‘¿Cómo estás?’
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“Bien” significa que no tengo intenciones de hablar contigo sobre cómo estoy. Ya lo admití. Pero no es tan simple. Puede ser que no hablaré porque no sé exactamente cómo estoy y soy renuente a la invención de maneras de estar. Puede ser que no responderé con mi verdad porque no estoy nada bien (pasa con frecuencia) y sospecho que tú me responderás con un, “Échale ganas”, que, más que darme ánimos, me dará ganas de decirte una grosería (cuando menos). Puede ser que no te diré algo más allá de, “Bien”, porque, seamos honestos, ¿tú sí tienes ganas de compartir tu existencia con todas las personas con quienes te topas?
La verdad es que la pregunta, “¿Cómo estás?”, me cae mal. La pongo en la misma categoría de eso de llegar a reuniones y tener que saludar a cada individuo de beso, o cuando menos de mano. Es una formalidad que podría desaparecer de mi vida sin que yo lo extrañara en lo más mínimo.
No soy antisocial. Tampoco introvertida. Y no creo ser la única persona que valora las conversaciones íntimas y profundas al grado de sentirse casi ofendida con la pregunta, “¿Cómo estás?” No me ofendo porque me hagas la pregunta, sino porque sé que no quieres saber que la luna llena con su eclipse me tiene inquieta y sospechando que algo está a punto de suceder, algo que vengo esperando y que llegará, pero que ahora me doy cuenta de que no llegará por donde yo pensaba, sino de manera inesperada... ¿Ya ves?
Como diría Vivian Bearing (Wit - tendrás oportunidad de ver la obra en marzo), a veces un “hola” es suficiente.