Una alcahueta
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Lo que voy a contar hoy sucedió en Arteaga hace cosa de medio siglo. Las constancias que acreditan mi relato están en los archivos policiacos de la Villa, y también en los de Saltillo.
Una joven mujer vecina del rancho Casablanca, en la sierra, tenía una dolencia extraña que no la dejaba en paz. Ella y su esposo habían consultado a varios médicos. De nada sirvieron los fármacos que recetaron los facultativos: la muchacha seguía con su mal.
Alguien les habló de una bruja que vivía en Saltillo -en la Colonia Provivienda, por más señas-, y vinieron a verla...
Antes de seguir adelante con la historia debo citar un importante dato: la joven campesina era bella de rostro, y más aún de cuerpo. Ni siquiera su enfermedad había bastado para quitarle un ápice de su hermosura.
La tal bruja examinó a la enferma y le dijo que tenía un mal puesto. Tan grande era ese maleficio que sus poderes -los de la bruja- no serían suficientes para sacárselo. Conocía, sin embargo, a un señor muy bueno -así dijo- que de seguro la curaría. Podían ir a verlo en ese mismo momento, si querían.
Aceptó la pareja. Hizo la bruja una llamada telefónica y se concertó la cita con el hombre. La mujer le pidió al esposo que se quedara a cuidarle la casa, pues en su colonia había muchos ladrones. Ellas tomaron un taxi y fueron a la casa del señor muy bueno.
Dejó la bruja en la puerta a la muchacha; le dijo que en una hora regresaría. Esa hora fue bien aprovechada por el señor muy bueno: violó a la joven esposa.
Ella no dijo nada de lo que había pasado ni a la mujer ni a su marido. Regresó con él al rancho. Una semana después el esposo recibió recado de la bruja: debía ir a Saltillo por unas medecinas para su señora. Fue, en efecto.
Apenas había salido llegó a la casa donde vivía la muchacha el hombre que la había violado. Ella sacó una pistola que su esposo guardaba en el ropero. Cuando el individuo forzó la puerta y entró la muchacha le metió un balazo en la cabeza.
El muerto resultó ser un ricacho de Monterrey. Detenida por la policía ella declaró todo lo que le había pasado. La bruja negó haber conocido al violador. Las pesquisas, sin embargo, mostraron que la mujer le servía de celestina al regiomontano: le conseguía muchachas y se las llevaba a la casa que el regiomontano tenía en Saltillo para sus devaneos eróticos.
Cuando el esposo de la muchacha tuvo noticia de lo acontecido fue a preguntar por ella al Ministerio Público. Un gendarme lo reconoció: hacía seis años el hombre había matado a un individuo. Todo ese tiempo se le había buscado inútilmente. Fue a la cárcel también.
Hace unos días leí que los productores de series están muy preocupados porque no encuentran buenos escritores para que hagan los guiones. ¿Por qué no contratan a la vida? Tiene muy buenos argumentos.