A mí la influenza.
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Fue justo por estas fechas, el año pasado, cuando supimos lo que es la neurosis en su modalidad colectiva.
Hace un año era sencillamente imposible esbozar el plan más modesto porque uno no sabía si a dicho plan se lo iba cargar la influenza AH1N1.
 "Sí me quiero casar contigo, amor, en serio. Lo que pasa es que en tanto la influenza asole al mundo no podemos ser tan egoístas como para pensar en nuestra boda".
Hace un año enfrentábamos la cresta de la pandemia en la forma del Quinto Marrano del Apocalipsis.Hace un año que Elba Esther Gordillo no sabía deletrear las siglas asignadas a esta enfermedad y debe ser fecha que aún no consigue leerlas de corridito.
Extraña pandemia, si a mí me lo preguntan: Una de escuelas cerradas pero de centros comerciales abiertos.
En la Ciudad de México, una de las tres mayores concentraciones poblacionales del mundo, contuvieron exitosamente el virus sin necesidad de suspender el servicio del Metro. ¿A poco no son unas reatas de jaripeo?
En Saltillito también anduvimos como que a medio gas. Y yo que amo las ciudades desiertas, las calles vacías, cruzaba los dedos porque la contingencia se sostuviera unos dos o tres añitos, nomás en lo que la gente se moría de inanición adentro de sus casas.
Bueno, hasta la temporada de beisbol se vio amenazada. La misma temporada en que por fin alzamos el campeonato estuvo a punto de truncarse por la condenada gripe puerca. (Pero mejor ya ni recordarlo, no vaya a ser que alguien en la LMB reparé en el asunto y decida adosarle a nuestro primer campeonato otro asterisco, como sucedió con el de 1980).
En aquellos días, andábamos tan histéricos, tan neuras, tan pendientes de los mocos del prójimo que le hubiéramos negado el saludo de mano a Jesucristo de haberlo visto estornudar.
Alcanzó la psicosis para transformar sutilmente nuestro estilo de vida: Ahora es común encontrar gel sanitario en donde no había antes y sin el cual no nos pasó absolutamente nada.
Pero lo más divertido de todo fue el absurdo uso que se le dio al cubrebocas, que aunque en realidad sirve para que el portador no contamine su entorno, se le utilizó en la errónea creencia de que impide que uno aspire los bichos. Un sinsentido total.
Y tras reconocer que un tapabocas no sirve para prevenir un contagio, un funcionario de salud en España admitió una vez que se le pregunto: "Y entonces, ¿por qué han repartido (desde el Gobierno) millones de mascarillas?".
"Bueno", dijo el burócrata, "es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño".
¿Así o más displicente el manejo de este improbable y muy sospechoso cataclismo sanitario?
Luego, todo sirvió para que Alex Lora del TRI compusiera una canción para hacer la obligada crónica melódica, y celebrar así el acontecimiento, abordando el tema con la debida circunspección y gravedad que nos caracteriza a los mexicanos en su tema "A mí la Influenza me la Pela".
A mí la influenza me la pela (BIS)
igual que el sida y la gonorrea
la sífilis y la tifoidea
a mí la influenza me la pela.
Usted ya sabe, claro, de una gran finura lírica como todo lo del maestro Lora.
Hemos hecho mención de todo lo anterior nomás para ilustrar que, en contraste con la neurosis que se nos imbuyó por la vía mediática, en el real fondo este tipo de asuntos nos vienen idiosincráticamente muy guangos.
Y aunque sí vi gente con el Jesús en el tapabocas, lo cierto es que no todos compramos así de fácil ese reality show mundial llamado Pandemia 2009, cuyo epicentro se supone que era México y ni por eso vimos nunca víctimas ni dolientes, con todo y lo mucho que les gusta a los telediarios asestarnos imágenes trágico-tétrico-lacrimógenas.
¿Pos que no deberíamos todos por lo menos conocer al primo de un amigo de un vecino que hubiera sucumbido por el feroz catarro chicharronero?
Pero la simple sugerencia de mi parte de que todo pudo haber sido un ardid internacional con fines político económicos me valió una virulenta mentada de madre de parte de unos lectores muy convencidos del Armagedón microbiano y de la buena voluntad de nuestras autoridades.
A un año de dicha experiencia resulta que la máxima autoridad de salud del País ha decidido levantar la contingencia sanitaria.
¡Ashingá! ¿A poco seguíamos en contingencia?
Fue la misma Directora General de la OMS, la doctora Margaret Chan, aquella que en rueda de prensa mundial anunció que la pandemia pasaba a su fase seis (que creo que es cuando hay que dispararle a los infectados directamente a la cabezota antes de que se coman nuestros cerebros), fue ella misma quien le dio luz verde a México para alzar la contingencia, sin consecuencias sanitarias o diplomáticas.
¡Ah, pos qué padre, eh! Porque ya se nos estaba terminando el gel para las manos.
Algún día -espero- alguien habrá de descubrir la verdad y sabremos quién actuó de buena fe, quién de mala leche y quién como monigote.
En tanto, a un año de la presumida pandemia, le aseguro que yo jamás he usado un tapabocas y a mí también, como dijo el TRI, la influenza me la.
¡Qué viva el rocanrol!
petatiux@hotmail.com