Contagios por COVID-19: los protocolos de actuación
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Nadie -o casi nadie- puede puede estar en contra de que los niños, adolescentes y jóvenes regresen a clases presenciales. Y esto es así porque está muy claro que los perjuicios causados por la suspensión de clases son muy graves e indeseables.
Pero estar de acuerdo en que el regreso a clases resulta más que deseable no implica asumir que el riesgo inherente al retorno a las aulas deba correrse a cualquier costo o que podamos ser indiferentes ante este.
Y esto es así porque el problema de los contagios -y el desarrollo de síntomas inherente a este- no es un asunto de estadísticas que pueda evaluarse en términos del porcentaje de la población que desarrolla síntomas graves o que pierde la vida a causa del Coronavirus SARS-CoV-2.
Cada persona implica una historia personal y constituye un proyecto que importa para el círculo cercano de individuos que viven a su alrededor y con quienes tiene relaciones afectivas. Por eso justamente es que no puede hablarse de las personas como si se tratara solo de números.
En este sentido, el riesgo de contagios que implica el retorno a clases no puede ser tratado solo como un asunto de estadística, sino como un tema de la mayor relevancia a nivel de los intereses individuales de las personas.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la suspensión de clases en grupos de escuelas donde se han registrado caso de contagios luego del retorno a clases presenciales.
La experiencia que se desprende de los episodios reseñados debe servir para ajustar la estrategia de contención del virus y esta necesariamente debe incluir la realización de pruebas en el entorno de las personas que resultaron contagiadas e incluso de quienes sean sospechosas de portar el virus.
Al respecto resulta necesario insistir en que el objetivo de fondo debe estar perfectamente claro y no puede ser otro que contener la propagación del patógeno, pues el objetivo de proteger la salud y salvar vidas no puede conseguirse de otra forma.
Y en este sentido conviene recordar que la experiencia internacional resulta bastante clara a la hora de señalar el camino: el retorno seguro a clases pasa necesariamente por el despliegue de una estrategia que incluye el acondicionamiento de los espacios educativos, la observación de la distancia social y la aplicación masiva de pruebas.
En el caso de las escuelas de nuestra región se está actuando de forma adecuada al suspender las clases en los salones donde surgen casos positivos, pero no necesariamente se está realizando el seguimiento adecuado de casos y eso es una debilidad de la estrategia.
Cabría esperar por ello que frente a los hechos que nos proporciona la experiencia, la estrategia se vaya afinando de forma que vayamos construyendo un modelo cada vez más eficaz.