Vidas al límite 3/3
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¿Cuándo se jodió la humanidad toda? ¿Cuándo llegó el Apocalipsis a nuestras vidas? Yo tengo fecha: cuando apareció la red de internet, los celulares, las pantallas planas, las cámaras integradas en los gadgets de moda y cuando el primer ser humano de esta era digital, se tomó una fotografía a sí mismo (Selfie, al parecer se llama). Hoy la realidad ya no lo es tal. Es decir, si antes era el “playback” de los artistas de plástico y lentejuelas, hoy es la “realidad” manipulada mediante los programas digitales, las fotografías de sí mismos y el uso de decorados para la ocasión, para ofrecer una imagen distorsionada y placentera del tipo a exhibir. ¿Cuál sería hoy la idea del cine de los hermanos Lumière? ¿Cómo sería el tipo de cine el cual hoy nos ofrecería el mítico y genial Charles Chaplin? Es imposible saberlo, pero los aportes de los tres: los primeros al crearlo y el segundo al inventar el cine tal como hoy lo disfrutamos, tiene vistas a la genialidad, a la creación del lenguaje cinematográfico tal cual hoy lo leemos y vemos y poco o nada tiene de vistas al tejido sonámbulo donde el egocentrismo es la divisa a la cual se quiere hacer protagonista como un lenguaje actual y para la sociedad de hoy, precisamente.
No pocos comentarios he recibido por las dos anteriores columnas aquí editadas donde someramente he abordado al genio de Charles Spencer Chaplin (1899-1977), quien en un momento de divina inspiración, creó a Charlot, aquel vagabundo, entrañable vagabundo con un puntilloso sentido del honor y del humor. Clochard de rancia prosapia, era cómico y gracioso, pero con un semblante triste por siempre. Hizo de su vestuario, de su vestimenta, todo un símbolo donde el hábito si hizo al monje. Todo mundo tenemos la imagen tatuada en nuestro cerebro de este nómada venido a menos: una chaqueta más bien corta o estrecha para el cuerpo, unos pantalones de sobrados hilos para su enjuta humanidad, sus zapatones, su estilo inigualable de bailar con ellos hacia afuera o bien, derrapar en giro increíble sobre ellos y claro, aquel guiño de fantasía: tirar su colilla de cigarro por detrás del hombro y darle justo antes de caer una patada y sin mirar…
Este y no otro es Charlot; sí, pero igual de importante, al mismo nivel de genialidad en la creación de un personaje o bien, en la construcción de un lenguaje en este caso el cinematográfico y el cual aún hoy básicamente es el mismo, es lo siguiente: el mítico Chaplin es autor (compositor) de la música de sus cintas y esto ha sido digamos, eclipsado, por su actuación, guion y dirección de todas sus películas; pero, para el especialista musical e historiador, Timothy Brock, Chaplin “era músico antes de ser actor”.
ESQUINA-BAJAN
Este investigador y a la vez, compositor él mismo de música para cine silente, lo dice tajante y sin ambages: “(Chaplin) era músico antes de ser actor. Fue integrante de The eight Lancashire lads, un grupo de danza de zuecos, como cantante y bailarín. Estuvo en el escenario desde que tenía cinco años. Sus padres eran cantantes en el Music Hall inglés…” Cuenta Timothy Brock en una entrevista para la revista “Variopinto”, cuando vino a dar una serie de conciertos en México en el año 2015, de éste a la vez haber conversado con su amigo, el músico asociado de Chaplin en “Tiempos Modernos” y “El gran Dictador”, David Raksin, de una rutina como penitencia la cual tenía Charlie Chaplin en el momento de su trabajo en la producción y dirección de sus películas.
Chaplin llegaba a las 9 de la mañana y empezaba a componer la música por lo menos, hasta la hora de la comida. Sólo hacía una escena por día y la trabajaba hasta la perfección, ininterrumpidamente. A la mano tenía una moviola con la cual avanzaba y retorcedla en las escenas y así, una y otra vez. Charlie Chaplin tocaba el piano para poner la música al subir una escalera, al perder la compostura por una cáscara de plátano, cuando Chaplin movía una ceja y la regresaba a su sitio… Chaplin tocaba y tocaba el piano en todas estas escenas, mientras un asistente la anotaba para la pauta y plasmarla en la partitura correspondiente.
Y sí, ya cuando el cine tuvo voz y se volvió sonoro. Los filmes de Chaplin tienen ese eco amoroso, esa atmósfera de nieve fresca la cual como un mullido colchón, se deja sentir en el espectador, pero la cual desaparece como volutas en la mano, cuando tratamos de sujetarla para siempre. “Carreras sofocantes” fue cuando nació el personaje de Charlot (1914) y la inconmensurable “Tiempos modernos” de 1936, es la última aparición del vagabundo, ya convertido en icono tanto popular como intelectual del siglo XX. Nada mal para un pobrecillo niño de estirpe dickensiana, al cual el padre lo abandonó para seguir su carrera de alcohólico y artista en desgracia. Su madre cedió a sus trastornos mentales y murió recluida en sí misma y en su demencia. Vida al límite, sin duda. Como lo es también la vida del mayor poeta del siglo XX, Thomas S. Eliot, el famoso T.S. Eliot, del cual su primera esposa, Vivianne, murió recluida en un sanatorio para enfermos mentales. Vida al límite la de Chaplin, al igual a la de mi héroe, Francis Scott Fitzgerald, quien vio la decadencia y demencia de su esposa, Zelda Sayre, la cual ardería viva en un hospital para enfermos mentales…
LETRAS MINÚSCULAS
Genio, demencia, locura y creatividad… ¡Gran combinación!