"En boca cerrada no entran moscas"
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"En boca cerrada no entran moscas", dice el dicho.
Las moscas oyeron esa máxima, y convocaron a una urgente reunión. ¿Qué harían, se preguntaron con angustia, si todas las bocas se cerraban? Ya no podrían entrar.
Sus temores, supieron luego, eran infundados. Las bocas de los hombres no se cierran nunca. Se abren no sólo para comer: se abren, sobre todo, para hablar. Hablan los hombres -y las mujeres- siempre; hablan de todo; en todas partes hablan sin cesar. Olvidan la virtud santa y sabia del silencio; tienen la boca continuamente abierta para decir mil y mil cosas fútiles e inútiles.
Las moscas, pues, volvieron a la tranquilidad. Ya sosegadas, le hicieron un cambio a aquel proverbio. Ahora dice como siempre debió decir: "En boca cerrada no entran moscas. Pero no hay boca cerrada".
¡Hasta mañana!...