Los pasos con Villegas Rico
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Finalmente no es la muerte la que da fin a la gente. Es el olvido. Como cruel condena se la otorgamos a las personas, sobre todo cuando se hace de la política el modo de vida o el ejercicio.
No fue el caso de Villegas Rico. Abogado, notario, maestro, político y jurista. No estoy seguro del nutrido número de generaciones de abogados que pasaron por su cátedra de Obligaciones. De lo que sí lo estoy es del fondo y la forma en que esa materia esta impresa en todos nosotros.
"La causa de las obligaciones, es igual a su fuente, maestro --le expuse un día en conclusión a la clase que me tocó exponer.
Compañero Gómez -me dirigió-, lo felicito por su explicación, pero cómo lamento que el Código Civil no le dé la razón. A ver, Maltos. Lee el artículo. del Código".
Egresado de la modesta escuela de Leyes de Saltillo, su paso por el litigio civil le nutrió de una gran cartera de clientes, que pronto hizo necesaria la creación de una firma en la que los nombres de Luis Hernández Elguézabal, Antonio Quijano, Isauro Fraustro Rodríguez, Javier Cedillo de la Peña (Q.E.P.D.), José Olvera y otros concretaron el ejercicio y contribuyeron a la fama del despacho.
La familia Gutiérrez Treviño había sido cliente del despacho durante años. Las extensas propiedades mineras y algunos negocios de la construcción, requerían asesoria jurídica y la defensa de sus términos, lo que fue desempeñado por Villegas con diligencia. Integrado a la política como secretario general de Gobierno en el sexenio del gobernador Gutiérrez Treviño, se dio a la tarea de organizar la summa legislativa coahuilense, formulando una diversidad de leyes reglamentarias y estableciendo reformas a la legislación civil y penal.
Fundó el primer centro de readaptación social para varones en México, que sustituyó la estructura de los antiguos penales, no solamente física sino operativamente, incluyendo diversas labores en el mismo. La organización de talleres productivos, grupos de lectura, escuela para adultos, psicólogos y trabajadores sociales, en un modelo que impera a la fecha en todo el país.
Durante el sexenio, le tocó negociar y atender diversos asuntos de trascendencia y sobre todo espinosos como la huelga Cinsa- Cifunsa, la sucesión local de la CTM y el movimiento de autonomía de la Universidad.
Terminado el sexenio se replegó a su despacho a esperar respuesta. La misma llegó en 1977 al asumir la Rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila.
En un proceso atípico, para los cánones de la política, fue el único rector que asumió el cargo sin el visto bueno del gobernador en turno, don Oscar Flores Tapia, quien para hacerle el caldo gordo impuso al tenebroso Xicoténcatl Riojas como secretario del STUAC, hasta el día en que a éste su retorcida mente le aconsejó quemar el despacho jurídico del profesionista, por la calle de Ramos, y entonces del Gobierno del Estado salió la orden de que renunciara al sindicato.
En su rectorado, la UAdeC creció en el doble de escuelas y facultades, fundándose principalmente las de Sistemas en Saltillo y Torreón, Administración en Saltillo y Piedras Negras, Odontología en Saltillo, Leyes en Monclova y los postgrados en Jurisprudencia y Ciencias Químicas, entre otros.
Al tiempo de su reelección aparecieron los primeros conflictos auspiciados por sus enemigos en el poder, quienes utilizaron las escuelas como frentes de batalla y causaron perjuicios al estudiantado para terminar sus estudios. Aún recuerdo mi facultad tomada por dos meses, en precisa época de exámenes y a la par conflictos en Psicología de Saltillo, Leyes y Medicina de Torreón y la Escuela de Minería de la Carbonífera.
Salvados los escollos, durante el segundo periodo continuaron las inauguraciones de escuelas: Ciencias de la Comunicación, Educación, Mercadotecnia y la creación del CREDE, en el extraordinario intento de que a través de un centro de investigación educativa, se dotara de bases didácticas a los maestros universitarios, especialistas en su tema, pero necesitados de herramientas de manejo de grupos escolares.
Los días en la Universidad eran intensos y mi primera experiencia laboral con el apoyo del Rector y del licenciado Fraustro, me dieron enseñanza de métodos y doctrinas, tanto en la Secretaria Particular como en las escuelas de Artes Plásticas y la Prepa Nocturna. Finalizado el encargo, Villegas Rico regresó a su despacho y notaría, donde permaneció hasta el día que la muerte tocó a su puerta.
En las últimas dos décadas su experiencia y estudio nutrió a la legislación civil de Coahuila de figuras jurídicas imaginadas e inducidas en su clase e, incluso, el repaso de la legislación e interpretación a magistrados del Tribunal Superior.
Hombre de su época, supo vivir con emoción y liderazgo. Creo que cada vez que muere un abogado, algo de orden se pierde en este mundo.
Su epifatio es paradójico, porque lo esbozó él mismo, en el funeral del maestro Guerra y Castellanos: "Polvo que piensa, no vuelve al polvo". Hasta siempre, estimado amigo.