Cantos de invierno para Saltillo
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La luz del sol se desplaza con lentitud. La bruma ha colocado sus celajes en el horizonte. El panorama de este domingo de enero, el penúltimo domingo de enero, renueva el invierno. Confiere de blancos jirones al paisaje. Sobre los árboles la tenue transparencia produce un efecto nostálgico en el espíritu.
Los poetas han cantado al invierno. Sus canciones, que vienen de su encuentro con la naturaleza, llevan la voz de la vida. La habitual voz de la vida cotidiana en unos; la vibrante voz de la existencia frágil en otros. La que busca la aventura o la que tiene ante sí el paisaje nuevo y contundente.
Antonio Machado recogerá en un poema la imagen de los escolares en un día de frío: Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales.
El poeta lleva el recuerdo de aquellos días donde la repetición de la clase en jornadas invernales. La lluvia en los cristales; el maestro y la lección, una y dos y hasta cien y un millón de veces repetidas.
Para Alfonsina Storni, el invierno lo vive en la plaza: he aquí sus versos:
Árboles desnudos / corren una carrera / por el rectángulo de la plaza. / En sus epilépticos esqueletos / de volcadas sombrillas / se asientan, / en bandada compacta, / los amarillos / focos luminosos.
Hay bancos que por lo helados son bancos inhospitalarios, y un prócer, dice la autora, que inmóvil sobre su columna se hiela en su bronce.
Es, así, la plaza para ella. Indudable que cada uno de nosotros se forja su propia imagen y sus propias memorias de los lugares transitados todos los días. Aquellos que se crearon desde la niñez y cruzaron en la adolescencia y la juventud. Las plazas suelen evocar los tantos momentos habidos, volviéndolas únicas y entrañables para cada espíritu.
Ahí, las imágenes de los niños tras las palomas; el cantante anónimo detrás de los arcos, en nuestra Plaza de Armas; las figuras en globos listas para pasar a la propiedad de niños de tres años; el vendedor de ayer y el vendedor de hoy de semillas, surcado de arrugas y expectante ante el ir y venir de los paseantes.
El invierno pasa estas semanas por estas tierras. El invierno y sus transparencias. Se cubre el horizonte de pinceladas blancas que arrecian los sentimientos de nostalgia.
Muchos de estos sentimientos se preparan para ser un día los sentimientos que confieren la identidad y la pertenencia desde el corazón. El frío potencia las sensaciones. El viento choca en las mejillas y traspasa hasta los huesos.
Es en el poema “Diciembre”, que muy bien podemos aplicar en nuestros lares y en este fin de enero, que la poeta catalana Susana March escribe estas líneas:
Si un día rompo a cantar, / todo cantará conmigo. / Esta mudez de los campos / se rasgará con mi grito. / Las nubes vagan sin prisa / desnudándome el camino. / ¡Qué desolado horizonte / en este mes de los fríos! / Hay un revuelo de escarcha / sobre los jóvenes pinos.
Ante nosotros, ahora, el inconmensurable invierno. Nuestros ojos observan la belleza de un paisaje poblado de blancos y escarcha. Los árboles pintan gotas de agua que en nuestra tierra desaparecen a la menor salida del sol.
Tierra esta de Saltillo, con paisajes de invierno que pintan de postal la temporada.
En su recuerdo, cada cual hace su propia postal. El blanco manto, de bruma y humedad, es una de las más bellas de las estampas en este nuestro norte.