Cuando la naturaleza ha sido vencida
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La maravilla de la naturaleza es el riesgo que implica entrar en un mundo que sorprenda
Es fácil decir que se va a proteger aquello que se hiere, ya que se le ha quitado el poderío de lo salvaje y de lo umbrío. Tajos se les arrancan a los bosques, a las selvas, a los manglares, en fin, a todo aquello que en su vastedad es imperial. Tajos se contaminan en nombre de las corporaciones, los gobiernos y las ganancias, como si al pronunciar la palabra dinero, estos actos estuvieran justificados. Así ha sido, con más intensidad, desde el inicio de la era industrial en el siglo XIX. Y así, en este ritmo que no cesa, se han atravesado dos siglos.
Bizarro caso global en el que es válido y “honorable” acabar con la biodiversidad mientras se presumen números de empleos generados, que son más bien espacios de explotación y abuso con salarios menesterosos; todo para que un puñado de familias en el planeta obtenga ganancias mientras se reduce lo indómito y se rompen las cadenas e interacciones entre especies. Interacciones que por cierto, nos alimentan y de las que formamos parte.
Para los espíritus poco ávidos de comprender, qué fácil es admirar un pedazo de naturaleza ya horadada, llena de caminos con pavimento, sobre la que pasan cuerdas y todo tipo de juegos para divertirse, entre los que se incluyen las cuatrimotos y los razors. Confusión, esa es la palabra. Confusión de mente. Confusión absoluta.
La maravilla de la naturaleza es el riesgo que implica entrar en un mundo que sorprenda, uno no sometido, no empobrecido con la dinámica consumista que indica que se debe llegar vestido a la manera de, con la cámara de cierta marca o montado en el vehículo tal por cuál.
La naturaleza no es un parque de diversiones, para eso se tienen parques establecidos que cumplen con elevar la adrenalina de los visitantes y consumir por cierto, productos y cosas que les recuerden la marca del parque al que han entrado. Parques que muchas veces, son los primeros en obtener de manera ilegal las especies que “resguardan”, porque es rentable ver reducidos a ejemplares de especies que de otra manera, no podrían ser vistos.
Una gran amiga me dijo un día: “yo crecí sin ver una jirafa en mi infancia y no me traumé por eso”, hablamos más y ahondamos en lo valioso de la ficción, de los libros, de los viajes; de entender finalmente que no todo lo que existe debe ser visto. Esa necesidad la crea un mercado de consumo tramposo, que debe traer a la vista de todos, por cuestiones educativas, se dice, ejemplares que se están quedando sin sus espacios habituales para vivir. Pero en el fondo siguen privando intereses de un modelo que se niega a morir; un modelo capitalista neoliberal y patriarcal, sumamente impositivo.
Y es visible a todas luces que la economía se ha alejado de sus raíces etimológicas: proviene del latín oikos, que significa casa, y de nomós, que se traduce como reglas, leyes o administración. Qué noble tarea sería ocuparnos de nuestra casa la Tierra. Y que con base en ello, se rediseñaran políticas públicas, reglamentos de los corporativos y normas de convivencia.
Sin embargo es un sueño lejano, ni siquiera los 197 países presentes en Escocia, para la Conferencia sobre el Cambio Climático, conocida como COP26, lograron ser responsables con sus cargos y facultades. Un tibio pronunciamiento de la ONU, dice que se debe pasar a un “modo de emergencia” global, poniendo fin a subvenciones para combustibles fósiles, eliminando el carbón y asignando un precio al carbono, o protegiendo a las comunidades vulnerables y cumpliendo el compromiso de 100 mil millones de dólares de financiación para el clima. Pero no dijo el cómo y cuándo para que esto se haga.
Fue una cumbre en la que se les pidió a los jóvenes, a las comunidades indígenas, a las mujeres líderes y todos aquellas personas que lideran la acción climática, que no se detuvieran, que siguieran empujando. Pero ¿empujar qué? si allí estaban ellos, los líderes, para hacer precisamente eso, empujar, transformar. Pálidos señalamientos por un lado, y por el otro, el silencio de los representantes de cada gobierno que sí tienen el poder legal de incidir; para eso estuvieron presentes en ese foro.
Así, se volvió a mandar al despeñadero a todas estas comunidades de defensoras y defensores, de activistas y personas valientes, a quienes luego se les acusa de terrorismo y se les mata. Menuda cumbre.
Y mientras tanto, la naturaleza incluso sometida, sigue curándonos, entregándose por entero para darnos vida y proveer de todo lo que necesite esta especie, aún y cuando no siempre esta especie necesita lo que algunos cuantos sacan haciendo tajos y más tajos. Ejercicios de ignorancia los llamo.