Un jueves negro…
COMPARTIR
TEMAS
El jueves de esta semana, en proyección nacional, los mexicanos vimos escenas que se antojaban de una película de Tarantino, pero no, no se trataba de ningún filme sino de la realidad de un brutal enfrentamiento entre la Guardia Nacional de López Obrador con los delincuentes de Culiacán. Se suponía que iban a detener a Ovidio Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, a través de una operación policial. Alrededor de 35 policías se apersonaron en Tres Ríos, una zona exclusiva de la capital de Sinaloa donde vive el hijo del Chapo Guzmán. Esto fue entre las 14:30 y 15:00 horas. Tomaron la vivienda, con el blanco a aprehender adentro. Contraatacaron los criminales, y hete aquí que, entre las 17:00 y 17:30 horas, tuvieron que soltarlo porque se armó una situación de caos y terror con civiles en medio que la autoridad no pudo controlar. No sé si a usted le tocó escuchar en los videos circulantes, porque a mí sí, a alguien del cártel que gritaba, palabras más, palabras menos: “Ni una bala más… ya liberaron a Ovidio… Vámonos…”. ¿Cómo es posible? No se trataba de un paseo al parque.
Lo que vimos el jueves a través de las redes sociales fue el triste espectáculo de la debilidad del Estado mexicano para enfrentar a la delincuencia organizada. No pudo la Guardia Nacional con el despliegue de fuerza de los forajidos, quedaron a la vista la incapacidad e ineptitud de la errática política de comunicación del Gobierno Federal. Después de escuchar en la rueda de prensa al secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, y adláteres, la confusión de lo acontecido fue mayor. Ambigüedades y titubeos. Pero el corolario no tiene adjetivos, liberaron al que ya tenían detenido por la contundencia de la respuesta de la banda de Guzmán, y el presidente López Obrador respaldó la decisión tomada por el Gabinete de Seguridad: “Yo avalé esa decisión porque se tornó muy difícil la situación”. No admite que la fuerza pública fue rebasada por la delincuencia organizada, replica con: “Eso es más que nada una conjetura de los expertos, sobre todo de nuestros adversarios”. Fue más sensato el Jefe del Ejército, quien subrayó que el operativo se hizo de “manera precipitada, con deficiente planeación y falta de previsión sobre las consecuencias”, obedeciendo en mucho a la solicitud de extradición de los norteamericanos, quienes acusan a Ovidio Guzmán de una serie de delitos vinculados al narcotráfico. El Presidente sigue perdido en su realidad personal, la que él se ha inventado, y en este hecho en particular lo que tristemente está dejando de manifiesto es que no tiene los “cómos” para ponerle freno a la violencia que está vapuleando a México.
El jueves de esta semana el narco impuso su ley, exhibió que el emperador está desnudo. ¿Cuándo va a entender el Presidente que la corrupción no va abatirse con su sola presencia, ni con exhortos, ni con ejemplos, ni con amor y paz, ni con cuanta cosa que se le ocurre para mantener absortos a sus seguidores? Hay demasiados focos rojos encendidos, ¿no los ve? Están Michoacán, Guerrero, por mencionar dos de ellos, hay mucha sangre derramada… Y está la frontera de Chiapas con la gran problemática de los migrantes, que aunque es de otra naturaleza, la violencia no está ausente.
El narco tiene como patrones la violencia, el crimen y la muerte, cuando se decide combatirlo se genera un proceso autodestructivo. En la medida que ese combate –afirman los expertos– va teniendo éxito, se les conduce a niveles de degradación más profundos y a un mayor nivel de violencia, y esto genera un problema político. La violencia tratada así tiene un ciclo descendente, a no ser que el Gobierno eche reversa. Si no se le enfrenta, deja al Estado sin poder coercitivo y le disputa, sin miramiento alguno, espacios de poder.
El jueves en Culiacán le dio una probadita. El combate al narcotráfico es muy complejo, y esto lo dicen los estudiosos del tema, por principio no se puede partir de la idea de que se va a acabar con él. Lo que sí se puede hacer es arrinconarlo y reducir significativamente el nivel de daño. A medida en que el Estado va actuando, les acorta las expectativas de un retiro a modo, y saben que acabarán muertos o en la cárcel. Fácil no va a estar. El narco está metido hasta el tuétano en el tejido social de este País; en la política financia campañas, se hermana perfectamente con la corrupción y la impunidad, las provee. En la economía genera empleos, crea infraestructura, llena los vacíos a los que el Estado no llega.
Así las cosas, Presidente… De ese tamaño es el desafío.