Zopilotes no se suicidan cuando están viejos
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El famoso “vuelo de la renovación” del águila suena muy inspirador, aunque no sea cierto, según me contó un experto en el comportamiento de esa majestuosa ave.
Para quienes ya lo saben y los que no, se los platico y al final una reflexión acoplada a la realidad que nos lacera en éstos días de pandemia y otras desgracias:
El águila posee la mayor longevidad de su especie. Puede vivir más de 30 años, pero para llegar a esa edad, a la mitad de su vuelo por la vida debe tomar una seria decisión.
Sus uñas curvas y flexibles ya no consiguen agarrar a las presas de las que se alimenta.
Su pico alargado y puntiagudo también se curva, apuntando contra el pecho; sus alas están envejecidas y pesadas por las gruesas plumas. Volar y sobrevivir en esas condiciones se vuelve muy difícil.
Entonces el águila tiene sólo dos alternativas: Morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará cinco meses.
Cuando opta por vivir, vuela hacia lo alto de una montaña y se refugia sola en un nido, próximo a una pared, donde no necesite volar.
Apenas encuentra ese lugar, el águila comienza a golpear con su pico la pared hasta que se lo arranca.
Luego debe esperar a que nazca uno nuevo con el cual después se arranca sus viejas garras.
Cuando las nuevas comienzan a nacer, prosigue a arrancar sus viejas plumas.
Y después de varios meses de aislamiento y hambre, emprende victoriosa su vuelo de renovación para vivir la segunda mitad de su vida.
Sabiendo esto, ¿por qué debemos renovarnos?
Muchas veces en nuestra vida debemos resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación.
Para que reanudemos un vuelo victorioso, hay qué desprendernos de ataduras, costumbres y del pasado en sí mismo, porque si no lo hacemos, caemos en la trampa de culpar de todas nuestras desgracias a lo que otros que antes estaban en nuestro lugar hicieron o dejaron de hacer.
Solamente libres del peso del pasado podemos aspirar a que nos vaya bien en el presente y solo así tendremos derecho a aspirar a un futuro.
FICCIÓN
Hasta ahí la inspiradora historia de la renovación del águila. Ahora les platico lo que de ficción tiene; luego una analogía con los tiempos actuales de nuestro México y al final, la reflexión prometida al principio:
Las águilas viven a lo máximo 22 años. Son raros los casos descubiertos de las que llegan a los 30.
La regeneración del pico es imposible debido a su propia naturaleza. Sería tanto como dar por cierto que nos arrancáramos los dientes para que vuelvan a crecer.
Lo de las garras podría ser real, pero que se desplume totalmente es muy improbable, a menos de que padezca una enfermedad de la piel.
Así las cosas, la renovación del águila como lo dice ésta historia, no es posible; sin embargo, el mensaje sí es válido.
ANALOGÍA
Ahora, la analogía: En la cabecera del sillón del escritorio del presidente que despacha en el Palacio Nacional, hay un águila.
Incluso sigue siendo el símbolo nacional, a pesar de que durante su campaña otra ave menos portentosa y más doméstica fue vuelta muy famosa por él mismo.
Es un hecho que una criatura tan majestuosa puede inspirarnos a ser mejores. Estoy hablando del águila.
Esa misma águila ha adornado las cabeceras de las sillas presidenciales de todos los presidentes del PRI y del PAN que antecedieron al de Morena. Ha estado también en el blanco de las bandas presidenciales que han cruzado sus pechos al asumir cada uno el poder.
Pero…las águilas no se renuevan. La historia esa de que se arrancan el pico, las garras y las plumas para emprender luego su vuelo de la victoria, es puro cuento de motivadores y conferencistas con diplomas falsos de “La Sapienza di Roma”, que cobran $169 pesos a cada incauto que se inscribe en sus presentaciones virtuales.
Esa fue la analogía. Ahora, cedo la palabra a la irreverente de mi Gaby para la reflexión final:
CAJÓN DE SASTRE
“Los zopilotes no se suicidan cuando están viejos”.