El Mundial pierde a su primera estrella
Una lesión impidió que Eling Haaland disputara el partido contra Países Bajos
Rory Smith
En algún lugar de una oscura habitación, Erling Haaland estaba observando. Su lesión implicaba que no iba a poder saltar al campo para el partido más importante de Noruega en 20 años. Debido a que la semana pasada los Países Bajos regresaron a un confinamiento parcial y el juego iba a celebrarse a puerta cerrada, Haaland no podría apoyar a su selección desde las gradas.
Por lo tanto, el delantero tuvo que seguir a su equipo desde la distancia, incapaz de ayudar. Dos minutos después de iniciado el encuentro, Haaland publicó en Instagram una imagen de la transmisión televisada del partido, acompañada de una bandera noruega y el emoticono de corazón. En ese momento, todavía quedaba una pizca de esperanza. Noruega tenía que vencer a los Países Bajos, en Rotterdam, para tener una oportunidad de clasificar de manera automática a su primera Copa del Mundo desde 1998 y su primer torneo importante desde 2000.
Si Turquía —el otro contendiente del grupo— perdía su último juego, en contra de Montenegro, entonces un empate también bastaba para mantener con vida a Noruega, al menos en ese momento: una segunda posición les habría dado a los noruegos un lugar en las eliminatorias para los últimos tres puestos de Europa en Catar. Esos partidos se jugarán en marzo. Haaland habría estado en forma para esa fecha y un Haaland en forma habría cambiado todo.
Eso no importa ahora. Turquía ganó en Podgorica, después de ir abajo en el marcador con un gol tempranero, por lo que a Noruega no le quedaba de otra más que apostar, a ganar, para tener esperanza. En cambio, su equipo lució congelado y cayó flojo e inoperante por un marcador de 2-0. “Solo tenían media oportunidad”, en palabras de Louis van Gaal, el entrenador neerlandés.
No fue una sorpresa, dadas las circunstancias. “Tienen un gran espíritu de equipo”, comentó Virgil van Dijk, el capitán neerlandés, para referirse a Noruega. “Nunca se dan por vencidos”. Sin embargo, Van Dijk, agregó: “tienen un delantero fantástico que sin duda extrañaron”. Ese delantero fantástico estuvo condenado a ver el partido desde su casa. No volvió a publicar nada. Su perfil, como su habitación, se oscureció.
El hecho de que Haaland no vaya a estar presente en Catar el próximo año es, desde una perspectiva neutral, una fuente de pesar. Ya es uno de los delanteros más devastadores del mundo, el anotador de 70 goles en 69 partidos desde que se sumó al Borussia Dortmund en enero de 2020, incluidas 13 dianas en tan solo diez apariciones esta temporada antes de octubre, cuando sufrió una lesión en la cadera que se espera que lo mantenga fuera del terreno de juego hasta el próximo año.
Junto con Kylian Mbappé, Haaland, de 21 años, ya es visto como el abanderado de la primera generación del fútbol posterior a la de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Para cuando la Copa del Mundo se celebre el próximo noviembre, también podría ser uno de los jugadores más caros del planeta.
Después de fracasar en su intento por fichar a Harry Kane el verano pasado, el director ejecutivo del Manchester City, Khaldoon al-Mubarak, le dio instrucciones al departamento de reclutamiento del club para que su principal objetivo fuera adquirir a Haaland, cuyo padre, Alfie, jugó para la versión anterior del City, el adorable, desafortunado y menospreciado equipo. Extraerlo del Dortmund costará una cifra superior a los 150 millones de dólares.
El hecho de que ahora Noruega posea a uno de los jugadores más codiciados del mundo no quería decir que iba a empezar la clasificación a Catar con grandes expectativas; de hecho, muchas personas del país estaban intranquilas ante la posibilidad de legitimar, con su participación, un torneo tan envuelto en controversias.
Además, Noruega no siente que tenga ningún derecho arraigado a llegar hasta las finales. Aparte de ese breve y brillante rayo de esperanza en 1998 y 2000, y una eliminación en la etapa de grupos en el Mundial de Estados Unidos en 1994, Noruega tan solo ha clasificado a otro torneo importante en su historia: el Mundial de 1938, donde jugó un partido, lo perdió y de inmediato regresó a casa.
Es el tipo de récord que provocó que Karl Ove Knausgaard, el célebre novelista y autobiógrafo de ese país, describiera la historia del equipo como una serie de partidos “que perdió en la lluviosa Europa del Este”.
“Los partidos no duraban hora y media”, escribió. “Jugaban durante cinco o seis horas cada vez, casi como en el cricket”.
La selección Noruega que llegó a Francia en 1998 y a los Países Bajos y Bélgica dos años más tarde, para la Eurocopa, fue la excepción, no la regla. Cuando se disipó el éxito y se asentó la mediocridad, Knausgaard lo encontró reconfortante. “Fue como si regresara a la infancia, el mundo retomó su forma usual”, escribió. “El consuelo yacía a mi alrededor como un cárdigan gris y un par de pantuflas grises de fieltro”.
Ese declive sin duda estuvo relacionado con la pequeña cantidad de noruegos que jugaban en las ligas de la élite europea, en particular en la Liga Premier. Durante buena parte de los años noventa, la mayoría de los equipos ingleses tuvieron algún tipo de influencia noruega: en 1997, 23 jugadores de Noruega estaban registrados en los mejores clubes ingleses, los cuales formaron el núcleo de la escuadra que iba a jugar en el Mundial al final de esa temporada.
Para 2014, ese grupo se había reducido a uno: Brede Hangeland fue el único representante de Noruega en la Liga Premier (“Los jugadores noruegos desaparecieron de los grandes clubes internacionales”, escribió Knausgaard. “De nuevo, volvió a ser increíble jugar como profesional en el Twente, el Heerenveen, el Nottingham o el Fulham y, para un viejo como yo, eso me hizo sentir seguro”). Inglaterra siempre fue el principal mercado de exportaciones de Noruega; luego, los clubes ingleses se volvieron compradores habituales en Francia, España, Argentina y Brasil, y Noruega sufrió.
Poco a poco, eso ha empezado a cambiar y como resultado los horizontes de Noruega se han expandido. Haaland no es el único representante de la nueva generación del país: se le han sumado Martin Odegaard, el armador del Arsenal; Sander Berge, un mediocampista respetado del Sheffield United; y Alexander Sorloth, un enorme delantero de la Real Sociedad, el equipo líder de la liga española.
Esta vez, Haaland no pudo hacer nada más que ver cómo Noruega caía en el último obstáculo, incapaz de ingeniárselas sin su ausencia. Haaland, y el resto de sus compañeros de equipo, y el resto de su país, tendrán que hacer lo mismo en casi un año exacto, cuando inicie la Copa del Mundo sin una de las figuras centrales del deporte. No obstante, se siente como si el exilio estuviera llegando a su fin. Noruega tiene la confianza de que su momento está a la vuelta de la esquina. Más pronto que tarde, Haaland sacará a su país de la oscuridad y lo llevará a la luz.
c.2021 The New York Times Company