Cuaderno de notas (3)
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La vida se ha achaparrado, achatado enormidades. Esto ya no es vida a mi muy pálido juicio. No tengo nada qué ver con este mundo. Lo disfruto aún y a trompicones, pero extraño el mundo en el cual crecí. ¿Estoy enfermo de nostalgia y no me adapto al nuevo mundo, a eso llamado “nueva realidad”? Tal vez. Pero no voy a cambiar. No pienso cambiar. Tengo vida real en el aquí y en el ahora. No tengo nada que ver con eso de las “selfies” y el llevar una vida de terciopelo, lentejuelas y oropel (vidas ficticias, hueras, vacías de todo a todo) en las redes sociales o en Facebook.
No se me da y creo, jamás se me va a dar. Seguido, al menos una vez cada quince días y de acuerdo a la agenda de los contertulios (yo siempre estoy libre. Sigo siendo el mismo, le digo), me reúno con el director de la Facultad de Jurisprudencia, Alfonso Yáñez Arreola; con el promotor cultural y ejecutante de guitarra clásica, el maestro Raymundo Mendoza y con el director de Pensiones y precandidato a una diputación local, Osvaldo Aguilar. En ocasiones es echar café muy de madrugada. Aunque tengo ya meses practicando el ayuno, ellos sí almuerzan como Dios manda. Bueno, tampoco Raymundo Mendoza almuerza. Él y nadie más es culpable de mis nuevos hábitos alimenticios saludables.
En otras ocasiones es una comida y luego de que las actividades de todos amainan un poco. El punto es el siguiente: invariablemente el joven político Osvaldo Aguilar apenas se incorpora a la tabla, desenvaina su celular de última generación y no pide, no, el ingrato de Osvaldo ordena y toma una “selfie” para la posteridad y para compartirla en sus múltiples redes sociales las cuales maneja al dedillo. Pues sí, este mundo no es mío y la verdad, no me interesa en lo más mínimo.
¿Estoy avinagrado por no entrar a esta parcela de vida cibernética? No lo sé. Yo digo que no. Y es interesante, muy interesante lo anterior en muchos sentidos y aristas. Antes, el día de ayer sin ir más lejos, se hablaba con un lenguaje en poesía el cual evocaba no pocas veces a toda la naturaleza (Pablo Neruda es el mejor ejemplo de ello). En otras ocasiones, la fiel memoria queda en trazos, repasos y letras redondas (un buen ejemplo de ello es el poeta Seamus Heaney). En décadas recientes, el mundo cotidiano dejó de ser un símbolo para los buenos poetas y los malos y pésimos poetas sólo lo han convertido en un simple referente.
Para un poeta del cual no se sabe si está vivo o muerto (Samuel Noyola, 1965), ahora famoso por un documental que hizo de él el periodista Enrique Osorno), un cigarro es un cigarro, un televisor es un televisor. Así de sencillo y lejos de la metáfora o el tratamiento poético. En su poema “La espera” (sí, cuando sólo se espera y no se trabaja eso llamado “Inspiración”), al poeta le da igual “encender el incienso de mariguana,/ el televisor o llamar a Tábata/ para que me traiga una botella de tequila...”. El mundo digital ya irrumpió en la “poesía”. Hay un texto en el cual se deletrea: “paso por tu recámara/ y la luz de tu celular en el rostro/ me dice que aún estás despierto...”.
ESQUINA-BAJAN
Nota uno: ¿esto es poesía? Absolutamente no. Y hay como no queriendo la cosa, rueda rodando, di en una librería de segunda en Monterrey con dos libros de dos poetas norteños: “Tequila con calavera” del citado Samuel Noyola, y “La puerta giratoria” del inconmensurable coahuilense Jorge Valdés Díaz-Vélez. Poesía la una la cual abre y promueve escenarios y nos acerca lejanías (Díaz-Vélez); la otra, la voz del eterno atormentado y solitario. Sólo y solitario en el mundo. En su mundo (Noyola).
Nota dos: la poesía de Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coahuila, 1955) es de una finura clásica. No pocas veces sus poemas son de arte mayor o menor, sonetos estrictamente pareados con rima consonante y toda una suerte de artilugios y voces y tonos verbales los cuales hacen de su poesía una delicia al oído y nos acercan a esa Diosa blanca, la inspiradora de la poesía, según Robert Graves, impoluta y eterna.
Nota tres: leamos un fragmento del poeta Díaz-Vélez: “El tiempo, su infinita geometría,/ te borra en la medida de su fuga/ la fábula moral de la tortuga/ y la liebre. De la cronometría...”. Esto es poesía en estado puro, caray. Ahora leamos un fragmento de Noyola: “Nuestro Señor Barman/ tiene una sonriente cicatriz en la cabeza y no se inmuta/ cuando cambio la corriente”. Las grafías de las letras mayúsculas así son usadas por Noyola. Es decir, quien no conoce a Dios ni al diablo, ante cualquier trago gratis se hinca.
Nota cuatro: un atento lector se ha comunicado conmigo y me ha espetado lo siguiente: “Maestro, mi profesor, sus tesis siempre se cumplen cabalmente. En Estados Unidos ya están prohibiendo cierto tipo de vacunas porque causan coágulos raros y peligrosos...”. Coágulos. Luego vienen los infartos al corazón los cuales de tan fulminantes, no te dan tiempo ni de llegar al Oxxo más cercano. Las vacunas matan. Lea el Informe de la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA, en inglés) gringa.
LETRAS MINÚSCULAS
Dice el oráculo: “Un hospital está diseñado para que se sufra de soledad y abandono en un plan de mentiras sutilmente orquestado”. Walter Riso.