Científicos, sorprendidos por decisión de EU de destruir su satélite espía
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<span></span><span style="font-weight: bold;">París, Francia.-</span> La decisión del Pentágono de destruir uno de sus satélites espías que amenaza con entrar en la atmósfera, aparentemente por el peligro que representa su carburante tóxico, ha dejado perplejos a los científicos, si bien no temen que la operación revista especiales riesgos.
"Estoy bastante sorprendido de que se hable de un riesgo, puesto que no es la primera vez que un vehículo entra" en la atmósfera con una reserva de hydrazine, señala a la AFP el director del Centro Espacial de Toulouse (Francia), Marc Pircher.
Si bien el hydrazine es "relativamente tóxico" también es "bastante inestable" por lo que se descompone "a unos cuantos centenares de grados" celsius, transformándose en un gas inofensivo, prosigue este experto.
Como la entrada en la atmósfera supone un calentamiento de cerca de 2000 grados, la destrucción de la reserva de carburante del satélite sería prácticamente segura.
Los estadounidenses justificaron su plan de destruir con un misil el satélite, que contiene cerca de 500 kilos de hydrazine, en el riesgo que supondría para la vida humana.
Se trata de una sustancia química tóxica utilizada como carburante para los motores de los satélites clásicos.
En contacto con el ser humano, el hydrazine es extremadamente irritante, ataca el sistema nervioso central y puede ser mortal en altas dosis.
Pero, como reafirma por su parte la agencia francesa de seguridad Ineris, se degrada rápidamente bajo el efecto del calor y los rayos ultravioletas.
Entre otras hipótesis barajadas entre los círculos espaciales para explicar la decisión de Estados Unidos, figuran los espejos de berilio embarcados a bordo del satélite.
El berilio, según Pircher, "puede llegar prácticamente íntegro a la Tierra", sin ser destruido al entrar en la atmósfera, puesto que resiste temperaturas de hasta 1.800 grados. Es tan tóxico como el polvo de amianto.
E incluso fragmentando el vehículo "no se reducen" los riesgos para la población, según este especialista.
Respecto al peligro de contaminación del espacio que supone la destrucción del satélite, Pircher explica que "generará muchos residuos, pero no tendrán una larga duración de vida".
El satélite espía se hallará probablemente en el momento de destrucción a unos 200 km de altitud, allí donde la atmósfera es considerablemente densa, por lo que los pedazos resultantes de la explosión serán frenados por ésta y no subirán demasiado.
Justamente lo contrario de lo que pasó con un satélite chino destruido por un misil en enero de 2007: al encontrarse a 850 km de altura, sus restos fueron propulsados y alcanzaron hasta los 4.000 km.
"Habrá que asegurarse de que no afecte a las órbitas de trabajo, incluida la de la Estación Espacial Internacional (ISS)", que se halla a unos 340 km de altitud, dice Pirchner, algo de lo que se encarga el NORAD, el mando de la Defensa Aeroespacial Norteamericana, que puede intervenir ante riesgos de colisión.
Pero "habrá que seguir muy de cerca (la destrucción del satélite) puesto que se producirá en una órbita inclinada cercana a las de la ISS y a la del lanzamiento el próximo 8 de marzo del ATV", la futura nave espacial europea de la Estación.