Tigres: Pizarro y los interiores
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El mediocampo de Tigres es un laboratorio. Se está adecuando a nuevas rutinas con la diversidad técnica de sus volantes. Ya no son dos los que contienen, sino tres los que deben calibrar la movida del equipo en ambas transiciones.
Ferretti ha optado por jugar con volantes interiores porque ha elegido atacar con Sosa y Gignac como puntas, y utilizar un solo extremo (Aquino), preferentemente por izquierda.
Nota: Sosa puede considerarse un falso extremo derecho o un falso “9”, según los momentos del partido.
Con este molde ofensivo cobran una significativa importancia las labores de Zelarayán y Torres, ambos alfiles del mediocentro Pizarro.
Los dos interiores tienen libertades de movimientos, pero deben asumir un compromiso para la marca. Eso es lo que le pide el DT. Pizarro es el eje: contiene y carga con la responsabilidad de ser el eslabón inicial de todas las jugadas del equipo.
Zelarayán siempre será feliz si le quitan ataduras tácticas. Y Ferretti al fin entendió que le debe conceder ese espacio para que el despliegue del cordobés alcance otra dimensión.
Partiendo desde el medio, Zelarayán tiene más visión y autonomía, pero eso sí, debe tener con mayor frecuencia el balón en sus pies y más socios con quienes combinar y tejer las jugadas de ataque.
Sin embargo, contra Toluca, Tigres se quebró en la mitad teniendo todos los recursos disponibles para poder dominar la zona. Se hizo permeable y los interiores fueron jalados hacia atrás.
El punto fue que Pizarro decidió jugar pegado a los centrales con el objetivo de ser la primera línea de pase y descuidó su función habitual. Este contexto perjudicó más de lo que benefició al equipo. Sin control en el medio, Tigres abrió huecos y dejó crecer posicionalmente a Toluca, quien se mudó a campo contrario y comenzó a presionar más adelante de lo normal.
A Pizarro le dieron la orden de salir jugando, pero no de bajar tanto. Al exLanús nunca el partido le pidió que se cobijara entre Ayala y Juninho. No hubo necesidad de hacerlo porque Toluca no disponía de una ofensiva numerosa. Tigres, por decisión de Pizarro —y no de Ferretti—, defendió todo el partido con 5 atrás.
Esta situación rompió todos los esquemas prefijados. Zelarayán, sin tanto amor por la marca, y Torres, expuesto y sin referencias para apoyarse, se vieron obligados a retrasarse y a desconectarse de los demás, o sea, los delanteros.
Y las consecuencias de este desorden táctico fue lo que se vio: Tigres se hizo largo, se quedó sin circuitos ofensivos, apostó al sacrificio individual de Aquino y optó por el pelotazo para Sosa y Gignac.
Así, esta postura ofreció dos facetas bien marcadas: Tigres se protegió más de lo debido y se quedó estéril en ataque. En definitiva, se autocensuró.
La conclusión es que Pizarro es más preponderante cuando se para como “5” natural y no como tercer central. Su mandato para conducir al equipo desde atrás no necesariamente debe asociarse a que tiene que jugar pegado a Guzmán.
Un mediocampo con interiores responderá si los tres volantes cumplen roles complementarios. Si uno de estos se desentiende de la línea como ocurrió con Pizarro, nada va a progresar.
No alcanza con despliegue o con más poder de destrucción en la región meridional. Tigres necesita juego, y estos tres mediocampistas se lo tienen que dar y cada quien en su lugar.