De lo que pase en el 2022, todos seremos responsables.
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Pocos poetas en México como Amado Nervo, autor de innumerables poemas, novelas y ensayos. Con una visión prospectiva y en la madurez de su vida escribe un canto de gratitud a la vida, justo en la parte final de su existencia. El poema se llama “En paz” y estoy seguro de que Usted, si no lo ha leído, lo ha escuchado. Lo realizó en 1915, lo publicó en 1916 y el murió por una afección renal a una edad temprana en 1919.
El poema es una joya, y dentro de él nos presenta una frase que me sirve para comenzar a reflexionar sobre el camino del 2022 que ahora inauguramos. La frase se encuentra en el primer verso y marca el rumbo de esta pequeña, pero profunda obra. El texto dice: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; qué si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas, cuando planté rosales, coseché siempre rosas”.
Rescato la oración: “(...) porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino”. Sin duda. Al hacer un recuento de lo realizado en 2021, creo que repetir una y otra vez esta breve oración, nos servirá para realizar una catarsis, por un lado, y por el otro, asumir responsabilidades por lo que hoy vivimos, de forma personal y pública. Muchos de Ustedes, queridos amigos, probablemente no se encuentran al final de su rudo camino, ni muy cerca de su ocaso; quizá hasta ni el camino es rudo, pero indudablemente que lo que ha pasado en 2021 y pasará en 2022, habrá un solo y único responsable, tú.
Un eminente signo de baja estima con el que nos caracterizamos, como mexicanos, es el repartir culpas a diestra y siniestra. Nunca somos responsables de nada y esta forma de aparecer ante los demás como “el yo no fui” o “yo no tengo nada que ver” o “a mi no me corresponde”, nos coloca como sociedad en una condición de vulnerabilidad como la que ya hemos experimentado en muchas dimensiones de nuestra vida.
¿Qué priorizaste en el 2021? ¿Cuáles fueron los clásicos propósitos del año pasado? Digo clásicos, porque siempre son los mismos y porque siempre tienen que ver con las claves del éxito que por estos días pujan.
Pues en la no consolidación de los “buenos deseos”, que por cierto están cargados de una fuerte dosis de egoísmo, no fueron los cercanos, ni los de enfrente, ni los lejanos, ni el gobierno, ni nadie, los responsables de los resultados. Tu fuiste el arquitecto de tu propio destino, tu fuiste el responsable del 2021. En lo privado y en lo público. Nadie más. Todos somos responsables de lo que pasa en nuestro entorno. Ni modo que no.
Piensa en el tema de una democracia sólida, de la contaminación, de la pandemia, de la violencia o de la corrupción por mencionar algunos y dime ¿Quiénes son los responsables? ¿Quién es el responsable? Hemos prefigurado un México a nuestra imagen y semejanza.
Aduciendo necesidad de trabajar muchos mexicanos hemos abandonado a nuestros hijos y los hemos puesto en manos de la televisión y los dispositivos electrónicos. Otros hemos evadido nuestras responsabilidades dándole a los hijos todo, cuando lo esencial era darnos a nosotros mismos.
El entorno familiar ha fallado en la formación y educación de los hijos y ahí están las consecuencias, una sociedad donde se ha priorizado el dinero, la riqueza y el poder. Las instituciones, que son la base de la sociedad, se han ido por la libre haciendo a un lado el compromiso con quienes las conforman dándole prioridad a la utilidad y han hecho a un lado muchas de ellas, el compromiso con los derechos humanos de quienes las conforman y el cuidado por el medio ambiente. Muchos trabajadores, hacen como que trabajan, porque muchos patrones hacen como que les pagan.
Los administradores públicos ponderaron la ambición, la codicia, los intereses de grupo por encima del bien común e incurrieron en la práctica de la corrupción y la impunidad, que es un lastre que nos sigue complicando. Lo que se vivió en el ámbito político en 2021, es una verdadera desilusión. No me refiero solo al gobierno federal, por supuesto. Los medios siguen con la misma dinámica de priorización de lo constante y sonante y negociando con la verdad.
El riesgo es que sigamos en esta tesitura en el 2022, para seguir en picada libre. Da la impresión qué esta reflexión es propia de un agorero del pesimismo, pero no es así. Dios no nos trajo ni la pandemia, ni la violencia, ni las incipientes democracias en las que vivimos, ni la corrupción, ni los malos ambientes que nosotros propiciamos. Otra vez, pensar que vivimos así porque Dios así lo quiere o porque algo nos ésta enseñando, es no entender que si alguien es responsable de lo que pasa por donde pervivimos, somos Usted y yo.
El recuento para el último día del 2022 – en una visión prospectiva – tendría que versar sobre la segunda parte del verso del enorme poema que nos dio hilo para esta reflexión, es decir, “qué si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas, cuando planté rosales, coseché siempre rosas”. El que quiera entender, que entienda. ¿Qué sembrará en este año que ahora comenzamos? Perdón, aunque le incomode, no es Dios, ni la suerte, ni el azar, ni el gobierno, cada uno de nosotros en lo privado y en lo público, somos los arquitectos de nuestro propio destino. Así las cosas.