Café Montaigne 222
COMPARTIR
TEMAS
Hace días se dio el resultado del ganador del Premio Nobel de Literatura de este 2021. Dudo que alguien lo haya leído. Recayó en un escritor tanzano, Abdulrazak Gurnah. Nació en Zanzíbar, pero desde 1968 vive en Gran Bretaña. ¿Usted lo ha leído o ya lo conocía, señor lector? Caray, el Premio Nobel con el paso de los años y los escándalos, se ha convertido en un premio políticamente correcto, pero que ya no dice nada a nadie. No ofrece garantía de nada en la actualidad.
Y justo cuando pasan este tipo de detalles (es un eufemismo, pues), se agiganta el único Premio Nobel de Literatura que ha dado México al mundo, la figura y la poesía de Octavio Paz. El Nobel ya está un tanto o un mucho desprestigiado. En su momento estuvieron nominados y no es broma, Charles de Gaulle, Carlos María Ocantos, Germán Pardo y la mexicana María Enrique Camarillo. Parece increíble, pero es la verdad. En su momento, el Nobel se lo dieron no a un escritor, sino a un mílite, Winston Churchill en 1953. En fechas recientes se lo dieron a un trovador. Se lo dieron a Bob Dylan en el 2016 si mi memoria no me falla.
Por lo anterior, Octavio Paz seguirá siendo el gran poeta y ensayista, el pensador que sigue iluminando nuestras parcelas de pensamiento, todas. Sus ensayos no sólo literarios, sino sus aristas políticas, se dejan leer hoy con suficiencia e incluso, muchas de sus letras se han cumplido al día con una frialdad inusitada. Como lo que hoy padecemos y vivimos con esta maldita pandemia. Lo cuento de manera larga para contextualizarlo.
Cierta vez le preguntaron al Nobel mexicano Octavio Paz que para qué diablos servían los libros, a lo cual con su sapiencia (lo parafraseo, la cita de memoria no la recuerdo textual), el poeta dijo: los libros y la poesía son importantes porque nos otorgan, nos fomentan y nos regalan la capacidad de amar. Sin duda. Y amar es un don divino y un atributo humano, sólo es un placer humano. Tener sexo por placer y amar por placer, no para procrear como un llamado de un animal de la selva.
En un libro de entrevistas, “El Poeta en su Tierra. Diálogos con Octavio Paz” de la autoría de uno de los mejores reporteros en el país, Braulio Peralta, al releer algunos fragmentos, vi antiguas anotaciones de otros momentos en los cuales puse el acento en tópicos e ideas que en ese entonces en dicha lectura me interesaban. Pero lea el siguiente fragmento, señor lector, y me dará la razón que todo, todo está en la literatura sabiéndola leer y espulgar. Todo está en una visión, la visión de un sabio profeta como lo fue Octavio Paz. Lea por favor: “En el siglo 21 los hombres se enfrentarán a una gran amenaza, tal vez la más grande de nuestra historia desde el periodo paleolítico: la supervivencia de la especie humana. No pienso nada más en las terribles y tal vez irreparables destrucciones del medio natural por la alianza de la técnica y el espíritu de lucro del régimen capitalista, sino también en otros peligros: los avances de la biología genética...”.
Esquina-bajan
Ojo, la entrevista es de 1994. Se lee con una actualidad pasmosa y claro que ya lo notó: las palabras de Octavio Paz se cumplieron a la perfección, los avances de la biología genética de los grandes virólogos chinos crearon un virus mutante el cual es imposible parar a casi dos años: el COVID-19. Y sí, está en juego la supervivencia de los humanos. La línea final de ese fragmento de entrevista es la siguiente: “Nos amenaza una nueva barbarie fundada en la técnica”. Le creemos al Nobel. Le creemos y él lo dijo en 1994.
¿De qué habla un poeta en sus letras? De todo. Y en sus letras nos reconocemos. Para Paz, los hombres “...son la espuma de la tierra,/ la flor del llanto, el fruto de la sangre,/ el pan de la palabra, el vino de los cantos,/ la sal de la alegría, la almendra del silencio”. Lo anterior en uno de sus poemas épicos y señeros arracimados en “Bajo tu Clara Sombra”. Note usted la definición de un hombre, lo que somos o de lo cual estamos forjados: vino, sal, pan, frutos, almendras... ¿Podemos definir todo lo que nos rodea a través de lo que comemos? Absolutamente sí.
Para los poetas nada es imposible. Menos para ese poeta también Nobel y del cual sabemos de memoria, algunos de sus versos. Aunque cuestionado en su momento, nadie duda que Pablo Neruda mereciera el galardón. En un texto titulado “El ciervo sonríe”, el chileno universal no se anda por las ramas de la bisutería y define a la bella Iglesia de Tabán (en Hungría), como una “fruta amarilla,/ es una dulce pera de oro”.
El texto completo reza: “Aquí están las colinas con tanto follaje/ que el falso castillo de cabeza calva/ no tiene perdón: no le crece una hoja/ en el tejado. Pero/ la Iglesia de Tabán es una fruta amarilla,/ es una dulce pera de oro,/ es un pequeño y largo pan ofrecido a los dioses”. Somos lo que comemos. Dice la Biblia que somos polvo y al polvo y tierra vamos a regresar ya muertos. Pero ese mismo polvo va a renacer en el ciclo de la creación.
¿Recuerda usted a Patrick White? ¿Recuerda usted si era poeta o narrador; recuerda usted si era historiador o periodista? ¿Qué recuerda usted de él al día de hoy, y de sus grafías? Yo en honor a la verdad, jamás he leído ni un letra de este tipo, el cual ganó el Nobel de Literatura en... 1973. ¿Por qué el galardón no se lo concedieron a Jorge Luis Borges, a Milan Kundera, a Juan Rulfo, a Rainer Marie Rilke...?
Letras minúsculas
Hoy lo ha ganado Abdulrazak Gurnah. Es decir, casi un desconocido para todo el mundo.