A seis años del 11-S: Hay nerviosismo en EU

Internacional
/ 2 marzo 2016

    Setenta y dos horas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los órganos de inteligencia y de seguridad de Estados Unidos habían averiguado ya, sin mucho esfuerzo, que la red terrorista Al Qaeda de Osama bin Laden era la responsable de los ataques -los terroristas no se molestaron en ocultar sus identidades.

    Sorprendido tal vez por el vendaval de reacciones ante la magnitud de los daños, el terrorista más buscado del mundo negó en principio a través de un comunicado difundido por la televisora árabe Al Jazira cualquier participación en la autoría de los ataques.

    Sin embargo, poco antes de las elecciones presidenciales estadounidenses del 2004, Bin Laden admitió públicamente su implicación directa en los atentados, confesando que él personalmente dirigió a los nueve secuestradores que los perpetraron.

    A este deslinde y aceptación de responsabilidades siguió un alud de respuestas en todos los ámbitos de la sociedad estadounidense ante la agresión sufrida. Una de ellas fue el aumento del hostigamiento contra las personas de origen árabe y el apoyo masivo de la población a la campaña lanzada por el gobierno de George W. Bush contra el terrorismo.

    La CIA en entredicho

    El presunto mal desempeño de la Agencia Central de Inteligencia, antes de los ataques, hizo que su reputación fuera arrastrada por el vertiginoso alud de acusaciones hasta colocarla en el ojo del huracán. Su éxito en la lucha contra el terrorismo estaba en entredicho.

    La agencia, y también el FBI, fueron acusados de no haber reconocido la magnitud de la amenaza que significaba la red Al Qaeda. Esto hizo que la opinión pública se centrara en el aspecto de la seguridad nacional y que, entre otras estrategias, se creara el Departamento de Seguridad Nacional. una nueva agencia federal a nivel de gabinete, para replantear la lucha antiterrorista.

    La Guerra contra el Terroris-mo declarada entonces por el presidente Bush tenía -y tiene aún, aunque no lo parezca- como objetivo primordial llevar a Osama bin Laden y a su red Al Qaeda ante la justicia...

    La repartición de culpas no alcanzó solamente al organismo más importante de la inteligencia estadounidense. La administración Bush acusó también al gobierno de su antecesor William Clinton de no haber perseguido cuando pudo a Osama bin Laden.

    El Congreso de Estados Unidos hizo comparecer a Madeleine Albright, secretaria de Estado durante el gobierno de Clinton, a quien le preguntaron el motivo por el que no se declaró la guerra a Al Qaeda después de los ataques contra las dos embajadas norteamericanas en Africa en 1998 y contra el destructor Cole en Yemen, en 2002.

    Albright defendió vigorosamente la política del gobierno de Clinton y dijo que la lucha contra la amenaza terrorista era una prioridad para el Presidente, y mencionó una larga lista de acciones diplomáticas realizadas para que Osama bin Laden fuera entregado a Estados Unidos.

    Agregó que Clinton estaba preparado para ordenar acciones militares para capturar y matar a Bin Laden, pero que no se hizo porque no había la información de inteligencia necesaria.

    La versión de Tenet

    Durante una comparecencia ante el Congreso después de los atentados, el entonces director de la Agencia Central de Inteligencia, George Tenet, reconoció que el país estaba sin protección cuando fue atacado el 11 de septiembre de 2001.

    Según Tenet, una serie de problemas "sistémicos" en la comunidad de inteligencia dejaron al país vulnerable a actos como ese.

    El jefe de la CIA admitió que no había hablado con el presidente George W. Bush el mes anterior a los ataques, y comentó que en esos momentos el Mandatario se encontraba de vacaciones en su rancho de Crowford, Texas.

    Bush recibió sin embargo, estando en Texas, un memorando el 6 de agosto del 2001, que decía: "Bin Laden decidido a atacar en Estados Unidos".

    Richard Clarke, encargado de la oficina antiterrorista de Estados Unidos durante los atentados, y ex funcionario de Bill Clinton, dijo que el actual Mandatario ignoró las amenazas terroristas antes de los ataques, y que posteriormente los vinculó, sin evidencias, con Irak, un tema -el de Irak- que merece espacio aparte.

    El enemigo en casa

    El gobierno de Bush no tuvo empacho en acusar a los órganos de inteligencia de no haber hecho lo suficiente para prevenir los ataques y al gobierno de Bill Clinton de no haber perseguido a Osama bin Laden. Pasó por alto el Presidente que su padre, el ex presidente, fue años atrás socio predilecto, además de generoso y hospitalario anfitrión, del clan árabe al que pertenece el que ahora es considerado el terrorista más peligroso del mundo.

    Las familias Bush y Bin Laden han sido socios comerciales desde 1989 al amparo de The Carlyle Group, una compañía valuada en unos 14 mil millones de dólares que es propiedad de un grupo de poderosos e influyentes republicanos de Washington.

    George Bush padre y Salem bin Laden, hermano mayor de Osama, crearon una compañía petrolera en Texas en 1989, la Arbusto Energy Oil Co. y fueron socios por varios años, hasta que Salem murió al estrellarse en su jet en Houston, en 1993. George Bush padre es ahora accionista mayoritario de esa compañía, con multimillonarias inversiones e intereses en el gigante petrolero Chevron-Texaco.

    ¿Estarán George W. Bush y el país pagando el precio de las relaciones de su padre el ex presidente?

    Finalmente, tres noticias frescas deben de haber despertado ya el nerviosismo de las autoridades y de la población estadounidenses:

    Primera: la Policía germana desbarató una peligrosa conspiración terrorista que tenía como objetivo atentar contra intereses estadounidenses en Alemania.

    Segunda: el director de la Agencia Central de Inteligencia, Michael Hayden, reveló tres días antes del sexto aniversario de los ataques del 11-S -para que no digan que no hubo advertencia a tiempo- que la red terrorista Al Qaeda planea ataques "de alto impacto" en territorio estadounidense.

    Y tercera: Osama bin Laden está vivo, con todo lo que ello implica.

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