Eran dos tipos sumamente bajos de estatura. A uno le decían “El hombre de acero”, de a cero metros, y al otro lo apodaban “El príncipe charro”, por no llamarle “el pinche chaparro”. Una noche fueron con sendas mujeres al Motel Kamawa, y la mañana siguiente se reunieron a comentar sus respectivas experiencias. “El hombre de acero” relató: “A mí me fue muy mal. Me puse tan nervioso que sufrí un severo ...