Trump, la mayor amenaza para las elecciones de EU… debate lo deja en claro
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La insistencia del mandatario sobre un fraude en los comicios, ejemplifica el principal peligro que se iría más allá de las urnas
Por: DAVID E. SANGER
La provocadora insistencia del presidente Donald Trump en los últimos minutos del debate del martes de que no había manera de que las elecciones presidenciales pudieran llevarse a cabo sin fraude podría considerarse la declaración extraordinaria de un presidente estadounidense en funciones de que intentaría llevar cualquier resultado a los tribunales, al Congreso o a las calles de no salir reelecto.
Sus comentarios se produjeron después de cuatro años de debate sobre la posibilidad de interferencia extranjera en las elecciones de 2020 y sobre cómo contrarrestar tales perturbaciones. Sin embargo, fueron un crudo recordatorio de que la amenaza más directa para el proceso electoral proviene ahora del propio presidente de Estados Unidos.
Su falta de voluntad para decir que respetaría el resultado y su campaña de desinformación sobre la integridad del sistema electoral estadounidense fueron más allá de lo que el presidente Vladímir Putin podía haber imaginado. Todo lo que Putin tiene que hacer ahora es amplificar el mensaje del presidente, lo cual el mandatario ruso ya empezó a hacer.
Durante las últimas semanas, Trump ya había venido diciendo todo lo que mencionó en su encuentro con Joe Biden en tuits y mítines con sus simpatizantes, pero nunca lo había hecho ante un público tan numeroso como el del martes por la noche.
Comenzó el debate con una declaración de que la votación que ya está en curso era “un fraude y una vergüenza” y la prueba de “una elección amañada”.
De inmediato se hizo evidente que el presidente estaba haciendo más que simplemente tratar de desacreditar el voto por correo al que se está recurriendo para garantizar que los electores no se vean privados del derecho a votar debido a la pandemia; la misma manera de sufragar que cinco estados han usado con un mínimo de fraude durante años.
Luego, alentó a sus seguidores a “acudir a las urnas” y a “vigilar muy de cerca”, las cuales parecían ser palabras clave para una campaña de intimidación de los electores que se enfrentan a los riesgos del coronavirus al votar en persona.
Y su declaración de que la Corte Suprema tendría que “ver las boletas electorales” y que “puede que no sepamos durante meses porque estas boletas electorales van a estar por todas partes” parecía sugerir que tratará de poner la elección en manos de un tribunal en el que se ha apresurado a consolidar una mayoría conservadora con su nominación de la jueza Amy Coney Barrett.
Y si no puede ganar allí, ya ha planteado la posibilidad de utilizar el argumento de una elección fraudulenta para que sea la Cámara de Representantes la que decida, donde cree que tiene una ventaja, ya que cada delegación estatal obtiene un voto en la resolución de una elección sin un ganador claro. Al menos por ahora, 26 de esas delegaciones tienen una mayoría de representantes republicanos.
En conjunto, sus ataques a la integridad de las próximas elecciones sugieren que un país que ha celebrado con éxito elecciones presidenciales desde 1788 (un primer experimento desordenado, que duró poco menos de un mes), a través de guerras civiles, guerras mundiales y desastres naturales, se enfrenta ahora al reto más serio de su historia en lo referente a elegir a un gobernante y transferir el poder de manera pacífica.
“Nunca habíamos oído a un presidente poner en duda deliberadamente la integridad de las elecciones de esta manera un mes antes de que ocurran”, dijo Michael Beschloss, historiador presidencial y autor de “Presidents of War”. “Este es el tipo de cosas que les hemos advertido a otros países que no deberían hacer. Apesta a autocracia, no a democracia”, agregó.
No obstante, lo que preocupó a los funcionarios de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos, que durante meses le han estado asegurando al pueblo que se puede votar con precisión y seguridad, fue que la diatriba de Trump sobre un voto fraudulento podría haber tenido la intención de llegar más allá de la audiencia nacional.
Desde hace tiempo les preocupa que las advertencias del presidente sean una señal para los poderes externos, principalmente los rusos, para su campaña de desinformación, que ha aprovechado el tema infundado de que los votos por correo son manejados mediante fraude. Pero lo que más les preocupa es que en los próximos 34 días, el país puede empezar a ver ciberoperaciones perturbadoras, en particular de secuestro cibernético de datos, con la intención de crear el caos suficiente para demostrar que el presidente tiene razón.
Llama la atención el modo en que la evaluación fundamental de Trump de que la elección sería fraudulenta difiere de manera tan marcada de la de algunos de los funcionarios que él ha nombrado. Apenas la semana pasada, el director del FBI, Christopher Wray, dijo que su agencia “no había visto, históricamente, ningún tipo de esfuerzo coordinado de fraude electoral nacional en una elección importante, ya sea por correo o de otra manera”.
