Café Montaigne 233
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La vida se está achatando enormidades. La vida se ha abaratado desde la llegada de Internet (según mi pálido juicio). La voz de la tribu, del barrio, de las familias se ha ido apagando desde la llegada de esa “maravilla”, de esa “panacea”. Ante el fuego, los viejos de la tribu hablaban y contaban cuentos, mitos y leyendas de los antepasados, como una forma de enseñar la sabiduría y dotar de memoria a los jovenzuelos los cuales apenas aprendían a cazar o a sembrar.
Ya no hay jóvenes de barrio en las esquinas. Yo fui eso: joven de barrio bravo. Pero, todos nosotros trabajábamos, estudiábamos. O las dos cosas. La pereza se nos daba el día de descanso obligatorio y entonces sí, a disfrutar buenas dosis de caguamas o brandy del más barato y platicar. Platicar e intercambiar palabras bajo un palio harto difícil: ¿Fue primero el huevo o la gallina? ¿Adán y Eva tenían ombligo? ¿Si dejamos caer un kilo de algodón o un kilo de plata desde una mesa, cuál cae primero al piso por la Ley de la Gravedad del maestro Isaac Newton? Cuando usted se toma un café caliente y éste se va enfriando ¿a dónde se va el calor?
Estas y no otras eran nuestras charlas de barrio bravo. ¿Hablar, discutir en familia? Imposible hoy en día. Atados al potro de las adicciones en Internet, todo mundo se avinagra arrellanado en su cama y todos “opinan” de todo mediante eso llamado “likes”, “memes” y emoticones. Lo que eso signifique. Es decir, se está perdiendo y para siempre, la palabra oral. La palabra escrita está a punto de desaparecer. Estamos en afasia terminal. Y claro, eso de la evolución ya terminó, ahora es una involución irreversible. Como siempre, con una economía de palabras dignas de elogio, el académico y periodista Luis Carlos Plata me dijo lo siguiente: “es involución, master. Tarde o temprano desfilamos a la barbarie. Nadie lo para.”
Le creo a Plata. Y estas palabras y reflexión la hemos compartido desde hace un buen tiempo a la fecha, siempre antes de los hechos funestos los cuales son diario y ya nadie, nadie se escandaliza. Bueno sí. La gente se “conmueve”, se “sacude”, se “irrita”, se “indigna” ante cualquier cosa, como la muerte de la señorita regiomontana Debanhi Escobar o la de María Fernanda. Eso por la mañana. Por la parte y ante el “truene” de Belinda (actriz y cantante de poca monta) con un tal Nodal (cantante de baja estofa), la gente se vuelve a “conmover”, “irritar”, toma partido, se “indigna” con uno o con otro... en fin, Internet apendeja y manipula a todo mundo. Por eso, por esto la vida achatada de hoy ya se padece.
Los ecos de los “7 Pecados Capitales” siguen siendo hartos. Continuamos entonces por dicha vía y dejamos un poco a Dios en descanso. Ya en la próxima tertulia sabatina estaremos y como siempre, alternando nuestra tertulia en base a Michel de Montaigne y sus ensayos para explorar todo, con las ideas, reflexiones y notas sobre ese inasible Dios.
Esquina-bajan
Fue un día cualquier. Recibí una llamada del sabio editorialista de esta casa editorial, Carlos Alberto Arredondo. Me preguntó dónde estaba deambulando o bien, si estaba en brazos de los musas. Eran las dos de la tarde de un día cualquiera, monótono y gris de Saltillo. Ni lo uno ni lo otro. Ni caminando (mi único ejercicio) y para mi desgracia, menos con musas. Estaba arrellanado en una silla del mítico restaurante “Principal” en el centro de Saltillo. Estaba tomando una cerveza ligera y en la mano, un tabique de más de 800 páginas: “Ulises” de James Joyce.
Al momento de redactar esta nota, llevo más de 500 páginas de dicha novela traducida (cosa imposible, ya se lo contaré) a todas las lenguas del mundo y no, no entiendo ni un carajo. La leo para ofrecerle aquí un tríptico de textos al respecto porque se acerca el 16 de junio y desde 1954, en Irlanda, se celebra el “Día de Leopold Blooom” el protagonista, el famoso “Bloomsday”. Gente se entrega a recorrer el periplo el cual cumplió el protagonista ese día. Pues sí, como ir a recorrer los caminos de Edgar Allan Poe o los lugares donde se desarrollan las tramas de los textos de Stieg Larsson.
O visitar en Argentina el mítico “Café Bortoni”, donde el divino ciego Jorge Luis Borges se acodaba a beber café, tragos y engatusar con su erudición enciclopédica. Por cierto, a dicho lugar acaba de ir el doctor Víctor S. Peña, quien desde sus sillas, el muy trotamundos y presumido, me hizo llegar una fotografía de sus andanzas literarias. Me estoy desviando, pero todo tiene que ver con todo: le decía de que llegó Carlos Alberto Arredondo a saludar al “Principal” del centro, feudo de don Braulio Cárdenas, quien también está al frente del no menos célebre “Mesón del Principal.”
Arredondo llegó con un regalo para quien esto escribe: “Los diez mandamientos en el siglo XX” de un autor al cual estoy leyendo casi completo por azares del destino, Fernando Savater. Una joya la cual no tenía en mi biblioteca. Amén de lo anterior y como si no fuese suficiente el halago, me trajo tres libretas de papel con portadas de dibujos del genial “Freyre” para el diario “Esto” de la ciudad de México, donde recientemente estuvo Carlos Arredondo en un proyecto multidisciplinario de periodismo nacional.
Letras minúsculas
Hay tres maneras de morir en México: alcohol, suicidio o balas del crimen organizado. O las tres juntas.