Ahora le toca a Chile
COMPARTIR
TEMAS
¿Por qué razón percibimos la polarización política como signo de los tiempos que corren? Tal parece que la política electoral como la conocimos está llegando a su fin y que, de maneras que todavía no alcanzamos a vislumbrar, está configurándose un nuevo paradigma social, político, económico y cultural. ¿Será así?
La ola arrolladora que está apoderándose de la cosa pública en el mundo entero es una polarización de las posturas políticas, sustentada en premisas que consideran el acuerdo político y el trabajo técnico como una debilidad engorrosa y como una razón fundamental de las adversidades que viven diferentes naciones. Las posiciones de centro no tienen buena imagen ni gozan de aceptación.
Las posiciones extremas tienen hoy la voz cantante. No queda lugar para los matices. Los polos extremos se asumen como poseedores de la verdad absoluta, no queda espacio para el diálogo y el acuerdo. La interlocución con el otro, cuando llega a darse, suele acompañarse por el odio, sustituto de la esperanza, como divisa política para apelar al voto ciudadano. El odio es un sentimiento más profundo, más perverso y parece, al menos en la época actual, menos voluble, más fiel a quienes lo promueven. Los intereses objetivos de clase se despojan de ideas y principios, para mostrarse en toda su cruda desnudez.
Ahora vemos que la República de Chile se debate en esta disyuntiva. Ya se venia dando en todo el continente, Europa parece resistir con más éxito, aunque no deja de verse en esas latitudes, Polonia, Hungría y algunas otras naciones también se polarizan como nunca antes.
Chile parecía el chico bueno del vecindario, que hizo la tarea, que construyó una democracia sustentada en instituciones, no en personas. ¿Cómo no hacerlo, después de haber vivido el trago amargo del pinochetazo y la polarización? Pero los humanos tenemos memoria de corto plazo, olvidamos pronto. Los chilenos de ayer, del siglo pasado, no son los de hoy, para estos, el pasado es una historia de cuentos que poco o nada se aplican a su realidad, aunque esta sea una realidad mucho mejor que la vivida por sus padres o la que vive la gran mayoría de los latinoamericanos.
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas se decretó el fallecimiento del centro político. Los partidarios del presidente de derecha Sebastian Piñera, de los expresidentes de izquierda, Lagos o Bachelet y los centristas democristianos Aylwin y Frei, son todos parte de lo mismo: un pasado que, a ojos de las mayorías actuales, no logró nada y nada hizo. Unos y otros están inmersos en la misma licuadora de razones políticas que poco importan a los actuales electores. Eso mismo está sucediendo en México, Estados Unidos y gran parte del mundo.
Los partidos de antaño no superaron la barrera del 13 por ciento, mientras que los frentes polarizadores de José Antonio Kast de la derecha radical y Gabriel Boric de la izquierda radical, alcanzaron el 27.9 y 25.8 por ciento respectivamente. El primero reconoce que la dictadura pinochetista violó derechos humanos, pero defiende sus logros económicos como modelo a seguir. Y por supuesto, su estilo, promete mano dura, “orden y progreso”.
Boric, por su parte, líder estudiantil niega lo que el mundo entero reconoce a Chile, aplaude a la dictaduras de Maduro y Daniel Ortega. Paralizó al país entero con violencia e ignoró las ofertas de diálogo del presidente Piñera, aunque algunas de ellas rayaban en vergonzosas humillaciones, que dieron gasolina al incendio de una extrema derecha que hoy está victoriosa, donde nunca pensó estar. En las pasadas elecciones presidenciales, Kast no alcanzó ni al 8 por ciento, hoy repito, consiguió 20 puntos más.
Para ganar en la segunda vuelta, uno y otro deben superar la barrera del 50 por ciento. Ambos necesitan a un centro perdido que no sabe qué hacer. Son de otro tiempo y no entienden lo que sucedió. Hicieron la tarea, siguieron el guión, pero nada fue suficiente. Frente a los hechos consumados, con evidente resignación, ya se manifestaron, no había de otra. Entre apoyar a tu loquito o al mío, me quedo con el mío. Los intereses mandan.
El Presidente y su coalición apoyarán a Kast, mientras que Bachelet, Lagos y la democracia cristiana, ya se manifestaron por Boric. Así sucedió al finalizar el gobierno de Eduardo Frei Montalva, así ganó Allende. Pero Boric no es Allende ni Chile, ni el mundo, lo que eran en 1970.
El caso chileno evidencia que los extremos se tocan en un mismo mensaje. Como Bernie Sanders y Donald Trump: Para ellos todo o casi todo está mal. Sólo ellos son la solución a todos los problemas. No precisan del otro y poco importa que la otra parte no esté de acuerdo.
Chile es el único país de América Latina que demostró que existe una salida negociada a los problemas. Es mucho lo que avanzó, pero por mucho que sea, no es atractivo para los sentimientos que imperan en el clima de la política mundial y nacional.
@chuyramirezr