Del infierno al cielo
COMPARTIR
El proceso de autoconocimiento nos lleva a reconocer esa piedra con la cual tropezamos vez tras vez, y nos presenta la oportunidad de la aceptación de que nuestro peor defecto esconde nuestro mayor talento
Hay una serie de televisión muy popular, acabo de ver la sexta temporada (si no la han visto, señoras, corran). La serie Lucifer, ese diablo tan guapo y psicópata —no hay nada más atractivo que un diablo psicópata— está llena de filosofía bastante impactante. En esta sexta temporada, el diablo revela que las almas que van al infierno viven y reviven un loop que incluye una escena de lo que más los hace sentirse culpables.
Caray, pensé yo, no tengo que irme al infierno para eso. Así vivo, y vives, todos los días. No fui buena madre, no soy suficiente como psicoterapeuta, me descuidé, hice una y mil pendejadas (uuups), gasté en lo que no debía, le creí a quien no debía, tuve un amante demás (o de menos).
Hay tantas cosas que nos causan culpa. Según Lucifer, hay una especial que se convierte en una escena repetitiva que forma nuestro infierno. Gasté mal el dinero. Dije lo que no debía. Causé dolor a alguien importante. Desperdicié tiempo. Comí la pizza entera (mi confesión de hoy). Dije “sí” cuando era “no”, o viceversa.
El proceso de autoconocimiento nos lleva a reconocer esa piedra con la cual tropezamos vez tras vez, y nos presenta la oportunidad de la aceptación de que nuestro peor defecto esconde nuestro mayor talento. Misterioso, pero real. Entonces mi infierno incluye mi cielo. O sea, la manera en que me entrego a los demás viene de un corazón noble, a pesar del sufrimiento que me ha provocado. Es un trabajo fuerte y profundo que nos lleva de infierno a cielo y de regreso, en espiral, cada vez más cerca de nuestro verdadero ser.