Noche andaluza de Martirio
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Martirio se presentó por primera vez en la ciudad, en un concierto organizado por el Instituto Municipal de Cultura y junto con Son de la Frontera dejaron a los saltillenses `bien pagaos' y felices.
Más allá del baile, la guitarra y la pasión, Martirio apuesta por un flamenco generoso, por sonidos nuevos que no se imponen, sino se unen a las raíces de la música latina. Flamenco que abre sus brazos al son, al tango, al bolero y a la canción ranchera.
El deleite de esta fusión, de este abrazo amoroso entre la guitarra flamenca y la voz grave y seductora de Martirio, acompañadas por la cadencia vibrante de las palmas, fascina al público, que ocupa la mayor parte de las butacas del Teatro de la Ciudad.
María Isabel Quiñones arriba al escenario, cubierta por la luz y los acordes de la guitarra, portando el traje de su alter ego. Martirio aparece con sus emblemáticas gafas oscuras, con la peineta española sobre el negro cabello y con un vestido regio y vaporoso. La andaluza se apodera de la noche saltillense e invita a los presentes a recibir una ducha musical que promete llenar de vida y felicidad a los espíritus amantes de la música.
El concierto da inicio con sabor mexicano, el aire se tiñe de dulce melancolía con "Júrame" y "Mucho Corazón". La voz de la cantaora, fuerte y grave, con ese tinte nostálgico que caracteriza a la música andaluza, seduce a los asistentes con temas de amor y desamor, con "ayes" y suspiros que en voz española vuelven el ambiente íntimo y cálido.
A Martirio se le une el grupo Son de la Frontera, que con las palmas y las guitarras -ejecutadas por Raúl Rodríguez y Paco de Amparo- crea ese ritmo sabroso de festejo que invita a bailar con pasos fuertes, a gritar "¡Ole!" a la menor provocación.
Pasión flamenca
El bolero cubano se acomoda a los requintos ofrecidos por la guitarra flamenca. "Si Me Pudieras Querer", del compositor Bola de Nieve, es entonado con ese tono de tierno pesar que tan bien le sienta a la cantante española, quien es festejada por un público emotivo que se le entrega entero.
Después llega el turno del tango, de la soledad del tanguero y su búsqueda permanente. Martirio ofrece "Volver", de Carlos Gardel. Pieza que para ella es el himno del inmigrante, de aquel que debe irse de su patria o de su amor, pero que en su cabeza siempre persiste la idea del regreso.
La audiencia siente la desventura de los acordes arrabaleros, del bandoneón argentino que se traduce en guitarra flamenca cargada de sentimiento. A este ritmo se une el pianista Jesús Lavilla, cuyos dedos mágicos recorren las teclas para darle vida a "La Tarde Gris", tango que fue la primera pieza latina a la que Martirio le incorporó el compás flamenco.
De pronto el bailaor aparece orgulloso junto a la cantante. Pepe Torres ofrece una cátedra de danza flamenca y conquista al público con su magia juvenil, demostrando que lleva el tablao en la sangre. La ovación no se deja esperar, tampoco los vítores y las exclamaciones contenidas.
"Para aquellos que no conozcan el flamenco, es seguro que esta noche os vais a impregnar de verdad", dice la diva andaluza con una sonrisa seductora. Los años no pesan sobre los hombros de esta mujer, al contrario, ella se pasea salerosa por el escenario que ha transformado en tablao y ruedo.
Martirio abandona el entarimado para regresar enfundada en un traje rojo sangre y amarillo. La cantante porta un abanico que mueve con donaire para interpretar "La Bien Pagá" con una voz grave y brillante, que se apodera del lugar. El hechizo no cede cuando canta "Los Ojos Verdes", pues por un breve instante la andaluza se retira las gafas para mostrar su mirada aceitunada y dejarla "clavaíta en el corazón" de los saltillenses.
El tiempo languidece, no así Martirio quien todavía se da el lujo de cantar a ritmo de rap "Las Mil Calorías", pieza a la que le siguen "Temes" y "La Primavera".
La cantaora se despide y declara que Saltillo es una ciudad que jamás olvidará, pero el público se resiste a dejarla marchar. La gente se pone en pie y aplaude agradecida.
Martirio regresa y la noche oscura y lastimera de José Alfredo Jiménez se abate en el recinto con "Un Mundo Raro", gracias a la voz tersa y juguetona que sube y baja en olas de sonido palpables.
La fiesta se despide con "Cielito Lindo". Los músicos se ponen en pie y son sólo sus aplausos rítmicos y la voz de Martirio los que conmueven a los escuchas, que también unen sus palmas al compás español.
Martirio y Son de la Frontera se marchan sonrientes, dejando tras sí un arte mestizo de bella manufactura, en el que la pasión del flamenco y el divertimento del folclor latino se unen para goce del público. Los saltillenses se marchan, "bien pagaos" y felices.
El perfil
María Isabel Quiñones, Martirio, inició su carrera en los años 70 como integrante del grupo `Jarcha'. Ya en los 80's conoce a Kiko Veneno y forma parte de `Veneno'.
La música de Martirio como solista es una mezcla de diferentes ritmos como el jazz, tango, rap, popular americana, pero cada canción es base de flamenco.
Su primer disco salió en el año de 1986 y fue titulado "Estoy Mala". "Primavera en Nueva York" del 2006 es su más reciente producción.