Bermúdez y la primera detective
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La primera detective mujer en la literatura latinoamericana apareció en el cuento “Detente sombra” de la escritora María Elvira Bermúdez en 1961. El título es el inicio de uno de los sonetos más famosos de sor Juana Inés de la Cruz. Con un guiño tan fuerte, podemos intuir un poco hacia dónde camina la propuesta. La protagonista se llama María Elena Morán, un nombre que recuerda a “María Elvira” (¿alter ego?), y la admiramos por su grandiosa inteligencia. Edgar Allan Poe, creador del género policiaco, escribió sus cuentos “enigmáticos” para demostrar que no solo era un bohemio atormentado. Quería darle al mundo un poco de su capacidad de razonar en la difícil tarea de resolver misterios. María Elvira también acude al cuento detectivesco por un motivo de reivindicación. En su caso, de las mujeres. Anteriormente, la presencia femenina en este tipo de relatos se limitaba al papel de víctima (la débil) o de verdugo (la mala mujer sin escrúpulos). Los cuentos de Bermúdez retaron a los estereotipos de su época al presentar a María Elena como perspicaz, fuerte y analítica, lejos del cliché de la dama indefensa, sentimental y en peligro.
Armando H. Zozaya es el otro detective de María Elvira. La autora escribió muchas historias donde este joven periodista se enfrenta a casos tormentosos para desenmascarar al asesino. El personaje está claramente inspirado en los detectives clásicos de la literatura: al igual que Dupin de Poe y Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, Zozaya es un aficionado a los misterios. No pertenece a la policía y tiene un tinte atractivo de excentricidad. Mantiene la calma ante la desgracia y no toma partido al momento de señalar a los sospechosos. Al leer los cuentos de Bermúdez es imposible no reparar en sus insistentes referencias literarias. Por ejemplo, “Muerte a la zaga” es, desde su título, un homenaje a Agatha Christie, pues evoca varios nombres de sus novelas: “Muerte en la vicaría”, “Muerte en el Nilo”, “Muerte en las nubes”. De forma más sutil refiere a “Cita con la muerte”, obra anunciada con “uno de los finales más inesperados de Christie”. Ambas historias coinciden en que el personaje asesinado era odiado por todos, los hechos acontecen en un viaje y el asesino es quien menos parece.
De la detective Morán únicamente se conocen tres cuentos: “Detente sombra”, “Las cosas hablan” y “Precisamente ante sus ojos”. Más allá de las atractivas aventuras (igualmente emocionantes que las de Armando H. Zozaya), en estos cuentos la escritora apunta, con mucha sutileza, denuncias importantes. María Elena es esposa de Bruno Morán, diputado de Coahuila. Él siempre critica la imaginación de su compañera y le dice cosas como “¡Tonta!”, “No puedes abandonar ni por un momento esa manía tuya”. Por otro lado, María Elena sabe versos de Andrés Bello y compara la casa antigua a la que llegan luego de perderse (un escenario que recuerda mucho a “Drácula” de Stoker) con las novelas de Dickens. Es culta, sensible y metódica.
María Elvira Bermúdez está un tanto olvidada. Actualmente han aparecido algunos esfuerzos por rescatarla, como la publicación de un libro suyo en la serie Vindictas de la UNAM. Liliana Pedroza relató, en un curso, que Bermúdez se convirtió en 1939 en la primera mujer en obtener un título profesional de abogada en la Escuela Libre de Derecho y trabajó como actuaria en el Poder Judicial Federal. Tanto en la vida real como en la literatura, María Elvira resolvió misterios. En la edición de Lecturas Mexicanas de la SEP la presentan como “aficionada de hueso colorado”. Un epíteto bastante injusto. La escritora teorizó el género y publicó la primera antología policiaca en México, “Los mejores cuentos policiacos mexicanos” en 1955. Quizá tengamos a una de las primeras figuras profesionales en la literatura detectivesca en nuestro país. Lo que pasa es que tal vez no hemos querido verla, aunque esté como la ‘Carta robada’ de Poe: Precisamente ante nuestros ojos.