Y siguen los accidentes
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Nadie pretendería abundar en las explicaciones de que, a causa del crecimiento demográfico de nuestra ciudad capital, también se ha incrementado el número de incidentes y accidentes viales. Muchos de ellos, mortales.
Sin embargo, ello, precisamente, es lo que impulsa a continuar insistiendo en la necesidad de establecer un más eficaz sistema vigilancia en la ciudad y la aplicación rigurosa de la normatividad y sanciones derivadas del reglamento de tránsito.
Como conductores, la rutina hace que se tomen ciertas vialidades. En general, se utilizan las mismas vías para la llegada a los centros educativos, los trabajos e, incluso, los lugares de esparcimiento. Andamos regularmente por nuestras áreas de acción. Así, en general, los habitantes de la zona norte se desplazan por sus correderos, mientras, en su caso, los de la oriente, sur y poniente.
Sin embargo, hay quienes suelen desplazarse de extremo a extremo, o de ciudad a ciudad. Toman los puentes, vías más rápidas que hacen un cinturón alrededor de Saltillo, cambiando de barrio para llegar a los puntos de destino, ya sea escuela o trabajo.
Cada uno de los conductores suele tomar sus tiempos conociendo el estimado de lo que hará para llegar a su destino. Y conduce su automóvil de acuerdo a esos tiempos prestablecidos.
Si alguien que no conoce el ritmo de la zona irrumpe en ella es visto como un intruso y será presionado para conseguir las altas velocidades que los conductores habituales alcanzan todos los días.
Si usted se arriesga a entrar, vía bulevar Fundadores, a las distintas colonias del sur de la ciudad, por poner un ejemplo, puede literalmente quedar atrapado en un accidente vial. Se le presionará hasta conseguir el auto del área que usted salga de la vía que le impide el paso al otro.
Lo mismo ocurre en los puentes. La mejor prueba de que “se sabe” manejar en Saltillo es tomar esos puentes. Hay que librar el paso de quienes sobrepasan aún los límites, los camiones de carga y de transporte de personal, que, como sabemos, protagonizan, a cualquier hora y en muchas ocasiones, accidentes de tráfico.
En el centro de la ciudad continúa el desorden. Allende y Aldama continúan representando un problema serio. Los peatones cruzan a mediación la calle sin que nadie se los impida. Hay incluso mujeres que lanzan las carriolas por delante y vienen conversando distraídamente; otros transitan con la vista puesta en el celular, sin atender la posibilidad de que circule un automóvil directo a ellos.
Sigue pendiente el tema de tráfico en nuestra ciudad: en los accesos a ella, donde hay quienes cruzan avenidas tan amplias como la de Antonio Cárdenas, al sur, sin utilizar los puentes peatonales.
El accidente ocurrido ayer en periférico Luis Echeverría y calzada Madero, donde hubo pérdidas humanas, se suma a los tantos sucedidos en nuestra ciudad. Combinaciones fatales en muchos casos, la velocidad continúa siendo uno de los factores permanentes.
¿Qué necesitamos para fortalecer la cultura vial? ¿Qué para, finalmente, evitar estos accidentes con saldo mortal? La solución, educación; vigilancia; regulación efectiva; cumplimiento de sanciones. En una palabra: decisión.
EL CRECIMIENTO DESDE EJIDOS
El crecimiento de Saltillo, al que hacíamos referencia en un par de columnas anteriores, tuvo sus primeros alientos con la llegada de muchas personas provenientes de los ejidos, los cuales abandonaron en busca de mejores oportunidades.
Hoy, hay comunidades en las que quedan muy pocos habitantes, y resulta interesante cómo se sigue llevando a cabo en ellas la ayuda que se ofrece desde centros como el establecido por la misión del Padre Quinn, referido aquí en dos colaboraciones anteriores.
El Padre Quinn, quien inició sus clases de español en Laredo, reforzó el idioma con clases de Literatura, a cargo de la maestra Esperanza Dávila Sota.
Fue una figura primordial el Padre Quinn en ese transitar.