Vivo o muerto
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La palabra transcender es básica para entender el asunto de la resurrección que por estos días, como todos los años, será tema de moda, aunque en la práctica nos identifiquemos más con el estatismo de la cruz. Trascender significa “poner el pie, hundirlo y dejar huella”, pero muchos, por no decir la mayoría, no estamos dispuestos ¿Quiénes han trascendido al tiempo? ¿A quiénes podrías recordar en este momento?
Creo que en mucho, las concepciones de fe que tienen los pueblos, y particularmente los latinoamericanos, los condicionan. No creo en el determinismo que afirma que no podemos hacer nada para evadir el destino que Dios o los dioses nos han marcado, afirmo el libre albedrío.
Sin embargo, la forma como recibimos la fe no fue del todo la mejor. Una fe que prioriza el final de la vida y no el principio; una fe y unos practicantes de la misma que fincan sus reales en la muerte y no en la vida; no podían tener otro desenlace que vivir en sociedades desesperanzadas o aniquiladas en el asunto del desarrollo humano, que es el tema holístico al que aspiramos.
Si se fija, el signo por excelencia -aunque no es el único con el que se identifica el cristianismo-, es la cruz. Si viviéramos en tiempos de Cristo, con toda seguridad no lo escogeríamos como signo de identificación. El historiador romano de la época Flavio Josefo, escribía que como signo favorito de tortura de los romanos, era común ver crucificados por los caminos, por todas partes. Era el final de los delincuentes comunes, pero particularmente de los detractores del Imperio, de los que conspiraban contra el César. Como escribía San Pablo, motivo de burla para los judíos y de ignominia para los griegos.
Con toda la carga peyorativa que la cruz tenía en lo psicológico, social y emocional, quienes promovieron la cruz como signo de la fe en Jesús midieron bastante bien lo que significaría para fines de dominación y poder al tiempo. La cruz le vino bien al poderoso para construir un argumento de consuelo ante lo adverso, no así un discurso de liberación y de legitimación. La resurrección nunca estuvo presupuestada; a la fecha no lo ésta. El éxito de la fe, como fue, como es y cómo será se encuentra en lo emotivo, en el sentimiento, en la emoción. No en el compromiso cotidiano. No estamos dispuestos a trascender, mire la realidad que nos circunda.
Los cristianos en general se acercan a la cruz, no a la resurrección. Se vive en clave de muerte, no de vida. Creer en el Jesús de la cruz; golpeado, mancillado y humillado es la afirmación de una realidad contraria a la lógica. Aunque para muchos la lógica divina nada tiene que ver con la lógica humana. Como si entendiéramos el pensamiento divino.
“Con esta Cruz vencerás”, la afirmación de Constantino en el siglo 4 se convirtió, en la práctica, en el axioma favorito de los cristianos, pero como signo para quien no conoce la referencia de quien ahí murió, dice muy poco. La muerte es la nada, es la contracepción de la vida misma, es el final de la vida humana, es la falta de dinamismo ¿Por qué ese afán de promover y de creer en un Dios con tales características? ¿Qué nos ha faltado para dar el salto como los primeros cristianos y afirmar la fe en un Dios vivo y presente en las realidades cotidianas? O bien, que implicaría la fe en un Dios con tales características. Para decirlo de otra forma ¿por qué nuestra adhesión a un Dios derrotado en la cruz y no una fe operativa en el Dios de la vida?
La cruz, si bien fue dolorosa para quien la padeció, es placentera para quien la tiene como referencia. En la práctica debiera de comprometer por el número de nuevos crucificados que viven en nuestras sociedades, pero no es así. La zona de confort en la que nos coloca la fe en un Dios ahí clavado, nos libera de nuestras responsabilidades históricas. Comerciar con el sentimiento como se ha hecho permanentemente hasta ha traído ganancias magras y tenemos en este País muchos ejemplos. El Cristo sufriente, ensangrentado y doliente tiene más raiting que el resucitado, eso es innegable.
¿O será que, a falta de un discurso sólido que justifique la resurrección, nos ha convenido quedarnos en la cruz? Me da la impresión que en el subconsciente institucional de las religiones cristianas por el mundo, no fue suficiente el tema del “sepulcro vacío” o de las apariciones posmortem a María Magdalena, como al hortelano en el huerto, o a los discípulos, traspasando paredes o bien en el camino hacia Emaús. O simplemente las religiones organizadas no han internalizado y comprendido el tema de la resurrección.
La resurrección es el comienzo de un nuevo proyecto, es dejar de pensar en la cruz y en el sepulcro. Es dejar de mirar al cielo y poner la mirada en la complicada realidad que a la luz del misterio de la muerte, de la nada, de las sombras, se convierte en esperanza. Es abandonar la frivolidad, lo superficial, lo trivial, la irreflexión, la falta de escrúpulos, el error común, la insensibilidad, el desinterés y el egoísmo.
Apostarle a la muerte en éstos tiempos es apostarle a la indolencia y a la banalidad, porque nos hemos acostumbrado a ver pobreza, desigualdad, muertes, desapariciones, seres humanos con hambre, violencia, magnicidios, asesinatos, bombas químicas, reacciones violentas que producen genocidios, atentados en sus múltiples formas contra la dignidad humana.
Dios es Dios de vida, y la vida tiene que ver con la resurrección, y la resurrección con la justicia, la solidaridad y el compromiso de poner manos a la obra en la construcción de una sociedad distinta. Jesús muerto, no es nada complicado, finalmente ahí esta sin vida, pero vivo y resucitado hasta molesto resulta, probablemente por eso el mundo está como está. No son buenos deseos, es una realidad de todos aquellos que proclamamos que “(…) Si Cristo no hubiera muerto y no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”. ¿Cómo identificas el acontecimiento de Jesús en tu vida, vivo o muerto?