Una red atrapada
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Un nombre inventado. Una foto retocada. Un tecleo de desahogo y de impulso. Un lenguaje rebuscado. Y una salpicadura constante de mediocridades y sandeces. Es la deshumanización de la relación.
Tirar a la basura la cortesía. Cancelar la hidalguía generosa del diálogo que escucha comprende y no contradice sino distingue. Ese que no niega sino descubre lo aceptable de lo distorsionado. No dar la medida de la caballerosidad. Hacer de la distinción una ocasión de oposición y de separación. Tomar al interlocutor como enemigo, como usurpador despreciable, como competidor tramposo, desconocer la dignidad de la persona independientemente de su conducta.
Hacer de la conversación una polémica de polarización extrema. Acentuar la actitud dilemática que no negocia ni conoce grises sino sólo blanco o negro. Poner la línea que separa el bien del mal entre grupos humanos, sin advertir que esa línea pasa por el centro del corazón de toda persona. Y repartir etiquetas. Preparar moldes cerrados en donde meter lo diferente.
De esa actitud salvaje brotan las ridiculizaciones, los denuestos, los calificativos denigrantes y expletivos, las bofetadas de satanización desde una falsa sacralización. Se exhibe la propia vileza al echar sobre otro el lodazal que convierte el lenguaje en verborrea inmunda. Se convierte la red en una red insocial. No se atrapan interlocutores amigos, sino que la misma red queda atrapada por una incapacidad relacional. Es sólo una algarabía de invalideces agresoras.
Eso que se llama libertad de expresión queda convertido en un libertinaje inexpresivo de despersonalización recíproca. Decencia, civilización, disidencia noble como servicio a la incompleta verdad ajena son valores ignorados o despreciados por una rudeza en que se abraza la violencia que sólo aplasta, destruye y desprecia.
Lo que podría ser un banquete de sabores diferentes es convertido en un chiquero pestilente en que predominan un tú y un yo en que nunca hay un nosotros. Queda convertida la red en una plaza pública repleta de basura, después de una serie de desencuentros y desaseos contaminantes. Es la desafinación estridente de un instrumento admirable de intercomunicación tecnológica. Queda en selva pavimentada, en canibalismo con tenedor.
El contraste también es sorprendente. Se encuentran rincones de comunicación espléndida y humanizante. Las diferencias se convierten en recíproco enriquecimiento informativo. El viento contrario parece elevar a quienes lo reciben. La mano no se ríe burlonamente del ojo sino le hace sombra frente al sol, lo acaricia en instantes de fatiga. Y el ojo busca en la mano la paja que lo hiere y sus dedos la extirpan.
Siempre habrá trigo y cizaña. Aciertos y desaciertos. Vicios y virtudes. Guerras y reconciliaciones. Y siempre habrá el enjambre de libres albedríos, de libertades para hacer siempre el bien y de libertades para intentar destrucción de la vida, de la dilección y de la paz.
Las redes en el mar atrapan peces. Pero la red social queda atrapada porque toda una colectividad de personas valiosas exhibe la peor versión de sí mismas.
Que siga la verdadera libertad de expresión reinando en todas las plataformas. Y que también venga una llovizna de responsabilidad a darle su frescura fecundante. Así la red no se atrapará a sí misma sino puede ser un pantano, sí, pero en que vayan abundando los lirios acuáticos...