Hollywood relacionado con la política
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Buenos Aires.- Hay quien dice que toda expresión artística es política, y que la política es parte integral de la expresión artística. El caso es que desde tiempos inmemoriales muchos artistas sintieron la necesidad de manifestarse ante el poder, y lo hicieron a través de su obra, aprovechando su fama o directamente pasándose a la actividad política pura y dura.
El actor estadounidense Ronald Reagan terminó siendo presidente de su país, y el austríaco Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, por citar dos de los ejemplos más conocidos de esta última opción.
En Latinoamérica, el músico panameño Rubén Blades se presentó a la presidencia de su país en 1994 con el Movimiento Papá Egoró y el escritor peruano Mario Vargas Llosa a la del suyo en 1990 por el partido de centro-derecha Frente Democrático (FREDEMO).
El brasileño Gilberto Gil fue ministro de Cultura de Lula en Brasil hasta hace muy poco. Y el argentino Ramón "Palito" Ortega gobernador de su provincia natal, Tucumán.
La opción de utilizar la fama para llamar la atención sobre causas humanitarias es una de las preferidas de las estrellas de Hollywood. La actriz Angelina Jolie es una de las 200 celebridades que ofician de embajadores de buena voluntad o mensajeros de la paz de Naciones Unidas.
Ninguno de ellos corre el riesgo al que muchos artistas latinoamericanos se enfrentaron durante las dictaduras militares que sufrió el continente.
El cantautor chileno Víctor Jara fue torturado y asesinado en el antiguo Estadio Chile (actualmente Estadio Víctor Jara) por las fuerzas represivas de la dictadura de Augusto Pinochet. Y la recientemente fallecida Mercedes Sosa no dejó nunca de padecer las depresiones que le ocasionó el exilio al que la obligaron a partir los militares de su país.
La música sigue siendo uno de los vehículos más claros para transmitir mensajes políticos. Entre los que usan directamente la canción con sentido político está en la actualidad el cantante colombiano Juanes.
El concierto "Paz Sin Fronteras", organizado por él y que reunió a más de un millón de personas en la Plaza de la Revolución de La Habana el 20 de septiembre, desató tal resistencia entre el exilio cubano que el mismo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, salió a decir que a su entender el espectáculo "no perjudicaba" las relaciones entre su país y Cuba.
"La política separa y el arte une", afirmó horas después de la presentación el colombiano, que organizó el evento para "promover la paz y el entendimiento entre los pueblos".
Y junto a la música, es el cine una de las herramientas políticamente más potentes. Y los cineastas, como los músicos y los escritores, fueron y son artistas perseguidos por los regímenes dictatoriales.
En la primera mitad del siglo XX, a Hollywood llegaron muchos artistas que huían del fascismo en Europa. Sus obras forman hoy parte de los clásicos del séptimo arte, como las películas de Billy Wilder.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la "fábrica de sueños" sufrió una de sus peores pesadillas con la persecución que emprendieron las autoridades contra cualquier sospechoso de estar vinculado con el comunismo.
La "caza de brujas" que se emprendió entre fines de los 40 y hasta mediados de los 50, impulsada por el senador Joseph McCarthy, marcó carreras como la de Elia Kazan, que quedó para la historia no sólo como el autor de "Al este del Edén", sino también como el delator de sus ex compañeros del Partido Comunista ante la Comisión de Actividades Antiamericanas.
A las actividades de esta comisión se opusieron entonces celebridades como Lauren Bacall y Humphrey Bogart o Henry Fonda, cuya hija Jane destacaría años más tarde en la oposición a la guerra de Vietnam. El fantasma de esa guerra fue lo primero que evocaron los actores que se opusieron a la última contienda de Irak.
El cine militante, muy en boga en Latinoamérica en los 70, supone la utilización directa de la cámara para la denuncia. Si en Estados Unidos se ocupan de ello hoy en día directores como Michael Moore y Oliver Stone, en Latinoamérica el ejemplo más reciente es el del argentino Fernando "Pino" Solanas.
El autor del clásico "La hora de los hornos" (1968) comenzó en 2004 con "Memorias del saqueo", una serie de documentales de denuncia de la situación en la Argentina ante el avance del neoliberalismo.
El último de ellos estrenado, "Oro impuro", es la primera parte de una trilogía llamada "Tierra sublevada" sobre la depredación y el saqueo que se está produciendo de los recursos mineros y de los hidrocarburos. En diciembre, Solanas asumirá además como diputado por el movimiento Proyecto Sur.
En principio, pareciera que las nuevas generaciones de artistas están más desideologizadas. "A mí me altera mucho que todos los estudiantes que he tenido no hayan escrito poesía política", lamentaba durante una conferencia el Premio Nobel Derek Walcott, profesor de Literatura en la Universidad de Boston. "Pocos escriben sobre la responsabilidad del imperio y eso me preocupa, porque no sé si ese silencio es un aislamiento".
A mediados del siglo XX, el español Gabriel Celaya afirmaba en un conocido poema en defensa de la literatura comprometida: "La poesía es un arma cargada de futuro". Pero ante las atrocidades de las que es capaz el ser humano, el filósofo alemán Theodor W. Adorno consideraba que "escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie".
Los artistas latinoamericanos del momento, los puertorriqueños Calle 13, parecen estar más cerca de la postura de Celaya. Uno de sus integrantes, René Pérez, dedicó hace días los Grammy latinos que ganó a Mercedes Sosa y dijo: "Los artistas ahora dicen que la política y la música no se deben mezclar, pero yo creo que es como decir que las papas fritas no se mezclan con sal. El artista debe asumir posturas y no tener miedo".