como dicen en mi rancho, haciéndose del apoyo de los pobres y también de resentidos, vagos y talegones, acostumbrados a la dependencia eterna del “chopeadito y en la boca” –dicho de mi tía Tinita– y por supuesto con el de una corte de “chaqueteros” casados con sus propios intereses que se hacen del lado del sol que alumbra para mantenerse a flote, listos para recular de nueva cuenta, si así se requiere. Estos son los peores. El segundo acto es cuando ya son gobierno, se dedican a repartir lo que hay, porque “primero los pobres”, a concebir obras faraónicas por encima de estudios y razones que demuestran su inviabilidad, a llevarse entre las extremidades inferiores a la educación y a la salud, a utilizar su mayoría parlamentaria para legislar a modo, a poner titulares en las secretarías o ministerios de personas desconocedoras del quehacer encomendado, pero incondicionales supinos; a los que sí saben, que son los menos, a éstos los hacen renunciar, amén de insultar y ningunear a quien se les pare enfrente y les diga que no están haciendo bien las cosas, defienden a ultranza a los de su séquito, etc. Luego de empinar la economía y dejar al país patas para arriba, disfuncional y temblando, y no habiendo más “zorra que pelar”, como decía mi madre, porque de la nada ya no se puede sacar nada, no les queda más alternativa que anunciar que todo lo que se había dado en calidad de “gratis” –léase programas asistencialista-electoreros y toda esa perversión con la que le roban a la gente su dignidad y su autonomía– ya no va a poder seguir siéndolo, se van y que los que lleguen arreglen el des… barajuste. Y a partir de ahí empieza la tercera etapa, vuelven a alebrestar a los necesitados y a los parásitos, machacándoles que todo es culpa de los ricos, pero que ellos pueden hacer las cosas más fáciles y gratis, pero que antes hay que arrasar con todo, deshacerse de los fifís que gobiernan a como dé lugar para poder regresar.
La desmemoria colectiva es el mejor instrumento del que se valen los radicales para hacer tiritas la verdad, en todos los tiempos. México es un país que la padece en toda su infausta gravedad. Los mexicanos vivimos y morimos en la absoluta orfandad de realidad. Pensar no ha sido virtud en nosotros y quienes han osado hacerlo han tenido que vivir en el exilio interior. Por eso nuestra democracia es tan enteca, le falta el vigor de la participación ciudadana, por esta desdichada ausencia la clase política de todos los colores que ha desfilado por la arena pública, ha podido hacer y deshacer con nuestro País, con nuestras entidades federativas y con nuestros municipios. Les hemos perdonado a un montón de crápulas su negligencia, su desvergüenza, su deshonor, el no cumplimiento de la palabra dada, su cinismo, su egoísmo... Y caemos en el eterno auto ultraje de estar esperando redentores que vengan a salvarnos. Me niego a aceptar que no tenemos arreglo.
Continuará…