Una pirámide es siempre una pirámide
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Mientras la ambición por el dinero fácil siga siendo una característica generalizada , puede pronosticarse, que seguirán apareciendo nuevos esquemas piramidales
Cuando algo suena demasiado bueno para ser cierto, lo más probable es que no lo sea. La fórmula es simple, cualquiera puede comprenderla y no requiere de habilidades particulares para ponerla en práctica. Pese a ello, cientos de personas siguen siendo víctimas cotidianamente de engaños que plantean la posibilidad de obtener ganancias como por arte de magia.
Es el caso del reporte periodístico que publicamos en esta edición, relativo al más novedoso esquema de fraude “piramidal” que ahora se propaga a través de redes sociales y, aparentemente, lo hace fundamentalmente entre las integrantes del sexo femenino.
Bajo el lema “Mujeres en Transformación”, las futuras víctimas son contactadas vía internet y se les convence de que con una “inversión” de 24 mil pesos podrán obtener, sin realizar esfuerzo alguno y a la vuelta de algunos días, casi 200 mil pesos.
Y para convencer de la autenticidad del ofrecimiento se cuenta, desde luego, con “testimonios” de quienes ya han visto operar el milagro de la multiplicación de su dinero.
La referida estafa es tan sólo el más reciente rostro de un esquema mediante el cual, desde hace mucho tiempo, miles de personas han sido engañadas haciéndoles creer que es posible obtener enormes ganancias simplemente logrando la incorporación de más personas a un proceso que, teóricamente, se sostiene a sí mismo.
La realidad es muy distinta y en múltiples ocasiones se ha explicado como los esquemas piramidales, aunque al principio parecen un gran negocio, solamente le representan ganancias a quienes los inician, pues para “multiplicar el dinero” se requiere la participación de un número muy grande de personas y ello provoca que el sistema rápidamente colapse.
No importa la forma en la cual se presente: una pirámide es siempre una pirámide y tendrá siempre el mismo destino. Logrará ganancias para algunos, pero al final dejará con un palmo de narices a la inmensa mayoría, a los incautos que llegaron tarde al juego y solamente les tocó “aportar” para que otros disfrutaran del éxito.
No se trata, por supuesto, sólo de ingenuidad. Detrás de la estafa se encuentra también la ambición de ganar dinero sin esfuerzo; la idea de que puede haber mecanismos que nos aseguren el éxito financiero sin necesidad de invertir una gota de sudor.
Y mientras la ambición por el dinero fácil siga siendo una característica generalizada en nuestra sociedad, puede pronosticarse, sin temor a la equivocación, que seguirán apareciendo nuevos esquemas piramidales —más o menos sofisticados—y que habrá nuevas generaciones de incautos que escucharán el canto de la sirenas para terminar lamentándose después por su ingenuidad.
El antídoto, sin embargo, es muy barato y sencillo: entender que cuando algo suena demasiado bueno para ser cierto, seguramente no lo es.