¿Actos inapropiados de sacerdotes?
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Han pasado ya algunos días desde que el obispo de Saltillo, don Hilario González, hizo declaraciones a los medios en el sentido de que, derivado de una queja, se llevó a cabo una investigación por parte de la Diócesis de Saltillo en relación a la conducta inapropiada de un sacerdote cuya adscripción física la tenía en la ciudad de Cuatro Ciénegas, Coahuila, donde fue acusado y luego se comprobó que realmente había cometido una falta grave en perjuicio de una menor, investigación que fue confirmada. El clérigo fue puesto a disposición de la autoridad civil, quién después de las diligencias correspondientes se encontró culpable del delito, por lo que fue internado en el reclusorio.
La actitud del obispo diocesano, quien considero que tiene un peso mediático simbólico porque está situado en la capital del Estado, a diferencia de los otros dos obispos diocesanos –uno en Torreón y el otro en Piedras Negras–, que aunque son pares, los dichos de monseñor Hilario adquieren mayor importancia ya que su asiento se encuentra dónde está la sede de los poderes estatales, por lo que hay que reconocer que en el caso que nos ocupa fue muy tajante, pues abundó que el papa Francisco emitió instrucciones en el sentido de que la iglesia no debe permitir ese tipo de comportamientos de los miembros pertenecientes al clero, y que de no obedecer se actuará en su contra y se pondría a disposición de la autoridad civil.
Las palabras anteriores me sirven para refrescar lo que en una columna escribí hace ya unos años, la cual dice: “Legislar en contra de la naturaleza humana, no es humano, pues para los creyentes Dios nos creó a su imagen y semejanza, es decir un espíritu encarnado. Entonces, ¿por qué estar en contra de lo que hizo Dios? Dios dijo creced y multiplicaos y para multiplicarnos debemos realizar el acto de amor más sublime, la conjunción maravillosa de fundirse en el más puro e inmaculado acto de la posesión y esperar el resultado hecho alma y materia de la descendencia, fruto bendito traducido en hijos.
Respeto la legislación de la Iglesia católica, mi iglesia, sin embargo, difiero de este mandato que obliga a los miembros que están a su servicio a permanecer célibes, estado que va contra una de las funciones consustanciales al ser humano. La atracción y el sentimiento entre géneros se dan, no dependen de los humanos ni de lo que diga el derecho canónico, no es si se quiere o no se quiere, simplemente se da.
El celibato es un exceso de la Iglesia basado en que cuando se instituyó obraban otras circunstancias y otros propósitos muy distintos a los de ahora, con todo y que el sentimiento de amor siempre ha existido.
No se debe prohibir amar a una mujer, la prohibición no suple ese sentimiento, este nace por sí solo, lo bendice Dios y lo premia con la presencia de los hijos.
No se dé pábulo a que miembros de la Iglesia cometan hechos de pederastia, menos reprimirles un acto natural como es el ayuntamiento entre un hombre y una mujer, pues esas prohibiciones contra natura los induce a que lleven en secreto esos sucesos heterosexuales, cuando realmente son actos de amor no solo de placer”.
Recordemos que tanto el papa Juan Pablo Segundo y más recientemente el papa Francisco en relación con este tema, llegaron a declarar que el celibato sacerdotal no es un dogma.
No sabemos cuándo, pero se llegará el día en que se celebre el Concilio Vaticano Tercero, en donde entre otros temas a modificar, seguramente se podrían llevar a cabo reformas donde se llegara a tratar ese tema tan delicado referente al celibato sacerdotal, y tomar en cuenta lo que dijo precisamente el papa Francisco: “No le tengan miedo a la transparencia la Iglesia, no necesita de la oscuridad para trabajar”.
Se lo digo EN SERIO.
franciscoaguirreperales@gmail.com
@aguirreperalesf