Y al final… ¡le pusimos su muro!
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La principal promesa de campaña de Donald Trump a sus votantes, la de construir un muro en la frontera con México, ha sido cumplida por el principal inquilino de la Casa Blanca.
Y no sólo eso, el ofrecimiento ha sido materializado ajustándose milimétricamente al planteamiento original. En efecto: míster “esto entra en vigor cuando yo quiera” convirtió en realidad la parte más relevante de su ofrecimiento: obligar a México a pagar por el muro.
Todavía más: merced a su vocación por ejercer el poder con desmesura, Trump consiguió incluso salvar la fachada de su casa y mover tres mil kilómetros al sur la barrera con la cual, desde su perspectiva, será contenida la migración de quienes pretenden “invadir” su país.
Nadie está construyendo, desde luego, ningún muro físico en ninguna frontera. Ninguna constructora “machuchona” está persiguiendo el jugoso contrato con el cual podría entretenerse el resto del sexenio; los proveedores de materiales de construcción no están pensando en hacer su agosto, no.
Porque, en el culmen de la eficacia, hemos descubierto cómo los muros físicos, además de ser costosos, carecen de la eficacia necesaria para lograr el propósito deseado. La alternativa no es necesariamente más barata, pero sí mucho más efectiva: se ha levantado un muro virtual merced al cual quede claro nuestro compromiso con los vecinos del norte.
No hacía falta, por cierto, ser particularmente perspicaces para adelantar el futuro tras doblarnos frente a las exigencias de Donald Trump, sobre todo si tomamos en cuenta un pequeño detalle: nosotros mismos nos presentamos oficiosamente en su hall para solicitar, con humildad, se nos dictaran las instrucciones puntuales.
Lo dejamos aquí por escrito la semana anterior, pero vale la pena reiterarlo: la “celebración” del acuerdo con Estados Unidos, mediante el cual se retiró la “amenaza” de los aranceles extraordinarios, tan sólo retrata de forma calamitosa nuestra ingenuidad… o la vocación de la 4T por la perversión de la verdad y el insulto a la inteligencia.
Quien tenga dudas sobre la veracidad de la afirmación anterior sólo debe leer las declaraciones del secretario de Estado, Mike Pompeo, quien el miércoles pasado dijo textualmente: “Cuando el Presidente (Trump) presentó el fantasma de los aranceles hicimos más progreso en el curso de unos cuantos días que en el curso de lo que habíamos hecho en el anterior un año y casi tres meses que he sido secretario de Estado. Pienso que concentró la atención de todos”.
El señor don Paco Taibo II lo habría dicho con una mayor economía de lenguaje y utilizando una expresión cuya potencia gráfica se aproxima de manera más didáctica al significado de esta claudicación, pero mejor abstengámonos de recurrir a su escatológico lenguaje.
Concentrémonos en el recuento de los éxitos: míster Trump no podría estar más satisfecho, pues el timing de su triunfo sobre “su amigo” López Obrador ha sido inmejorable. Justo antes de anunciar formalmente su campaña reeleccionista ha conseguido un codiciado trofeo de caza para exhibir durante el próximo año y medio.
Y lo ha celebrado por todo lo alto, como los buleadores profesionales: pateando al adversario tirado en el piso, escupiéndole repetidamente y haciéndose pipí sobre él.
Si la escena no fuera trágica sería cómica: antes de viajar al estado de Iowa, el pasado martes, Trump decidió pasar a saludar a la prensa reunida en los jardines de la Casa Blanca y aprovechó para “mostrar” un documento en el cual se contendrían unas presunta “cláusulas secretas” del acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos.
Ya luego el avispado fotógrafo del Washington Post, Jabin Botsford, descobijaría la intentona demostrando, merced a sus dotes con la lente, cómo el documento era, en realidad, el acuerdo revelado previamente.
Lo importante del episodio, sin embargo, no es el haber dejado al descubierto el cinismo de Trump, sino cómo queda retratado en esa estampa el desprecio con el cual el estadunidense ve a sus contrapartes mexicanas, a quienes no duda en tratar como individuos inferiores, como lacayos.
Y acá, como corresponde, no cesamos de lanzarle mensajes para demostrarle nuestra sumisión. Y para muestra ahí estás las declaraciones de nuestro heroico canciller, don Marcelo Ebrard, quien explicó de manera puntual cómo funcionan ahora las cosas en nuestro País:
“Lo que decidió el Gobierno de México es empezar un proceso donde te tienes que registrar, tienes que decir a qué vienes, por qué vienes y si quieres cruzar nuestro territorio para llegar a otro país, pues probablemente lo que te vas a encontrar es que te vamos a decir no queremos que atravieses nuestro territorio si tu objetivo es llegar a otro país. ¿Por qué? Porque le vas a crear un problema a nuestro país”.
La genuflexión causaría envidia a cualquier miembro de una corte medieval y debería, cuando menos, provocar algún rubor en un equipo cuya promesa era “rescatar el país” del infierno neoliberal… volveremos al tema.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx