Ayudan más dos palmaditas en la espalda...
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El de la salud mental es uno de los grandes temas a trabajar en el momento actual. Derivada de la pandemia, la situación en que el mundo está enfrentando la pérdida y la soledad ha de ser considerada desde los hogares hasta las más altas esferas gubernamentales.
Han sido demasiados los conflictos en que de pronto el hombre contemporáneo hubo de enfrentar su realidad cotidiana. Tienen que ver con los valores más primordiales, los más caros al ser humano mismo: la vida y la libertad.
La pérdida de amados seres propició una serie de circunstancias que nadie imaginaba: el enfrentarse a continuar viviendo sin la sonrisa, sin la voz, sin el consejo, sin la compañía de quien se consideraba –ilusión vana– estaría a un lado para siempre.
Aunado al enorme dolor de la pérdida, estuvieron y siguen estando por desgracia las circunstancias en que ella ocurrió: sin despedidas en muchos casos. El camino silencioso hacia el lugar de donde no sabemos nada.
¿Cómo enfrentar los duelos? ¿Cómo enfrentar las dolorosas partidas? En el primero e importante paso del reconocimiento está también el acompañamiento: el familiar, el de los amigos y el de toda una sociedad que debiera conmoverse junto con el doliente. La empatía invita a acompañar. A ponerse en los zapatos del otro. A comprender los momentos en que atraviesa el alma que se tiene enfrente y actuar en consecuencia de ese conocimiento.
En términos de libertad, la sociedad se enfrentó a las limitaciones de hasta el respirar a pulmón lleno, contenida por el indispensable cubrebocas. Está aprendiendo que la libertad a la hora de elegir usarlo o no usarlo conlleva consecuencias. Limitadas también estuvieron y están la libertad de tránsito, la libertad de esparcimiento, de congregación: en este aprendizaje debe estar implícito el entendimiento de que en la limitación hay igualmente una consecuencia derivada de aceptar o negar.
El enfrentarse a la pérdida de la vida de los más amados; el ver constreñida la libertad hizo mella, hace mella, en todos los dolientes. Pero unos y otros lo enfrentan de manera distinta. El equilibrio de una vida mental saludable hace la diferencia aceptando las circunstancias, comprendiendo la importancia de las decisiones personales y desarrollando empatía.
Así pues, la salud mental ha de considerarse actualmente como un tema de la mayor trascendencia. A la presión por la pandemia, al dolor acumulado, a la sensación de haber dejado atrás la vida plena en libertad (percibida mejor quizá ahora que antes), la presión en el trabajo y la presión familiar debieran mantenerse a raya.
Si ya se acumulan tantas presiones en la vida cotidiana, muchos incluso para sobrevivir, ¿por qué hay quienes se empeñan en incrementar los niveles de presión? Si es verdad que hay que activar la economía y echar andar con eficiencia el sistema educativo nacional, también hay que ser cuidadosos en el ámbito de la salud mental para todos quienes están involucrados en estas áreas.
En el caso de maestros y estudiantes, someterlos a altos niveles de estrés, incontenibles e inmanejables, puede contribuir a que la olla de presión eche a andar sin control.
En aras de la salud mental, en aras de una sana sociedad cuyos miembros se necesitan mutuamente habría que ser conscientes de que sólo en la solidaridad y en la empatía las cosas pueden funcionar de la mejor manera. Lo ideal es comprender las situaciones personales; ponerse en el lugar de todos y cada uno: aquellos que perdieron familiares y gente querida; aquellos otros, empleo; unos más las posibilidades de continuar con sus estudios.
Como decía mi mejor maestro: ayudan más dos palmaditas en la espalda que un violento empujón.