VerInferno
COMPARTIR
TEMAS
Por: Jovan Valente Fernández Ibáñez
-Debemos apurarnos- dijo, levantándose del sucio charco de agua- si no nos movemos, vendrán a buscarnos aquí.
-Tienes razón- reconoció James, y apagó el VerInferno.
Los temerosos hermanos salieron de aquél húmedo túnel con color a aguas residuales, y sigilosamente corrieron a través de matorrales llenos de luciérnagas y aves nocturnas.
Era de noche. La población mundial no pasaba los diez millones de habitantes; ‘La Gran Oleada’ había exterminado casi todo el mundo.
Se dice que el infierno comenzó cuando una joven enamorada decidió unir su vida a la de aquel ser de otro mundo, hace poco más de cien años. La especie progenie desarrolló habilidades anfibias y algunos fueron dotados de colosales alas de seis metros de envergadura; eran humanoides de, al menos, dos metros de altura. Sus pieles supuraban sangre contaminada, era la forma en la que depuraban tóxinas a través de sus poros. Sus dos pares de ojos eran una mezcla de mirada felina y de reptil. Sus bocas eran anchas y llenas de afilados dientes frontales, parecían navajas de diez centímetros de largo, sucias, llenas de sarro y restos de cadáveres humanos. Sus piernas eran gruesas y color tornasol oscuro y de sus manos se asomaban protuberancias que se retorcían como gusanos. Sus mentes eran el siguiente paso a la evolución: cerebros con veinte veces las facultades que posee el del ser humano; una primitiva forma de telequinesis había sido desarrollada.
Zac cuidaba de su hermano menor y James se encargaba de monitorear el VerInferno, un dispositivo de alta tecnología que advertía cuando un Presto merodeaba cerca.
El VerInferno poseía tres niveles, en cada uno, un color distinto:
Verde: Un Presto se encontraba a, aproximadamente, 200 metros de distancia.
Amarillo: Un Presto se encontraba a, aproximadamente, 30 metros de distancia.
Rojo: Un Presto se encontraba a, aproximadamente, 3 metros de distancia.
El inconveniente era que, al ser activado el VerInferno, las ondas radiales de éste, eran detectadas por los horribles seres. De modo que, no era conveniente mantener prendido dicho dispositivo, todo el tiempo.
-Busquemos comida- sugirió Zac, a James- No tardaremos más de dos días en morir si no encontramos algo para alimentarnos.
-Ve, te cuido la espalda con el VerInferno- respondió James a Zac, siendo las últimas palabras que le dijo a su hermano, antes de la muerte de uno de ellos.
Atravesaron sembradíos abandonados; el trigo y la cebada crecían caóticamente en granjas que, hacía algunos años, alimentaron a cientos de familias de la comunidad.
Los cielos eran como manchas de terciopelo rojo, rasgados por tentáculos que salían a través de las aglutinadas nubes.
Zac le llevaba la necesaria distancia a James; si ocurría una emboscada, al menos uno de los dos tendría tiempo para escapar.
James encendió el VerInferno y una desafortunada luz verde apareció en el pequeño aparato; lo apagó.
Por medio de señas, el hermano menor dio aviso al adelanto Zac; era cuestión de 100 metros, los que este último le llevaba.
James se extrañó al ver a su hermano hincado hacia algo que parecía ser el cuerpo de una joven. La joven mujer, herida, apenas pudo levantarse. Zac indicó con sus manos, lo que James interpretó como “espera un poco, dame unos minutos”. Estaban entre largas espigas que se mecían con los fuertes vientos que comenzaban a manifestarse. James se agachó sin perder de vista a su hermano. Zac comenzó a actuar demasiado extraño: parecía que ultrajaba la voluntad de la joven que yacía entre sus brazos. James mantenía su atónita mirada, mientras volvía a encender el VerInferno. Zac desnudó el cuerpo de la debilitada joven y comenzó a acariciar bruscamente sus pechos; la poseyó violentamente. El VerInferno estremeció los nervios de James: amarillo; lo apagó.
Zac sació sus instintos sexuales y derramó sus fluidos en el cuerpo postrado de la adolorida mujer. James no cabía en sí, ése no era su hermano.
El decepcionado hermano menor estaba a punto de encender el VerInferno, pero se percató de que un aterrador Presto yacía en el techo de una choza cercana al lugar de la violación cometida por su hermano, Zac.
-Hermano… corre- susurraba el aterrorizado James, como anhelando que la fuerza del viento llevara sus palabras hasta los oídos de su hermano mayor, quien se preparaba para continuar con su travesía en busca de comida.
Zac volteó a ver a James y sonrió. El enorme cuerpo alado del Presto cayó a 2 metros de Zac. James se levantó y corrió con dirección a su hermano, para intentar ayudarle. Zac miró la oscura cara del ser alado, y mientras un líquido púrpura brotaba de entre las grietas de su diabólico rostro, también lo hacían las lágrimas de terror en sus ojos; sabía que la hora de su muerte había llegado.
-¡Nooo!- gritó James. El enorme Presto cargó a Zac con sus poderosas garras y de una mordida arrancó la cabeza de su víctima. James cayó y rodó por el piso para esconderse. Lloró, lloró mucho. Encendió el VerInferno. Recordó que, a pesar de sus errores, Zac no era un mal tipo, “nos tocó vivir en una época de caos y supervivencia”, se decía para justificar la humanidad que orilló a Zac a violar a una mujer, minutos antes.
James recordaba las historias que, cuando niños, eran oyentes; sus padres procuraban transmitir los valores intrínsecos de una sociedad humana estable. Recordó también, aquel día en el que cayó de su bicicleta y Zac fue corriendo a su auxilio; era más el sentimiento de haber fallado a su hermano mayor, que el dolor por las heridas de la ca… El foco rojo prendió.
‘VerInferno’ pertenece a la antología de cuentos oscuros ‘Espejo de Medianoche’, de Jovan Fernández.
*Jovan Valente Fernández Ibáñez
Artista multidisciplinario, originario de Torreón, Coahuila.
México. Activista social y apóstata del Sistema.
Ama los videojuegos y a su perro ‘Diego’.