Acto seguido, el jefe de personal de la Casa Blanca, Mark Meadows, atacó a Wray: “Con el debido respeto al director Wray, le cuesta encontrar correos electrónicos en su propio FBI”.
Trump no ofreció prueba alguna que respalde sus afirmaciones, aparte de mencionar un puñado de boletas electorales de Pensilvania desechadas en un contenedor, que fueron localizadas y contadas de inmediato por los funcionarios electorales.
Mientras tanto, el Departamento de Seguridad Nacional y el FBI han estado emitiendo advertencias, tan solo 24 horas antes del debate, sobre los peligros de la desinformación durante los que podrían ser momentos agitados después de las elecciones.
“Durante la jornada electoral de 2020, los actores extranjeros y los ciberdelincuentes están difundiendo información falsa y contradictoria a través de diversas plataformas en línea en un intento de manipular la opinión pública, desacreditar el proceso electoral y socavar la confianza en las instituciones democráticas de Estados Unidos”, escribieron los organismos en un anuncio conjunto de servicio público.
En el mensaje, los organismos detallaban el tipo de datos que podían filtrarse (en su mayoría, información de registro de los electores) y afirmaban que “no tienen información que sugiera que un ataque cibernético contra la infraestructura electoral de Estados Unidos haya impedido la celebración de una elección, haya comprometido la exactitud de la información del registro de electores, haya impedido a un votante registrado emitir un voto o haya afectado la integridad de cualquier voto emitido”.
Cuando se preguntó a los funcionarios que participaban en esos anuncios de servicio público si Trump tenía otra información que explicara sus repetidos ataques al sistema electoral, guardaron silencio.
No tenían otra opción. Era evidente para ellos que la principal fuente de desinformación era su jefe. Y el manual no incluía instrucciones para eso.
¿Alguien ganó el debate?, EU fue el gran perdedor
Jeremy W. Peters
Sin importar el ganador, hubo un consenso: Estados Unidos perdió.
Estos días no es posible estar de acuerdo en muchas cosas, pero hay algo que liberales, conservadores y observadores independientes dijeron por igual que estaba muy claro luego del primer debate presidencial la noche del martes: que no había ganadores. Estados Unidos perdió, dijeron.
En NBC Lester Hold dijo que la noche había sid o “un punto bajo en el discurso político”.
Un alto estratega republicano, Russ Schriefer preguntó: “En serio, ¿sería un problema que no hubiera más debates? ¿A alguien le sirvió este desastre?”.
Pete Buttigieg, el exalcalde de South Bend, Indiana y excandidato presidencial demócrata, sonó abatido: “Estados Unidos era la democracia líder del mundo. Luego pasó esto. ¿Ahora qué?”.
La mayoría de profesionales políticos y opinólogos que lo vieron dijo que los 90 minutos de discusión, interrupciones y gritos fueron un evento insoportable que contribuyó a agotar la paciencia de una nación agotada y atribulada.
La sensación casi unánime en torno al debate en general no se extendió a las críticas sobre el desempeño de los dos candidatos, el presidente Donald Trump y el ex vicepresidente Joe Biden. Aunque entre sus defensores habituales de la derecha hubo críticos del comportamiento dominante del presidente, otros insistieron en que sus golpes bajos a la familia de su oponente fueron exactamente lo que su base republicana quería escuchar.
LO BUENO QUE VIERON DE BIDEN
Biden pareció hablar en nombre de una gran parte de la audiencia cuando respondió exasperado ante las interrupciones del presidente y le dijo: “¿Vas a callarte, hombre?”.
En uno de los momentos más emotivos, Biden también ganó apoyo bipartidista por el modo en que atacó la carrera de Trump, incluyendo el manejo de la pandemia del coronavirus.
“¿Cuántos de ustedes se levantaron esta mañana y tenían una silla vacía en la mesa de la cocina porque alguien murió de COVID?”, preguntó Biden, al plantar a los pies de Trump las más de 200 mil muertes por el virus en Estados Unidos. “¿Cuántos de ustedes están en una situación en la que perdieron a su mamá o papá y ni siquiera pudieron hablar con ellos, debieron tener a una enfermera sosteniendo el teléfono para poder despedirse?”.
Rich Lowry, editor de la revista National Review, dijo que Biden estaba “ganando puntos” con su crítica a la respuesta del presidente al coronavirus.
LO QUE DESTACARON DE TRUMP
Muchos analistas evaluaron el desempeño de Trump del mismo modo en que consideran la mayoría de sus momentos más controversiales en público: se preguntaron si lo había perjudicado o beneficiado con su voto duro.
Kimberley Strassel, una columnista de The Wall Street Journal que simpatiza con Trump, dijo que la actuación fue un éxito entre los seguidores de Trump. “En esta, Trump gana”, dijo. “Fue consistente y presentó los puntos de su plataforma electoral: ley/orden; economía; corrupción en temas de investigación del FBI/Hunter [Biden]; manejo del virus”. c.2020 The New York Times Company
c.2020 The New York Times Company