El toro estocado
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Uno, dos, tres, cuatro... ¿Cuántos días más le quedan a Fernando Gómez Mont como secretario de Gobernación? Nadie lo tiene claro. Ni siquiera él, que ve con resignación su futuro inmediato, y sabe que es un funcionario al que ya le cortaron la cabeza. Lo dice abiertamente en reuniones oficiales y privadas, como si quisiera que lo supieran quienes lo escuchan el túnel de la incertidumbre por el cual camina. Pero todos los días, le reconocen sus interlocutores políticos, sale a hacer su trabajo. Y todos los días, añaden, abona en su ilegitimidad.
"Yo ya no le creo nada", confió uno de los líderes más influyentes de la oposición, quien ejemplificó: "Si me ofreciera ser su socio en un negocio, no le entraría". La percepción de los actores políticos con los que tiene que tratar ha ido en declive durante los seis últimos meses. "No se puede dialogar con él", dijo hace tiempo otro de los líderes de la oposición sobre su trato con Gómez Mont. "Quiere litigar todo". Ese es Gómez Mont, un litigante empedernido, por formación y vocación, con un entrenamiento tan sólido que no pudo quitarse la casaca de abogado cuando llegó a Gobernación. Pero es peor, añadió un dirigente priísta, "parece abogado laboral, porque todo lo lleva al límite".
Gómez Mont, una vez se escribió en este mismo espacio, es como un toro que embiste a todo aquél que le muestra el capote. No aprendió durante su gestión como responsable de la política interna, y no aprenderá. Tampoco hace mucho caso. Cuando recibió la invitación de su amigo el presidente Felipe Calderón para incorporarse a Gobernación en el momento de la crisis emocional y política en Los Pinos por la muerte trágica de Juan Camilo Mouriño, varios asesores presidenciales hablaron con él para ponerlo al tanto de las cosas que debía saber. Uno de los puntos claves fue el diseño presidencial sobre la entonces guerra contra el narcotráfico. "Tú eres un garantista", le dijeron a manera de descripción, no de crítica, "el Presidente no. Sería muy útil que leyeras todos sus documentos sobre seguridad pública para que no te equivoques". No se sabe si alguna vez los leyó, pero sí se sabe que se equivocó. En varios momentos el Presidente tuvo que corregirle el discurso porque se contraponía con el suyo. En otros actuó como un torito macho desafiando a narcotraficantes. "Aquí los esperamos", dijo una vez sobre La Familia Michoacana, y con uno de sus segundones, Servando Gómez, "La Tuta", se dio un tú a tú declarativo en la arena mediática.
Aunque no afloró en público, tuvo diferencias con el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, porque ese tipo de arrebatos sólo abonaban en contra de la lucha que mantenía el Ejecutivo. Ese fue uno de los puntos que nunca entendió Gómez Mont: ir contra de García Luna era ir directamente contra el Presidente, dada la simbiosis de ambos en función del proyecto de combate a los cárteles de la droga que diseñó Calderón e instrumentó cabalmente García Luna. También generó una molestia en el secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, porque consideran los militares que no les ayudó en el cabildeo para que se aprobara una nueva ley de seguridad y, peor aún, insistió en que se eliminara el fuero militar. Gómez Mont ha ido agotando aceleradamente el capital político que tenía cuando se integró al gabinete en noviembre de 2008. Primero fue en materia de seguridad y desde el otoño pasado, en el campo de la política. Una vez más, sin terminar de entender lo que quería el Presidente, se opuso abiertamente a la política de alianzas electorales que ha venido mostrando su utilidad y viabilidad, y enfocó su furia en contra del arquitecto oficial de ellas, el líder del PAN, César Nava, quien como García Luna en otro campo, instrumentaba cabalmente los deseos presidenciales. Hizo tan pública su oposición a las alianzas, que provocó la reacción de los anticuerpos presidenciales, que se lanzaron a picotearle el cuerpo y a anticipar la decisión tomada: se va a ir del gabinete. "No se sabe cuándo", dijo un colaborador cercano de Calderón, "pero es un hecho". Cercanos a Gómez Mont dijeron que la expectativa del secretario era mantenerse en Gobernación hasta finales del año, a fin de poder terminar de sacar una serie de reformas constitucionales que tenían cocinándose. Hoy, sin embargo, ese horizonte se ve demasiado lejano por la pérdida de interlocución con los diferentes actores políticos. Gómez Mont, que es muy brusco en sus declaraciones, comportándose en efecto más como litigante que como Secretario de Gobernación, ha tenido diferendos en los 10 últimos días con los medios -señalándolos como los responsables de la sensación de miedo e incertidumbre por la inseguridad-, con la Comisión Nacional de Derechos Humanos -a la que llamó, junto con organismos de su tipo "tontos útiles" por servir inopinadamente a los cárteles de la droga-, y tuvo otra desafortunada intervención pública al decir que su hermano Miguel, destituido fulminantemente como director de Fonatur por el aquelarre en el que se vio involucrado en Sudáfrica, es su guía moral.
En todos los casos ha explicado más adelante los matices de sus declaraciones, o como sucedió con lo de su hermano, respondió como el menor agradecido con el hermano mayor que ocupó, junto con su hermana Teresa, el papel del padre que no tuvo desde muy temprana edad. Ese ha sido precisamente el problema. Nunca ha podido terminar de entender que el trabajo del jefe de la política interna del país, no puede ser de litigante. Le gana la sangre y la casta. Le salen las agallas y se enciende con su vehemencia, que siendo virtud en su actividad profesional es un lastre como servidor público. Este toro, que embiste de frente, tiene hoy una estocada que, coinciden todos, incluido él, no tiene sanación posible. rrivapalacio@ejecentral.com.mx www.twitter.com/rivapa