Ya basta
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Mi vida transcurre entre mi madre, mi esposa, mi hija, mi hermana, mis sobrinas y mis compañeras de trabajo. Todas mujeres. Son fecundidad en todos los sentidos. Dan y se dan sin medida. Queridas, amadas por su naturaleza. Representan lo más puro y sagrado que tenemos como seres humanos.
Por eso es incomprensible el trato que históricamente se le ha dado al género femenino. Como lo decíamos en la anterior entrega, la cultura patriarcal, porque así le ha convenido en su cultura, en su religión, en sus costumbres y en sus formas, en el tiempo; a una buena parte de ellas las ha humillado maltratándolas física y psicológicamente, y las han relegado en la mayoría de las instituciones, sobre todo las que proceden de esta perniciosa raíz machista.
Injusticias, asesinatos, violaciones, acosos, trato desigual, condenadas al silencio por cuestión de género, sufriendo salarios diferenciados en el mismo puesto que ocupan los varones. Relegadas en la mayoría de las dimensiones humanas, particularmente en lo religioso y en lo laboral; en fin, padeciendo violencia sociopolítica, privada y epistemológica. Lo peor, muchas de ellas siendo despojadas de lo más sagrado que tienen, la vida misma. Simple y llanamente, en pleno siglo 21, no podemos como “sociedad” permitirlo más.
Como en todo, es la familia el núcleo de la sociedad. Si desde ahí el trato igualitario, de respeto, de consenso y de relación armoniosa no se da, los estereotipos se van a repetir en las siguientes esferas. Para los varones, que están leyendo estas líneas, una buena pregunta sería: ¿Qué trato le damos a nuestras madres, esposas, hermanas, hijas, amigas o compañeras de trabajo?
Es buen momento para que las organizaciones e instituciones que no le han dado a la mujer –por omisión o intensión –el lugar que les corresponde, realicen un ejercicio de reflexión al respecto.
Hoy, domingo 8 de marzo, celebramos un aniversario más del Día Internacional de la Mujer. En 1975 se dio la Ley de Igualdad de Género, en 2019 la Ley de Paridad de Género y, aunque todo es muy reciente, otra vez, por la cultura patriarcal, es tiempo de pasar de las leyes escritas a la vida. En México, las mujeres representan, según el Inegi (2019), el 51 por ciento de la población. Sin lugar a dudas requerimos la aplicación inmediata de las leyes y sanciones ejemplares para quienes vayan en contra de ellas.
Por ejemplo, de cada 100 mujeres, 66 declararon experimentar un tipo de violencia. Según Inegi, en 2019 hubo 509 mil casos de violencia contra la mujer. Violencia psicológica el 44 por ciento, violencia física el 26 por ciento y económica el 16 por ciento. Igual el año pasado, el Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las mujeres (Banavim) reportó que 101 mil mujeres fueron víctimas de agresiones dolosas y de enero a noviembre hubo 2 mil 883 mujeres asesinadas.
En cuanto a violencia sexual, 19.2 millones de mujeres fueron sometidas a intimidación, hostigamiento, acoso o abuso sexual, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2019 (ENVIPE), de ellas, 40 mil 303 mujeres sufrieron una violación sexual. El 49 por ciento de las mujeres en nuestro País, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2019), experimentó violencia emocional en el ámbito público y privado. Y nada más para que sopese el porqué del ya basta, el 90 por ciento de las mujeres en nuestro País en el ámbito familiar, escolar, comunitario y laboral, según la ENVIPE, sufrieron violencia estructural. Aquí en Coahuila, para tropicalizar la numerología BANAVIM (2019) reportó 2 mil 215 casos de violencia contra la mujer.
Por eso, hay muy poco qué celebrar, porque las ganancias, en el tema de la igualdad y más de la equidad, se han dado a cuenta gotas. Hay más por reflexionar. El 9 de marzo debe de ser un punto de inflexión. Debe de ser el grito de ¡Ya basta! El ya no aguantamos más. El no es posible que se nos siga tratando como hasta el momento –sin un trato igualitario y equitativo–, es la manifestación pública de que una buena parte de las mujeres no aguantan más.
Buen momento también para que en este día, en el que muchas organizaciones e instituciones cederán el día como motivo de solidaridad a las demandas, lo dediquemos –mujeres y varones– a la reflexión sobre este tipo de manifestaciones de “resistencia”. ¿Qué va a hacer en este día? Hable con sus familiares varones sobre el motivo por el que permanecieron en casa. Hable de la necesidad de que todos nos demos un trato igualitario.
Un buen ejercicio sería la lectura del texto más reciente de Judith Butler (2020), “La Fuerza de la no Violencia”. En el texto, Butler cuestiona la violencia estructural contra la mujer y cuestiona la falta de mecanismos de resistencia teniendo como referencia a Gandhi, Luther King y Martha Davis. También puede leer a Rosario Castellanos, Ángeles Mastretta o Martha Lamas. Busque otros nombres de connotadas mujeres que han escrito sobre el tema como Elena Urrutia, Carmen Lugo, Lourdes Arizpe, Marta Acevedo o la misma Elena Poniatowska. Así las cosas.