Sospechas
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El oficial de policía entró en sospechas. ¿Qué hacían en ese apartado sitio los ocupantes de aquel automóvil cuya luz interior estaba encendida? Bajó de su patrulla y se acercó. Lo que vio hizo que sus sospechas aumentaran. En el asiento delantero un hombre leía un libro. En el de atrás una linda chica se limaba las uñas. El patrullero se dirige al tipo: "¿Qué hace usted?". "Ya lo ve, oficial -responde el individuo-. Estoy leyendo un libro. Se llama `La Felicidad al Alcance de Todos', por el filósofo Tessagy Agetro. Es un estudio muy valioso acerca del hombre y su incesante búsqueda de una razón para la vida. Sostiene Agetro que...". "Ahórrese los detalles -lo interrumpió el agente-. Y usted, señorita ¿qué hace aquí?". Respondió ella: "Me ocupo en un quehacer más provechoso: limarme las uñas". Intrigado, el policía le pregunta al tipo: "¿Qué edad tiene usted?". "40 años -responde el individuo-. En el tiempo que llevo de vivir he aprendido que la felicidad...". "Ahórrese los detalles -volvió a interrumpir el patrullero-. Y ella ¿cuántos años tiene?". El hombre consulta su reloj y contesta: "Exactamente en 19 minutos llegará a la mayoría de edad"... Una joven señora de exuberante busto fue a la sección maternal. Le pidió a la encargada que le trajera a su bebé, pues se acercaba la hora en que le daba el pecho. Pregunta la mujer: "¿Cuál es su hijito?". Responde la joven señora de exuberante busto: "El boconcito"....Este cuento es de Babalucas, cuando tenía 5 años. Llegó a su casa llorando desconsoladamente. "¿Por qué lloras, Babaluquitas?" -le preguntó su mamá. "¡Rosilita me engañó!" -responde entre gemidos el pequeño. "¿Por qué dices que te engañó?" -inquiere la señora. Contesta Babaluquitas: "Me dijo que le enseñara lo mío, y que ella me enseñaría lo suyo. Yo le enseñé lo mío; luego ella me enseñó lo suyo, ¡y no tenía nada!". (¡Inocente criatura! Cuando tengas uso de razón aprenderás que en ese misterio radica el origen del mundo, como dijo Courbet. Y entonces perderás toda razón)... Dos amigas compartían el mismo problema. Ambas eran casadas; tenían ya varios años de matrimonio; y aunque las dos querían un bebé ninguna de ellas había quedado embarazada. Dejaron de verse algunos meses. Cierto día se encontraron, y una se sorprendió al ver que su amiga, feliz, lucía las evidentes señas de un próspero embarazo. "¡Felicidades! -le dijo con alegría sincera-. ¿Cómo le hiciste para encargar?". Responde la amiga: "Hay un curandero a quien la gente llama `El Brujo del Arrabal', que es diestro en pócimas y ensalmos. Gracias a sus poderes logré finalmente concebir". "Iré con él -se entusiasmó la amiga-. No soy creyente en brujos, magos, hechiceros, aojadores, nigromantes, zahoríes, cabalistas, taumaturgos, ensalmadores o jorguines; pero como bien dice la sentencia popular: `Un perdido a todas va'. Por eso me casé con mi marido; por eso juego al Melate; por eso tengo puestas mis esperanzas en el PRI". Pasaron unos meses. ¡Cómo pasan, ay, los meses! Se fue ya casi la mitad del año, y la otra mitad se irá más pronto aún. Somos polvo de tiempo; poso en el pozo de la eternidad. Pero veo que estos oscuros pensamientos me apartan del relato. Pasaron unos meses, como dije, y se hallaron otra vez las dos amigas. Una ya había dado a luz a su bebé; la otra seguía sin quedar embarazada. Pregunta la primera: "¿Fuiste con el Brujo del Arrabal?". Responde la otra:"Mi esposo y yo fuimos a visitarlo varias veces, pero de nada sirvió eso". La amiga se inclina sobre su ella y le dice en voz muy baja: "Haz lo que yo. La próxima vez visítalo tú sola"... FIN.