Canto y flor. Afectuoso recuerdo de quienes no están
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Bellas, delicadas, cargadas de una dulce sinfonía, tristeza y melancolía, son las voces de aquellos que habitaron en el siglo 14 y 15 en el territorio que hoy es México.
Resulta entrañable recordar aquí algunas de ellas, a propósito de la conmemoración del Día de Muertos, que hoy es para los mexicanos una fecha en la que nos reencontramos con recuerdos de las personas amadas que ya no están. Un día importante que nos permite percibir una esencia de nosotros mismos al tenerlos presente. Al rememorar su cálido afecto; sus sonrisas y su guía.
A la luz de la vela, el recuerdo se vuelve evocador e íntimo; único y personal.
Hoy, en esta colaboración, a su memoria, algunos de los versos de aquellos que nos recuerdan con sentido místico y mágico a nuestros seres queridos.
Tochihuitzin Coyolchiuhqui, contemporáneo de Nezahualcóyotl, era señor de un pueblo vecino de la región de Huexotzinco, cercano al espectacular Iztaccíhuatl. Miguel León-Portilla tradujo del náhuatl estos versos que corresponden a su poema “Sólo vinimos a soñar”.
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
nuestro corazón hace nacer,
germinan flores de nuestra carne.
algunas abren sus corolas.
luego se secan.
La flor y el canto identifican a la poesía prehispánica. La flor que era una bella representación de la naturaleza que nace y llega a su final. La promesa de la vida es abrirse después; y el canto, a través del cual se entonaban las más íntimas melodías. En estos versos queda de manifiesto el sentido de la vida, el sólo venir a soñar. Queda intrínseca la comunión con la naturaleza, en donde las flores germinan de nuestra carne.
Nezahualcóyotl trabaja versos en la misma ruta. “No para siempre en la tierra”, dice en “Aunque sea de jade”. Gobernante de Texcoco y consejero de Tenochtitlan, es el más conocido de los poetas del México antiguo, el Rey Poeta. También traducido del náhuatl por el mejor estudioso de esta época, León-Portilla, los versos del poema mencionado en este párrafo:
Yo, Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la
tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se parte,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se
desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
El dolor por la ausencia es grande. Del mismo autor, en “Estoy triste”:
He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
en la región donde de algún modo
se existe,
nos dejaste sin provisión en la tierra,
por esto, a mí mismo me desgarro.
El Rey Poeta lleva la esperanza que, en un día como hoy, nos permite encontrar cierta dulzura aun teñida de tristeza.
No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.
Estas líneas nos permiten sentir cómo sigue y seguirá palpitando el recuerdo de las personas que amamos y que ya no están. Llenan el pensamiento las imágenes: la alegría que los caracterizó, el cariño que nos entregaron, la emoción de su voz poblada de singulares notas; son sus flores que recogeremos por siempre. Que estarán siempre en nuestro corazón y con las cuales y gracias a las cuales no cesarán sus cantos.
Son nuestros amados familiares y amigos. Con los cuales recorrimos una parte del sendero de la vida. Queda en cada uno de nosotros ir armando ramilletes de flores y nuestros cantos. Y siguiendo al Rey Poeta: con cantos dar color; con cantos sombrear, a los que han de vivir en la tierra.