Todos somos historia
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Así lo llamo cuando quiero ser tierna y cariñosa con él. Es un compañero ideal. No hace preguntas ni reclamos. Me escucha atentamente, y cuando el llanto me gana, sus besos en mis manos cansadas, con sus lengüetazos húmedos, me prodigan el consuelo en mi soledad.
En algunas ocasiones tengo que regañarlo por sus desmanes en su pretendida "marca de territorio", y se limita a agachar sus orejas, encoger el cuerpo, y salir a su lugar de castigo, que él mismo se impuso.
De ahí no se mueve hasta que voy y lo exonero de culpa. Y regresa moviendo el rabo tranquilamente. No me promete que no lo vuelve a hacer, como lo haría un humano, porque es sólo un perrito, como ya habrán podido comprender.
Su conducta, su fidelidad y facilidad para perdonar y recibir perdón es incondicional. Cómo lo envidio. Cuánto dolor me evitaría si yo tuviera esa capacidad para olvidar las humillaciones, los desamores, las críticas; porque yo soy más vulnerable, más débil, más rencorosa y más susceptible al sufrimiento.
Él sólo se vuelve agresivo cuando cree que estoy en peligro y sale en mi defensa como una fierecilla. Si llaman a la puerta me avisa con sus ladridos, parece intuir que estoy un poco sorda. ¡Cómo he aprendido de mi perrito!
En el momento en que mi nieto me lo trajo, interiormente pensé: "Un perrito, más trabajo". El tiempo se ha encargado de demostrarme lo equivocada que estaba y lo acertado del regalo de mi nieto cuando me dijo "para que no se sienta tan sola". Siempre que hablo con él le hago saber de lo maravilloso que ha sido su regalo en mi vida. Me ha liberado de la depresión, de achaques y del mal humor.
En una ocasión estuvo muy enfermo por una intoxicación con un alimento inadecuado que una persona de buena voluntad le compartió y entonces valoré, no sólo lo que significa para mi ese pequeño animalito, también pude darme cuenta del enorme cariño que un médico veterinario siente por los animales y los cuidados que les prodiga. Puedo agregar que en la primera ocasión que el médico veterinario me habló para decirme que tenía una posible novia para mi perro, sentí mucha emoción y, la verdad ha resultado un padre muy prolífico.
Cuando voy a recogerlo a la clínica donde lo ponen guapo y el médico le dice a mi perro: "listo, tu mamá ya vino por ti", lejos de rechazar que me adjudique este lugar en su vida, me siento agradecida y me prometo cuidarlo y protegerlo para corresponder a la fidelidad, amor y compañía que me brinda.
Si mi perrito se aparece en la cocina o en el lugar donde yo esté; con la pelota en el hocico, o con su juguete preferido, una trenza que ya de tan mordisqueada parece tiliche, yo sé que si hablara me diría "vente a jugar conmigo, yo también necesito de ti". Y me voy a la cochera a botarle la pelota hasta que me canso o se cansa.
 Cuando quedamos exhaustos, una gran tranquilidad inunda mi espíritu y la vida tiene otro color, otro matiz. El matiz de la paz. Cuánto quiero a mi perrito y se lo demuestro con un "tikiti ti "......esta es la historia de un perrito, porque al final.TODOS SOMOS HISTORIA.