Tampiquito y Palo Blanco
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A pesar de que solo dos números separan la secuencia de sus casas, entre la una y la otra hay una manzana o cien metros de distancia. La calle se llama Matamoros, pero están en colonias con nombres diferentes. Una es Palo Blanco y la otra Tampiquito. Eso sí, las dos pertenecen al municipio que dicen es el más rico de México y uno de los más acaudalados del continente americano.
Les voy a platicar de algo que sucede en San Pedro Garza García, Nuevo León, y si resulta que lo mismo pasa en otros lugares, pues ahí me dicen. Arre:
En el número 234, apenas pela el ojo en la mañana, el marido le dice a su esposa ahí al lado: “Buenos días. ¿De qué nos vamos a quejar el día de hoy? A ver, ¿qué nos duele en éste martes? ¿Por qué nos vamos a querer morir? ¿A quién nos encomendaremos con la primera crítica rabiosa del día?” No hay beso mañanero de por medio porque amanecieron espalda con espalda y en medio de ambos, siete kilos de espumosas almohadas y cojines de olanes y de encajes.
En el 232 -como dije- a cien metros de distancia más abajo hacia el norte, tres horas antes, para darle a su marido el primer beso del día, la mujer solo necesita hacer un “apretado de trompa” porque su boca amaneció apenas a milímetros de la de él; se desprende amorosa y delicadamente del brazo que la tuvo “aprisionada” casi toda la noche y arrinconada en el medio metro cuadrado que le queda de la cama antes de irse al suelo. Le susurra un “buenos días”, que él le regresa en el mismo tono. Sonrientes ambos.
234: El primer movimiento de la Sinfonía #6 de Tchaikovsky -“La Patética”- suena por toda la planta alta mientras él se apresta a meterse a la tina que tiene llena desde hace 20 minutos, humeando -que no vaporizando- el baño de la alcoba principal. Otras veces amanecen escuchando la “Trágica” de Schubert, háganme ustedes el refabrón cavor.
232: Un galimatías de alegre música a medio volumen -más bien bajo- que se mete por las rendijas de puertas y ventanas proveniente de los vecinos que madrugan para irse a la chamba igual que él, ambienta su regaderazo de cinco minutos máximo.
234: Apenas va bajando las escaleras, el olor del desayuno que le espera ya servido en la mesa del desayunador -porque hay un antecomedor y un comedor- vuelve locos a sus neuropéptidos cannabinoides que lo inducen a comer por placer. Desayuna solo -eso sí, opíparamente- y al terminar, encamina sus pasos de nuevo hacia donde su mujer sabrá el Dios de Spinoza que estuvo haciendo mientras tanto.
232: Su leptina lo trae a raya. Es que no hay de otra, porque o duerme o come o se va al jale en las mañanas. Entonces, gracias a esa hormona que inhibe el apetito, cuando llega a la cocina se declara satisfecho con la humeante taza de café que recién le preparó su mujer; luego, acomoda en su mochila la bolsa del lonche que él mismo preparó la noche anterior y se despide de ella con el décimo beso del día, porque hubo otros -del 2 al 9- desde que se despertaron.
234: El celular apéndice que los sigue a todos lados -sí, hasta al baño y en el caso de ella, hasta a la regadera, porque es uno de esos que aguanta el agua- va tomando cada vez más el habitual rol protagónico de sus días y sus noches, conforme el sol se eleva en el cielo o la luna hace lo propio. Y más que hablar entre ellos, le hablan y escriben al celular; eso sí, a veces se dicen una que otra cosa vía wattsapp.
232: Corriendo a tramos y a otros caminando rápido, apenas alcanza a subirse al Ruta 109 que lo dejará en el Centro para tomar ahí otro que lo llevará al punto donde se concentran en Pesquería los del primer turno de Techgen-Ternium, para ser llevados a la fábrica por el transporte de personal que esos “humanitarios” y “respetuosos del medio ambiente” ítalo-argentinos contratan para mover a sus trabajadores. En los trayectos de los urbanos, dormita, cuidándose siempre de tener a buen recaudo su cel y la mochila, que debiendo ir en la espalda, va en su pecho por aquello de los carteristas que nadie para.
234: Como ellos usan audífonos inalámbricos -blancos los de ella, negros los de él- se topan varias veces uno al otro en su casa y cada quién ensimismado en lo suyo, ni se ven, mucho menos, se tocan o se hablan. Cuando él se va a la oficina -por ahí de las 11- le manda un wattsapp a su mujer para avisarle y encargarle uno que otro pendiente. A veces ella le responde con una carita de esas de los emoticones y a veces ni para eso le alcanza el tiempo, de lo ocupada que la traen sus cosas.
232: Ella le da una “pasada” a la casa -como resume en una palabra el aseo, la lavadera, la cocina, la arregladera, recogedera y tiradera de cosas- y se concentra en los pedidos que tiene qué entregar ese día, porque es comerciante y tiene montado un pequeño taller de manualidades a un lado de la cocina. Viendo el reloj se da cuenta de que a esa hora su marido debe estar llegando a su trabajo y le envía un corazón con un “te quiero” como único mensaje hasta antes de la comida, cuando le escribe -en el receso de él- “buen provecho, mi vida, come rico y acuérdate que aquí te espero a la noche”.
234: “¿Estás? Te recuerdo que a la noche tenemos cena en casa de los compadres; pásate por la Vinoteca y compra un vinillo, no tan caro, que no pase de unos $500. Ando en mis pendientes, si se te atora avísame para yo comprarlo. Besos, mua mua mua”.
232: “Muñeca, a la noche toca el Buki, a ver si no me hacen doblar turno, ya ves lo que pasó el otro viernes. Salimos de la casa máximo a las 6 pa ´ llegar a tiempo porque se va a llenar. Te quiero”.
CAJÓN DE SASTRE
“¿Mañana le sigues, verdad?, porque estoy segura de que en el 234 y en el 232 hay mucho respecto a cosas políticas y sociales que se viven en esos dos mundos tan distintos y distantes a pesar de nomás una manzana y los cien metros”, pregunta y afirma la irreverente de mi Gaby. Y yo le respondo: “Sí, si es que no se me atraviesan otras cosas”.
PL+´CIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “SIP, Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Desarrolló la primera plataforma BigData de México, para procesar y analizar altísimos volúmenes de datos en segundos. Miembro de los Consejos de Administración de varias corporaciones transnacionales. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países, que es utilizada para tomar decisiones y convertirla en inteligencia. Escribe diariamente su columna “IRREVERENTE” para prensa y TV en más de 50 medios nacionales y extranjeros. Maestro en el Tecnológico de Monterrey, la U-ERRE y universidades de Estados Unidos. Como montañista, ha conquistado las cumbres más altas de América.