¿Y de qué vamos ahora, compatriotas?...
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No vivimos en una ínsula, somos parte de un conglomerado humano enorme, somos 126 mil 74 millones de almas. Esta es la población actual de nuestro País. ¿Cómo van resolverse las grandes brechas de pobreza que nos agobian? La izquierda que hoy gobierna estima que repartiendo el dinero de los impuestos en programas clientelares y a todas luces electoreros… populismo… ¿o no? Este que hoy se instala en México, por Morena y su dueño, es de tipo abrasador, radical, intolerante que plancha a quien no se le cuadra. Se caracteriza por tener entre sus filas a seguidores enfebrecidos de una ideología que sólo sabe del “conmigo o contra mí”, “juegan” a la complicidad abiertamente o, si acaso, con algún disimulo para “taparle el ojo al macho”, son de los que quieren deshacer al País con hechos insurrectos. Entre sus cofrades están también los típicos agitadores callejeros, esos que se suman a las marchas a provocar “desmadres”. Hoy en este País nuestro somos testigos, un día sí y otro también, de los desmanes de estos aprendices de terroristas amparados en el “amor y paz” que va institucionalizando el gobierno de López Obrador, y que se materializa en la Ciudad de México, en donde manda la morenista Claudia Sheinbaum. Estamos ante la banalización de las conductas violentas…Que maravilla ¿verdad?
En este tipo de populismos se implanta un dictador autoritario que somete a los que no piensan como él y sus adláteres, y a manejar o controlar la ingeniería social a su manera y sin contrapeso alguno. Se va creando una sociedad infantilizada que se mueve no por pensamiento sino por emociones. ¿Por qué? Porque el populismo maneja las emociones como nadie. Esta New Left se envuelve en la bandera de mesías salvador y pregona el discurso de la recuperación de las soberanías populares para servir “a la gente”, aquí el caudillo le puso “primero los pobres”. Asimismo, el ínclito hace un discurso agresivo, de odio medido, en el que se destaca la persona y/o el medio al que se quiere desautorizar o bien, si de lo que se trata es de exculpar a uno de los suyos, se le arropa y se le defiende con vehemencia. Se recurre en mucho a las redes sociales –con su horda de trolls–, ahí se vuelca todo género de información negativa del “blanco” a destruir, por supuesto acompañada de un listado de insultos, burlas, etc. ¿Le va pareciendo familiar? Este es el clima que tenemos actualmente en nuestro País. Hay más, pero por hoy en esto nos centramos.
Don José Ortega y Gasset en “Meditaciones del Quijote” escribía: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Usted, millones de mexicanos, yo también, si no hubiéramos nacido aquí, si no en otro lugar, en otro tiempo, pues no seríamos nosotros. Suena a bobada, lo sé, pero lo he planteado así para subrayar que lo que está ocurriendo hoy es nuestra circunstancia, y por ende tenemos que atenderla o nos va a cargar Gestas, como decía mi sabia tía Tinita. La circunstancia es este mundo en el que estamos inmersos, el físico, claro, pero también están la sociedad, la historia, la cultura y el cuerpo y la mente, con estos últimos se nos otorgaron una serie de habilidades, potencialidades, capacidades psicológicas, etc., y todas ellas pueden ser la vía para favorecer o desgraciar nuestros proyectos, igual que todo lo demás que nos rodea. Derivado de esto, estamos obligados a decidir nuestro presente y, por supuesto, nuestro futuro; esto implica hacernos responsables de nuestros actos y omisiones porque unos y otros tienen consecuencias. Ergo, si estoy aquí, en esta circunstancia que me ha tocado vivir y no me gusta, no estoy de acuerdo con lo que acontece, tengo dos opciones, cruzarme de brazos, como lo han hecho por siglos los indiferentes y/o los mezquinos, o me hago cargo de humanizar el medio en el que discurren mis días, porque humanizar ese medio sí es mi responsabilidad y no se requiere esoterismo sino voluntad, conciencia y determinación.
Tengo que oxigenarme por entero, seguiré la propuesta del ensayista e historiador español don Ángel María Pascual en su poema: “…desconectémonos de vez en cuando, aunque solo sea un momento breve, para alzar la vista, pues, mirar al cielo hará que sintamos henchido el corazón, nos revitalizará para poder hacer frente a todo lo que nos está cayendo”.