Tiempo de diálogo
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‘Vámonos pal norte’.
Y ahora en caravana. Y con presión de multitud. Y ahí van hasta los niños y niñas sin papás ni parientes. Y sin equipaje ni provisiones. A la buena de Dios. Y se dan los campamentos fronterizos frente a la amenaza de las alambradas cortantes, los gases y la tropa armada.
Allá se escucha el “no queremos que pasen” y acá el “si ya entraron hay que cuidarlos y si los rechazan acomodarlos aquí o devolverlos”.
Puede haber inmadurez relacional.
Cuando la comunicación no logra la común unión. Cuando las distinciones se convierten en oposiciones y las oposiciones en separaciones y las separaciones en agresiones.
Lo civilizado, lo humano y lo cristiano es aprovechar las distinciones para llegar a una integración y complementación de lo diverso. Es el espectáculo del universo creado y del cuerpo humano. Es precisamente la diversidad la que logra todas las combinaciones evolutivas y funcionales para mantener los equilibrios de la permanencia y de la vida.
No sirve la posición dogmática sin autoridad divina que en todo quiere decir la última palabra. No ayuda la actitud polémica que de todo quiere hacer una discusión viendo en el interlocutor un adversario a vencer. No parece útil una pose dilemática que sólo ve blanco o negro, sí o no, todo o nada, y no sabe ceder para encontrarse con otra cesión ajena con la que logre un acuerdo. Ni funciona lo apologético que es postura defensiva, inventando ser atacado por todo.
Es lo dialógico la única posibilidad de síntesis valiosa. Cuando cada quien sabe escuchar dejándose penetrar por el pensamiento del otro, aceptando lo que es lúcido y sensato y, a su vez, aporta su visión sincera poniendo su ladrillo sin quitar el de su interlocutor.
Una inmadurez reactiva, impulsiva y compulsiva que improvisa un contraataque enganchándose en un conflicto innecesario es quedarse en un nivel de sótano, teniendo arriba un rascacielos. Responder a un grito gritando más y a un gruñido con un ceño. Subrayar el amor propio, la propia dignidad, el nacionalismo a rajatabla, es falta de sagacidad. Se pierde el nivel de dignidad y puede caerse en ramplonería salpicada de ingenuidad.
El diálogo encauza los arranques iniciales y los pone en la órbita del respeto mutuo y descarta cualquier atropello o juego de “vencidas” en selva pavimentada, practicando un canibalismo recíproco con tenedor. Así surgieron las guerras de la antigüedad y la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Es tiempo de diálogo viendo lo que allá se ve como emergencia, como invasión, como ilegalidad, como amenaza que requiere contención. Y lo que acá se quiere cuidar buscando que no se lesionen derechos humanos en el tránsito y que se atienda la fuente, la raíz del éxodo poblacional de sur a norte con inversión, promoción, elevación integral de esa región asolada.
Los dialogantes descubrirán que pueden trenzarse disminución de migrantes con tránsito humanizado y condiciones de seguridad y prosperidad en los países de origen. Que no expulsen sino produzcan asentamientos estables y satisfactorios en esa pequeña América del Centro, segmentada y descompuesta...