La palabra "crisis" no tiene cabida en el vocabulario de Wimbledon
COMPARTIR
TEMAS
Hoy domingo, varias personas apostadas en las inmediaciones de la estación de metro de Southfields, cerca del All England Club, ofrecían entradas en la reventa para ver la final a un precio realmente escandaloso: 1.700 libras, casi 2.000 euros, por sentarse en uno de los 15.000 asientos de la pista Central.
Londres, Inglaterra.- Mientras en el mundo se debate si los "brotes verdes" han llegado ya o no, si la crisis económica se acentúa o va remitiendo, si el capitalismo tiene los días contados... el campeonato de tenis de Wimbledon parece ajeno a su entorno y sigue batiendo récords de espectadores y consumo.
El torneo londinense ha registrado una asistencia notablemente mayor a la del año pasado, y a falta de conocer los datos de hoy, supera en 32.963 personas a la conseguida en 2008, en una edición en la que también se ha registrado la mejor entrada de la historia en un sólo día con 46.826 espectadores, alcanzada el miércoles 24 de junio.
Hoy domingo, varias personas apostadas en las inmediaciones de la estación de metro de Southfields, cerca del All England Club, ofrecían entradas en la reventa para ver la final a un precio realmente escandaloso: 1.700 libras, casi 2.000 euros, por sentarse en uno de los 15.000 asientos de la pista Central.
Las colas registradas durante la primera semana del torneo fueron kilométricas, con días en los que más de 14.000 personas esperaron pacientemente durante horas para poder hacerse con una entrada.
Un dato que corrobora el éxito a nivel económico que tiene Wimbledon es que el All England Club entregó el año pasado a la Asociación de Tenis sobre Hierba unos 26 millones de libras (unos 30 millones de euros), lo que representa más de la mitad de los ingresos del organismo que gobierna el tenis británico.
Este año está previsto que la cifra de ingresos sea incluso superior, según publicó el diario "The Times", debido en gran parte a la importancia que le da este torneo al apartado del "merchandising".
Llaveros, tazas, gorras, sombreros, toallas, osos de peluche, corbatas, bolas de chocolate que imitan a pelotas de tenis e incluso botellas de champán Lanson producidas en exclusiva para Wimbledon además de ropa y raquetas, son algunos de los productos que se comercializan en las tiendas del complejo deportivo.
A todo ello se le suma el consumo tradicional de fresas con crema y champán, un menú "muy chic" que procede de la consideración de Wimbledon como un acontecimiento social y no únicamente deportivo.
En la sociedad inglesa de finales del siglo XIX y principios del XX, el tenis comenzó a hacerse popular, y junto a él era también típico tomar el té y algunos dulces.
Según los datos facilitados por la organización, sólo en la primera semana del torneo se vendieron 17.000 kilos de fresas, 12.000 botellas de champán (el mismo número que se vende habitualmente al año pero durante las dos semanas de torneo), 95.000 helados y 93.000 vasos de "pimm's", una bebida fabricada con alcohol y mezclada con zumo de cítricos.
A la sensación de que a Wimbledon la crisis le suena poco menos que a chino también ayuda la inauguración en esta edición del techo retráctil de la pista Central -precisamente un año en el que casi ni hubiera hecho falta, ya que sólo se utilizó un día-, y cuyo coste se especula que ha superado los 100 millones de euros.
Incluso los 2.500 abonos de la cancha central, que se ponen a la venta cada cinco años y son válidos durante un quinquenio, registraron un exceso de solicitudes pese a lo prohibitivo de su precio: 27.750 libras (unos 32.000 euros).