Una serie de segundas oportunidades
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Netflix estrenó el pasado viernes 13 su adaptación de los primeros cuatro volúmenes de ‘Una serie de eventos desafortunados’ de Lemony Snicket. La serie contiene más diversión y ocurrencias que lo que su primer capítulo, algo flojo, deja ver.
Calificación: 8 de diez
“Una serie de eventos desafortunados” es una serie de contrastes y exageraciones a veces difíciles de digerir. Entre la extraña animación digital, no siempre intencionalmente mala, el tono serio que predican y la obviedad de su ácido y a veces cruel humor y, por supuesto, la memoria de Jim Carrey (“Todopoderoso”, “La Máscara”) aún presente en el subconsciente incluso después de trece años, para algunos esta podría no ser la mejor forma de presentar los libros de Lemony Snicket en pantalla. Pero, de hecho, lo es.
La versión cinematográfica de 2004 dirigida por Brad Silberling (“Casper”) y protagonizada por el cada vez menos visto Jim Carrey tenía las intenciones que Netflix ahora parece sí cumplirá, adaptar los 13 libros de la saga de Lemony Snicket (seudónimo de Daniel Handler).
Hay mucho que se puede comparar, sin duda, empezando por la interpretación del villano, quien en muchas ocasiones se lleva el show. El Conde Olaf, supuesto pariente de los huérfanos Baudelaire y pésimo actor de teatro, es llevado a la vida por Neil Patrick Harris (“How I Met Your Mother”) un verdadero actor de teatro y televisión. Y uno muy bueno.
El carisma de Jim Carrey es difícil de negar, pero su Conde se queda corto a lo que ahora se pudo lograr. Los manierismos del actor de “Ace Ventura” que vuelven tan atractivos sus personajes están presentes en esta nueva aproximación, mas a ellos se agregan las aportaciones de Harris, que nos da detalles y ocurrencias donde el primero, nos falló.
Los niños Baudelaire son también comparables a sus contrapartes cinematográficas. Los mayores, Violet (Malina Weissman, “Supergirl”) y Klaus (Louis Hynes), son presentados en ambas adaptaciones como preadolescentes sabihondos, carentes de mucha profundidad emocional. Esto aleja un poco al público, y en cierta forma la versión de Netflix falla al hacerlos realmente serios, dificultando una conexión. Sin embargo, también permite que los coloridos personajes que los rodean, destaquen aún más, empezando por el Conde, y siguiendo por los demás tutores y adultos que los tienen a su cargo.
Sunny Baudelaire, la bebé de la mandíbula de acero y un constante sarcasmo expresado en balbuceos que curiosamente muchos en su mundo logran entender, no ha dejado de ser una buena muestra de las consecuencias de un CGI (efectos por computadora) de bajo presupuesto. En otras palabras, es tan falso que resulta cómico en la mayoría de las ocasiones. Y es que ella requiere de hacer cosas para la trama que un bebé real no sólo no podría hacer, sino que resultaría peligroso.
Billy Connolly y Meryl Streep interpretaron en 2004 al Dr. Montgomery Montgomery y a la Tia Josephine. Ambos papeles ahora están en manos de Aasif Mandvi (“La Propuesta”) y Alfre Woodard (“Captian America: Civil War”) respectivamente. Y aunque en el caso de la Tia Josephine, debido a la actriz que primero ocupó el puesto, se podría creer que había unos zapatos muy grandes por llenar, la realidad es que Alfre Woodard hace un buen trabajo en presentarnos a el mismo personaje, con los mismos miedos y manías de la primera.
Y es que aunque la fidelidad a la fuente no permite mucho distanciamiento entre ambas producciones, Netflix se lleva todos los puntos pues el formato televisivo le permitió explorar algo que sólo superficialmente fue mostrado en el pasado y que es esencial a los libros. El misterio detrás de la muerte del Sr. y la Sra. Baudelaire.
Desde el primer capítulo queda claro que hay mucho más detrás de este acontecimiento, que no fue accidente después de todo. Y todos aquellos que llegan a las vidas de los huérfanos después de esto, exceptuando al incompetente Sr. Poe, parecen estar involucrados en cierta manera. Este hilo conductor le da un propósito superior a la historia, mas que el simple narrar de los tristes acontecimientos, como no deja de recordarnos Lemony Snicket mismo, interpretado por Patrick Warburton (“Ted”, “Padre de Familia”) y quien funge como narrador.
Él encabeza la lista de los personajes que se sirven del sarcasmo y el humor ácido, disfrazado de sincera seriedad y malestar por la naturaleza de tan “desafortunados eventos”. Y aunque en ocasiones sí llega a ser bastante oscura, el punto más fuerte de la serie se halla aquí, en la consciencia que tiene de sí misma, un intento desesperado por mantener la seriedad. Y esto resulta muy entretenido en general.
Los títulos iniciales son el primer indicio de que esta falsa solemnidad es totalmente voluntaria. Neil Patrick Harris canta una canción extraña que describe la situación de los niños durante el volumen que el espectador está por ver, y siempre dice más de lo que uno esperaría escuchar, contando detalles de la narración que sólo podrían ser considerados “spoilers”. Por todo esto es que el primer capítulo alejó a muchos de continuar viendo la serie. Si bien es cierto que en la actualidad casi no se dan segundas oportunidades, si los primeros minutos de una película, las primeras líneas de un libro, o las primeras horas de un juego no te atrapan, vas a lo siguiente. Esta serie sí se merece una segunda oportunidad, porque lo vale. Y antes de que te des cuenta, estarás disfrutando de los horribles acontecimientos a los que se tienen que enfrentar estos desafortunados hermanos, acompañado de piezas musicales tan curiosamente agradables como los personajes secundarios, los escenarios y los vestuarios que componen este extravagante espectáculo.