Una película sobre aristócratas

Recién se estrenó en nuestro país la película Downton Abbey, producción que da continuidad a la serie británica de televisión que terminó en 2015 y, durante seis temporadas, causó un enorme impacto global el cual, la verdad, nadie vio venir. Con la intención de resucitar las series de época que tanto le gustan, el productor Julian Fellowes se dio a la tarea, hace una década, de escribir la historia sobre una familia de aristócratas ingleses y sus sirvientes quienes retratan a la perfección el estilo de vida de aquel tipo de personas, a inicios del siglo XX.

La serie tuvo momentos muy brillantes y, mientras lanzaba a la fama a jóvenes actores como Michelle Dockery, Laura Carmichael, Allen Leech y hasta Lily James (quién más adelante triunfó en Hollywood protagonizando La Cenicienta, entre otras cintas), también consolidó la trayectoria de grandes figuras entre quienes destaca la gran actriz Maggie Smith, que interpreta a Violet Crawley, la condesa viuda de Grantham. Las frases lapidarias que este personaje lanzaba, la han hecho verdaderamente icónica.

“¿Qué es un fin de semana?”, preguntaba con toda honestidad la condesa viuda que, por pertenecer a la clase más alta de la sociedad donde le había tocado nacer, jamás había trabajado un sólo día de su vida. Por destellos como éste y por retratar con gran exactitud sucesos históricos como el hundimiento del Titanic, la Primera Guerra Mundial, el advenimiento del teléfono, la epidemia de la Fiebre Española y muchos otros, el público dio puntual seguimiento a todos sus capítulos y hubo un gran lamento generalizado cuando terminó al final de su sexta temporada.

Justamente desde diciembre de 2015, cuando la serie terminó, hubo muchos rumores de que la historia y su gran éxito bien podrían tener continuidad en una película de gran presupuesto al más puro estilo de Hollywood. Sin embargo, no fue sino hasta julio de 2017 que los productores confirmaron que la cinta sería una realidad y a finales de agosto del mismo año inició la filmación en Londres. Hace exactamente un año, durante el mes de noviembre se terminó la filmación y el pasado 13 de septiembre del presente año se llevó a cabo el estreno en el Reino Unido. Fue hasta este fin de semana que podemos verla en México.

Honestamente creo que sería una gran idea que todos acudan a ver esta nueva historia de la familia Crawley. Si bien la serie termina en 1925, la cinta recoge la historia en 1927 cuando los personajes ya se han asentado a las nuevas etapas en su vida. Especialmente Lady Edith quien, después de haber sido siempre “el patito feo” de la familia, supera a todos en rango al convertirse en la marquesa de Hexham. Ahora en la película, la familia se enfrenta a un nuevo reto: recibir en Downton Abbey, su señorial residencia campestre, a los reyes de Inglaterra.

¿Por qué han causado tanto revuelo las anécdotas, alegrías y vicisitudes de una ficticia familia de antiguos multimillonarios y sus sirvientes? En primer lugar porque resultan un escape perfecto de la realidad. Como un descanso de la rutina diaria y de las omnipresentes redes sociales. Ver cómo vivían y se relacionaban personas británicas de clase alta hace cien años es muy interesante, por decir lo menos. Es más, los actuales aristócratas de Reino Unido ya no viven como los personajes de Downton Abbey.

De hecho, en la vida real, Downton Abbey es el Castillo de Highclere, propiedad de los condes de Carnarvon, quienes han permitido y facilitado la grabación de la serie y la filmación de la película, logrando así que su propiedad adquiera fama internacional e ingresos para seguir manteniéndola en su máximo esplendor. Esto nos lleva a entender que la vida de aquellos que tienen títulos nobiliarios en la actualidad es mucho menos glamorosa de lo que fue en otros siglos. Por lo pronto, vale mucho la pena ver Downton Abbey, la película.