Soliloquio en do mayor (parte 2)
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“Conmigo o contra mí”, parece ser el lema de este gobierno que hoy tenemos, y es verdaderamente doloroso e indignante. No necesitamos hacer separatismo entre nosotros, sino todo lo contrario, lo que nos ha perdido es que a estas alturas aún no hemos aprendido a ser nación, y este señor viene a ahondarlo con los insultos, las burlas y las descalificaciones contra todo aquel que disienta de su forma de pensar respecto de su gobierno y administración. Esa persecución verbal, que a diario exhibe en el tinglado exclusivo desde el que “predica”, en nada fortalece a la enteca democracia mexicana. La lista nominal de electores del año 2018, según datos del INE, rondaba en 89 millones, de ellos sólo 30 votaron por él y su proyecto, pero hubo 22 que no le dimos nuestro sufragio y 27 que ni siquiera se tomaron la molestia de presentarse en las urnas. ¿Por qué no hace un esfuerzo de raciocinio y entiende que también existimos y que tenemos exactamente los mismos derechos que los que sufragaron a favor suyo? Su obligación es gobernar para todos, al margen de sus filias y fobias personales… ¿O estamos regresando a los tiempos en que pensar diferente era delito?
Lo que se ha atrevido a hacer, vía su mayoría parlamentaria, verbi gratia, con la educación de los niños y los jóvenes es simplemente desesperanzador. Haber devuelto su rectoría a los sindicatos es de una perversión estremecedora, y eso no es lo peor. Desde las aulas empieza el adoctrinamiento en las dictaduras. ¿Que estoy exagerando? Al contrario, me estoy quedando corta, ésta es sólo una muestra del traje que le están confeccionando a nuestro País. La vulnerabilidad que le impuso la degeneración moral institucionalizada en México por gobiernos desvinculados de la población, absolutamente corruptos y cobijados en la impunidad, generan el arribo de caudillos como el que hoy tenemos a la cabeza del Ejecutivo Federal. Aplaudido por el fanatismo, el resentimiento, la ignorancia y la complicidad. Pero la pregunta es: ¿y por cuánto tiempo más va a seguir campeando la indiferencia que controla la voluntad de los mexicanos? Yo no comulgo y lo digo abiertamente con los mantras que defiende el socialismo. Se cargó a toda Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué es el socialismo? Hay diversas definiciones, transcribo esta: “Es una doctrina sociopolítica y económica basada en la propiedad y la administración colectiva de los medios de producción con el fin de alcanzar una distribución más equitativa de la riqueza”. ¿Y por qué lo desecharon en Alemania Oriental, en la extinta Checoslovaquia, en Rumania, en la ex Yugoslavia, en Bulgaria, en Polonia, en la ex URSS…? ¿Por qué no le ha traído prosperidad a los cubanos, a los nicaragüenses…? ¿Dónde está el reparto igualitario de la riqueza y la prevalencia del proletariado? ¿Dónde están las pujantes empresas estatales cuya dirección y gerencia asume el Estado? ¿En qué benefició a los europeos del Este el monopolio del Estado en el control y distribución de bienes y servicios? ¿Qué tiene de bueno centrar los poderes en un sólo individuo? Hay que preguntarles a los cubanos, a los nicaragüenses y a los venezolanos. No existe un sólo sitio en el planeta en el que el abuso de autoridad con su lastre de raterías, corrupción e impunidad, genere bienestar, venga de la izquierda o de la derecha. ¿Sabe por qué? Porque es contra natura, porque la ética está ausente de su práctica y aplicación, y sin este elemento se pudre y se degenera la autoridad conferida al Estado para gobernar. Ya tuvo nuestro País 70 años ininterrumpidos de dictadura “perfecta”, 12 de alternancia a la que le faltó determinación y oficio político para gobernar, y vuelta del régimen desechado para ratificar que lo corrupto no se quita y que puede incluso “superarse” a sí mismo, porque la administración de Enrique Peña Nieto no tiene parangón en sinvergüenzadas y raterías… ¿Qué se pactó a cambio de no tocar al pillo de su antecesor, presidente López? Nada más tenemos sainetes de chivos expiatorios, a guisa de “ahí viene el coco…uyyy…”.
¿Por cuánto tiempo más vamos a seguir los mexicanos amarrados de motu proprio a tan denigrante pasividad? López Obrador no está de paso, aunque lo firme y lo afirme. Ahí están, verbi gratia, Venezuela y Bolivia. Él contó la fábula de las ranas hace unos días… la del sapo se las cuento yo: lo dejaron entrar, se infló ya estando adentro y luego con sorna dijo: “A ver, sáquenme…”.