Torreón es sólo la punta del iceberg
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La idea de que los niños habitan en el mundo de la inocencia es un mito que nos ha venido muy bien. No es así. El problema es que a nosotros nos ha venido bien pensar que debemos de tenerlos en una burbuja y convencernos que debemos de protegerlos y mantenerlos al margen de la realidad. Las fiestas que hemos vivido apenas hace unos días dan cuenta de esta idea rosa que nos agrada pensar a cerca de nuestros chicos. Los niños ven, piensan, analizan y hurgan la realidad. Y lo que ha ocurrido apenas el viernes, en Torreón, es la evidencia, aunque nos disguste, implacable. Los inocentes e ingenuos somos los adultos.
Los niños no tienen más referencia que el mundo de los adultos. Desafortunadamente el mundo de los adultos no es el ideal. A parte lo ideal está ahí, en el mundo de las ideas. Aunque lo ideal pensamos a veces que es tener una cartera llena de dinero, un buen coche, harto poder adquisitivo, un buen cuerpo según sea el caso, pertenecer a ciertos grupos y, por supuesto, tener mucho éxito en cualquier dimensión de la vida.
¿Por qué nos sorprende lo que pasa con nuestros niños y la forma como actúan? Nuestro lenguaje es soez, nuestras acciones no educan, no forman; los gritos, la violencia verbal, las formas de comunicación campean en el terreno de la violencia, ni modo que no. Ellos sólo son el reflejo de una sociedad que ha involucionado.
¿Ahora nos espanta lo que pasa en nuestras escuelas? Seguro porque tenemos la primaveral idea de que son éstas las que deben de formas a nuestros hijos. Pero nunca tuvimos en cuenta que no sólo son las escuelas donde se forma a nuestros niños, también lo son las familias, los medios de comunicación y en general todo lo que nos circunda.
Solamente en 2019 hubo cerca de 36 mil homicidios y de ahí en retrospectiva hasta el 2006 la escalada de violencia, de muertos y de proliferación de armas. En este momento, según al informe “Datos que matan 2019: magnitud del comercio mundial de armas”, las ganancias llegan a los 398 mil 200 millones de dólares. Si estamos frente a una clase política que ha sentado la construcción de esta sociedad en la violencia, que se ha enriquecido a costa de la violencia, ¿por qué nos parece extraña la violencia que se vive en nuestro País?
Si la sociedad, las familias y los medios son productores de violencia en todos los niveles, la conclusión es la correcta, la realidad que nos circunda es violenta. Hoy quienes transmiten las noticias, por el amarillismo que les caracteriza, se rasgan las vestiduras. Pero no se han puesto a pensar que sus barras televisivas y de medios han sido las precursoras de todos esos altos niveles de violencia, de chismes, de desinformación, de violencia y de sinsentido porque es lo que consumimos diario. Sinceramente no podemos esperar otra cosa, sino violencia.
Hoy muchos padres se ponen histéricos al saber lo que pasó en la Laguna, pero siguen regalando videojuegos donde las armas y la violencia son los hilos conductores de las tramas. Todo esto aunado a la realidad que se vive en una buena parte de las familias mexicanas donde, según el Inegi con datos de 2018, de cada 10 familias, seis sufren violencia doméstica.
En realidad esto que nos preocupa, nos debería ocupar. La sociedad por todos lados se ha convertido en un caldo de cultivo. Hedonismo, individualismo, pansexualismo, nihilismo y el uso de tecnología que deshumaniza influyen a nuestros hijos y se respira por todas partes. La sociedad se ha convertido en caldo de cultivo.
Y como todo, vendrán las suposiciones, las inferencias y las hipótesis; son lo nuestro. Los culpables son los videojuegos, las escuelas que no aceptaron los programas de “mochila segura”, los padres de familia irresponsables, las familias desintegradas, no faltará. Lo cierto es que esto se olvidará como mucho en dos semanas y a seguir en la dinámica de la involución.
María Montessori no sólo decía que el niño posee una mente absorbente (título de su libro más famoso) sino que aprende imitando. Este tema es más profundo que el hecho de haber visto y jugado videojuegos que luego buscaron imitarse o de la falta de atención a nuestros chicos, o de darles una tableta para que se distraigan o de prenderles la tele para quitárnoslos de encima.
No seamos ingenuos ni sigamos creyendo que los niños son inocentes porque, como hasta ahora, los ingenuos e inocentes acabaremos siendo nosotros. Como racionales, los niños aprenden y más que nosotros gracias a las tecnologías de información. Nuestros hijos son más que un reflejo de lo que es y de cómo es nuestra sociedad, no infravaloremos su inteligencia.
Hace un año fue Monterrey y ahora es Torreón, son la punta del iceberg de la negación y testarudez que tenemos los adultos que seguimos sin modificar nuestra ruta hacia la solidaridad, la justicia y el sentido de trascendencia. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx