Ser mujer, y además migrante, doble peligro; Marcela el rostro de miles centroamericanas
El costo por atravesar la frontera y cumplir el sueño americano podría ser una violación, asalto, secuestro e incluso morir en el intento. Para Marcela, de 25 años de edad, salir de su país de origen también fue asumir que podría convertirse en una migrante más muerta en el trayecto.
Pese a que había posibilidad de alojarse al menos una noche en la Casa del Migrante, debía continuar con un grupo de siete hombres, junto a su hermano.
Ella decidió dormir al pie del portón de la Casa del Migrante, sobre el pavimento, y con apenas una cobija para bebé para cubrirse del frío, pues sabe que estando cerca de la organización podría ser protegida de un asalto o violación durante la madrugada.
Considera que si ser migrante es un riesgo, ser una mujer migrante representa el doble de peligro, sin embargo, es la única forma de buscar “una mejor vida”, incluso a costa de maltrato o inseguridad durante su paso por Coahuila.
“Yo pensé, pues aquí me quedo en el mero portón para protegerme, pa que nadie me asalte por la noche o me quieran hacer una cochinada, hay cámaras, cualquier cosa grito o pateo el portón”, comentó Marcela.
Ella espera en una banqueta aledaña al albergue, pues además, caminar un par de cuadras representa poder ser detenida por “la Migra” o grupos delictivos, según las hisorias que ha escuchado durante su trayecto por México, la mayoría delitos sexuales.
De acuerdo con Alberto Xicoténcatl, director de la Casa del Migrante, la mayoría de las mujeres migrantes viajan acompañadas de sus parejas, hermanos o incluso buscan la protección de un hombre y mantienen una relación de pareja durante el viaje con alguien que conocieron en el trayecto.
Alrededor de 600 mujeres migrantes acuden cada año al albergue en busca de descanso para ellas y sus hijos, sin embargo, destacó Xicoténcatl, la situación de Marcela es el reflejo del resto de las mujeres migrantes.
A ellas no se les puede obligar a separarse del grupo de varones que les ha brindado cierta protección o confianza en el trayecto, adicional a la saturación con la que actualmente se encuentra la casa y la nula voluntad política para ofrecer un espacio de descanso durante las noches.
CIUDAD ACUÑA, UN EJEMPLO
“Como un ejemplo de práctica única en el país, se encuentra el municipio de Acuña, donde el propio Gobierno Municipal convirtió los centros comunitarios en albergues, sobre todo para mujeres migrantes, mismos que son liderados por otras mujeres y docentes que impulsan actividades de deporte o recreación”, expresó el director.
Este municipio y su administración es un ejemplo a nivel nacional, destacó, demostrando que cuando existe voluntad política y por parte de la administración pública, puede lograrse apoyar a la población migrante.
Incluso, detalló, la reconversión de tres de los cinco centros comunitarios ha sido bien vista por los ciudadanos, pues además el flujo migratorio es mínimo en las calles, “y una carga que fue en su momento para la comunidad, ahora es una labor social y responsabilidad municipal, agregó.
SATURADA LA CASA DEL MIGRANTE
Debido a la situación de movilidad migratoria, la Casa del Migrante se encuentra al tope de huéspedes.
Más de 100 personas se encuentran alojadas en sus instalaciones, pese al riesgo de contagios, sin posibilidad de ofrecer más hospedaje.
Quienes llegan con la esperanza de ser recibidos, se llevan la sorpres de que no hay cupo, por lo que se ven en la necesidad de dormir en las banquetas aledañas al asilo.
llegada de un nuevo contingente, que durmió en las calles aledañas a la posada antes de continuar su camino, y solicitó por segunda ocasión la apertura de un albergue temporal, pues los migrantes aseguraron que no permanecerían más de dos días en Saltillo.
“Son personas provenientes de diferentes países, en su mayoría de Guatemala, Honduras y El Salvador; por lo que solicitamos de manera urgente a las autoridades municipales, estatales y/o federales, así como a la comunidad en general, la donación de alimentos”, pide el albergue.
Entre los alimentos que solicitan se encuentran: tortillas, frijoles, aceite, huevo, café, frutas y verduras, endulzante de agua, pero también pipas de gas natural, artículos de higiene personal, insumos para prevenir contagios como cubrebocas y gel antibacterial.